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“El que no tiene miedo en un incendio no es un valiente, es un inconsciente”

Eduardo Sánchez (Sevilla, 1971) trabaja como bombero desde hace 17 años tras abandonar su trabajo en una empresa dedicada a la organización de eventos y decidirse por cumplir su sueño de niño. Desde hace algunos años colabora con SAMU en el desarrollo de varios cursos de formación como el de rescate en altura y el de seguridad dirigido a la plantilla de la organización.

—¿Por qué decidió ser bombero?
—Era un sueño que tenía desde niño, pero, en un primer momento, me dediqué a otra cosa totalmente diferente: la organización de eventos. Un día conocí a un bombero que me animó a presentarme a las oposiciones y así lo hice. Tenía 28 años.

—¿El riesgo de ser bombero es mayor al de su empleo anterior?
—Todos los trabajos tienes cosas buenas y cosas malas. En mi antiguo trabajo yo era el encargado de que todo saliera adelante. Me encargaba de contratar el catering, la orquesta, el equipo de luces, de sonido, la carpa… Si alguna de esas cosas fallaba, el responsable era yo y esa presión me quitaba el sueño a veces. Como bombero, tengo otro tipo de presión. Hay situaciones que te crean mucho estrés, como por ejemplo cuando alguien se encuentra atrapado. En una ocasión, el brazo de una mujer se quedó atrapado en una maquina amasadora. Ver a esa persona consciente, llorando y suplicándote que la saques de allí te crea mucho estrés. Cuando la gente ve llegar a los bomberos piensa ‘ya está el problema resuelto’, pero no es así. Cada caso es único. De hecho, la primera y única vez que he desmontado una máquina de amasar fue esa. También es un trabajo muy gratificante cuando sale todo bien. Las pasadas navidades, una chica metió los dedos en una trituradora de papel. Era una oficina llena de gente y la chica no paraba de llorar y gritar. Fue muy estresante, pero cuando salvamos su mano todo el mundo aplaudió. Fue muy emocionante.

—¿Ha pasado miedo alguna vez?
—Muchas veces. El que no tiene miedo en un incendio no es un valiente, es un inconsciente. El valiente es el que tiene miedo y lo supera. Como bombero, sabes que existe un peligro, te da miedo, por supuesto, pero sabes que tienes que hacerlo y lo haces. Tampoco te paras mucho a pensar. Sabes que tienes que entrar en un incendio y entras. Siempre quieres pensar que no te va a pasar nada.

—¿Ha vivido alguna situación que no le gustaría volver a repetir?
—Sí, especialmente incendios con mucha temperatura o con mucho humo en los que sabes que la salida está muy lejos y no puedes respirar bien. Pero una de las situaciones más complicadas fue cuando tuvimos que rescatar a dos albañiles que estaban subidos en un andamio de tres pisos de altura. Estaban derribando una casa cuando una de las paredes cedió. Cuando llegamos, los albañiles ya llevaban entre 15 y 20 minutos sujetando la pared encima del andamio. Subimos dos a relevarles, los albañiles bajaron y ahora el marrón era nuestro. Si soltábamos, la pared nos aplastaba y nos tiraba al suelo desde una altura de tres pisos. Íbamos pensando qué hacer mientras sujetábamos la pared por turnos. Al final, conseguimos sujetarla y tirarla sin riesgo, pero hubo momentos en los que pensaba que la pared podía caerme encima.

—¿Cómo surgió su colaboración con SAMU?
—Un año fui como bombero voluntario al Crisis Task Force, experiencia que repetí varios años más. A raíz de ahí conocí a Juan González de Escalada, director de la Escuela SAMU. Más tarde, fui a conocer las instalaciones de la Escuela y surgió la oportunidad de colaborar impartiendo un curso de rescate en altura. Yo estaba muy liado y tenía mucho trabajo, pero al final accedí y empecé a venir los lunes por la mañana.

—¿Cómo fue la experiencia de ese primer curso?
—Muy buena. Me lo pasé tan bien que decidí reservar los lunes para SAMU. De hecho, dos de mis alumnos, Noelia y Pablo, ambos enfermeros, están trabajando actualmente en un helicóptero de rescate en Castilla y León. Para mí, eso es un orgullo. La primera vez que hicieron un nudo en una cuerda fue conmigo y ahora están rescatando a personas en un helicóptero.

—Actualmente imparte un curso dirigido a los trabajadores de SAMU sobre seguridad y cómo actuar en caso de incendio. ¿Cuáles son los objetivos de este curso?
—Los objetivos principales son saber qué hay que hacer en caso de incendio, tener conocimientos de cómo es un incendio en realidad y aprender a usar un extintor. El 90% de la población tiene una imagen distorsionada de lo que es un incendio. Lo que vemos en la tele y en el cine no es real, y eso causa mucho daño y da una falsa seguridad.

—¿A qué se refiere exactamente?
—Si cogiera a toda la población, la sentara en mi cama y le dijera: “Voy a encender un mechero abajo, en el salón, y por cada minuto que estéis sentados en la cama os voy a dar mil euros”. Estoy seguro de que el 80% no salía de mi casa. Las personas no conocen la velocidad real de un incendio interior. Ellos conocen el fuego que ven en la televisión, donde dos personas se pelean durante media hora rodeados por las llamas, o el fuego de la chimenea o un incendio exterior, que son muy diferentes.

—¿En qué se diferencian?
—En una chimenea, el 80% de la energía y el calor se van por el tiro; y en un incendio exterior, se va todo, por supuesto. Sin embargo, en un fuego interior, toda la energía se queda ahí y se retroalimenta. En un minuto y medio, una habitación queda totalmente en llamas, y en dos minutos, todo aquel que no haya salido de la casa se queda atrapado.

—¿Cree que no somos conscientes de los peligros que supone un fuego?
—En España existe muy poca cultura de la prevención. La gente piensa que los accidentes de tráfico y los incendios sólo los tienen los demás o las personas despistadas, y no es así. Un aire acondicionado o una tele, sólo por el hecho de estar enchufados, pueden salir ardiendo, aunque estén apagados. Tampoco somos conscientes del peligro del humo, que contiene monóxido de carbono y actúa como anestesia. Cuanto más monóxido respires, más te duermes. He ido a muchos incendios en los que te encuentras a personas muertas en sus camas sin que las llamas hayan llegado a la habitación. La población no es consciente de lo importante que es tener detectores de humo en casa. ¿Sabes cuánto cuesta un detector? Seis euros.

SAMU pone en marcha un plan interno de formación en seguridad y extinción de incendios

En una apuesta por la seguridad de las personas que forman parte de la organización y por la prevención de riesgos laborales, SAMU ha puesto en marcha un programa de formación de extinción de incendios dirigido a toda su plantilla. Esta iniciativa se ha centrado de forma especial en los profesionales de los centros de acogida de menores que Fundación SAMU gestiona en diferentes puntos de España, además de en los trabajadores de las residencias y unidades especializadas en la atención de personas con discapacidad intelectual y trastornos de conducta, y de la clínica de salud mental SAMU Wellness situada en Montequinto (Sevilla).

El objetivo de estos cursos teórico-prácticos, que arrancaron hace casi un año, es formar a los trabajadores de SAMU sobre cómo actuar en caso de un incendio y, de forma particular, cómo utilizar un extintor. “Tenemos una imagen muy distorsionada de los incendios. No somos conscientes de lo rápido que se propaga un fuego y de su peligro”, advierte Eduardo Sánchez Manzanares, bombero de Alcalá de Guadaíra (Sevilla) y de la Diputación de Sevilla, además de instructor de este curso. “En mi clase pongo un vídeo donde se aprecia cómo en sólo tres minutos un salón queda totalmente calcinado”.

A través de este curso, de seis horas de duración, se pretende que los trabajadores de SAMU sepan cómo actuar en caso de alerta por fuego, que tengan conocimiento de cómo es un incendio en realidad y que, si algún día tienen que utilizar un extintor, sepan cuál es su capacidad. “Que no sea ésa la primera vez que cojan un extintor, que tengan una experiencia previa en su manejo y lo hagan con seguridad”, apunta el bombero.

Eduardo Sánchez ha viajado a los diferentes recursos que SAMU tiene en las provincias de Zaragoza, Madrid, Málaga, Córdoba o Cádiz para impartir este curso de extinción de incendios, mientras que otros trabajadores han acudido a las instalaciones de Escuela SAMU en Gelves (Sevilla) para recibir la formación, como fue el caso en julio de las plantillas del centro de Inserción Socio-Laboral (ISL) Polanco y de los nuevos recursos de El Castillo de las Guardas y Corteconcepción, todos ellos en la provincia de Sevilla.

“Aunque yo os grite, tenéis que mantener la calma. Os grito porque, si se produce un incendio, os vais a encontrar una situación muy estresante y caótica y tendréis que mantener la calma”, indicaba a algunos de los empleados del centro ISL Polanco Eduardo Sánchez, que también colabora con Escuela SAMU es sus cursos de rescate en altura desde hace varios años. “¡Apuntad a la base, al origen del fuego!”, gritaba. “¡Corre, coge otro extintor, ése está vacío!”; “Corre, corre, que te quemas”; “¡Aquí hay madera de bombero!”.

Los empleados de SAMU realizan las prácticas del curso ataviados con un casco y una chaqueta propia de los bomberos. “El calor no es el problema, sino lo que pesa la chaqueta, que te impide moverte con facilidad”, señalaba una trabajadora del centro ISL Polanco.

“El que no le tiene miedo a un incendio no es un valiente, es un inconsciente”, comentaba Eduardo Sánchez, que a los 28 años dejó su trabajo en una empresa especializada en la organización de eventos para presentarse a las oposiciones de bombero, su sueño desde niño. “Un televisor o un aire acondicionado, por el mero hecho de estar enchufados, pueden provocar un incendio, aunque estén apagados, por eso es tan importante tener en casa detectores de humo”, explicaba el bombero. “El monóxido de carbono actúa como anestesia y, por desgracia, he vivido casos donde las víctimas han fallecido mientras dormían por respirar monóxido de carbono, es decir, por el humo, no por el fuego”.

Lecciones aprendidas en los atentados de Barcelona

El atentado terrorista del 17-A en Barcelona puso a prueba la capacidad de los servicios sanitarios de emergencias, que respondieron con una enorme eficacia y profesionalidad. En unas circunstancias excepcionales, capaz de romper los esquemas de trabajo de equipos especializados en actuar al límite, el dispositivo logró atender a las múltiples víctimas en menos de tres horas y salvar decenas de vidas. Aun así, aquella tarde aciaga estuvo llena de lecciones y aprendizajes, tal y como reconoce la directora del área operativa del Servicio de Emergencias Médicas (SEM) Catalán. La doctora Judit Sánchez Castro, que estuvo al frente del dispositivo, y que compartió su experiencia con los alumnos del Máster en Atención Prehospitalaria, Catástrofes y Acción Humanitaria de SAMU y Universidad de Sevilla.

“El terrorismo está cambiando completamente la forma en la que tenemos que trabajar”, apuntó Sánchez Castro, que reconoció que, en escenarios tan complejos y duros, los profesionales sanitarios tienen que estar preparados no solo para salvar vidas, sino a conseguir perder al menor número de heridos posible: “Surge un conflicto muy duro en el momento en el que no eres capaz de llegar a todo y tienes que priorizar. Es algo para lo que no nos han preparado y que es contrario a nuestro instinto de auxilio”, reflexionó.

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De la actuación del SEM, los estudiantes y profesionales que participaron en esta jornada inaugural del máster en la Facultad de Enfermería, Fisioterapia y Podología de la Universidad de Sevilla pudieron extraer numerosas conclusiones relevantes. Como ejemplo, la activación inmediata de dos sectores en Emergencias: uno dedicado en exclusiva al atentado; y otro, completamente aislado, dedicado a seguir tomando el pulso a una ciudad en la que aquella tarde se siguieron produciendo emergencias médicas de todo tipo.

El número de recursos sanitarios se igualó al número de víctimas. 59 ambulancias participaron en la operación para atender a 139 heridos con diferentes consideraciones: 13 fallecieron en el acto, 16 estaban graves, 23 presentaban heridas leves y otros 50 resultaron prácticamente ilesos.

La red hospitalaria de alta resolución de la que dispone Barcelona influyó de forma decisiva en el éxito del dispositivo. En las 72 horas posteriores al ataque, que abarcan el periodo en el que se mide la eficacia y la capacidad de respuesta de un dispositivo, únicamente murió una de las víctimas, que llegó al hospital en estado crítico. “¿Qué hubiera ocurrido si el atentado se hubiese producido en otra ciudad con menos medios hospitalarios? Posiblemente estaríamos hablando de otra situación”, observó la directora.

El triaje en Las Ramblas fue de nuevo un punto complejo del dispositivo, debido a la dispersión de heridos a lo largo de más de 500 metros. Éste estuvo a cargo de un Vehículo de Intervención Rápida, que rastreó toda Las Ramblas. A partir de ahí, surgió la cuestión de cómo formar un área sanitaria en un espacio tan grande, “cómo adaptarse a una situación así”. Se estableció el Puesto de Mando Avanzado, en un principio, en Plaza de Cataluña, aunque, dada la dispersión de heridos, acabaron estableciéndose varias áreas sanitarias.

La doctora Sánchez Castro puso el acento en la seguridad de los propios sanitarios como una cuestión sobre la que hay que reflexionar. Admitió que su equipo entró en la “zona caliente” sin garantías de que no hubiera peligro, algo que quedó al descubierto cuando estallaron varios petardos que hicieron pensar en la existencia de uno o varios tiradores activos en el lugar. Hubo que trasladar el mando a El Corte Inglés. “Fue una falsa alarma, de lo contrario posiblemente no estaría aquí dando esta conferencia”, recordó. “Tenemos un procedimiento pero nuestras unidades tienen que adaptarse. No solo hablo de chalecos, cascos… Tenemos nuestro sistema de triaje, incluso en el más básico, pero debemos reflexionar sobre qué hacer en una situación en la que la seguridad no está garantizada. ¿Tal vez debamos mantenernos fuera? Nos han enseñado a cómo atender al crítico, a cómo salvar vidas, pero tal vez llegará un día en el que nos tengamos que mantener al margen porque tenemos que volver a casa”, reflexionó.

Otra de las lecciones cruciales aprendidas del atentado de Barcelona se refiere a la demanda de atención psicológica no solo de los heridos, sino de los damnificados, personas relacionadas con el accidente pero que son demandantes de atención (familiares, amigos, viandantes…), y, por supuesto, al propio personal sanitario que ha participado en el dispositivo, y que al día siguiente tiene que estar preparado para seguir enfrentándose a situaciones de emergencia.

La responsable del Servicio de Emergencias Médicas de Cataluña también se refirió a la trazabilidad de los pacientes como asignatura pendiente, sobre todo ante situaciones en las que la avidez de información por parte de las autoridades políticas es enorme. “Es un punto muy difícil de mejorar, pero cuando te piden información diaria, tres veces al día, de cómo están los pacientes, es complicadísimo. El recuento inicial de fallecidos en Las Ramblas fue una locura. En la zona caliente, un bombero, un médico y un policía tuvieron que hacer un barrido por la propia calle contándolos uno a uno. Es lo que al político le preocupa, porque lo tiene que decir él. La presión es brutal y es una situación complejísima para nosotros, con afectados de muchos países, y en la que no te puedes equivocar”.

Sánchez Casto advirtió que el sistema de emergencias tiene que estar preparado para estos “nuevos escenarios” que plantea el terrorismo. “Se hizo bien, pero nos queda mucho por aprender”, reflexionó, antes de admitir que, a pesar de lo «durísimo» de la experiencia, “no habría querido estar en otro lugar que no fuera allí”.

Sanitarios que se convierten en rescatistas

La Escuela de Emegercias SAMU ha dado un paso más este año en su calendario de formación con la incorporación de un proyecto experimental que tiene como objetivo formar a profesionales sanitarios, de forma específica, en técnicas de rescate. Es el curso de Rescate en Entornos Cambiantes, que, además de adiestrar a estos especialistas todoterreno, tiene un carácter abierto y multidisciplinar: ha reunido cada martes en las instalaciones de Gelves, en Sevilla, a alumnos y exalumnos del centro, técnicos, personal de la plantilla de SAMU y también a personal externo relacionado con el mundo de las emergencias.

La iniciativa del director de la escuela, Juan Escalada, arrancó en enero bajo el liderazgo del bombero e instructor especializado en rescate Eduardo Sánchez. Una quincena de alumnos de diversos perfiles ha formado parte del equipo de trabajo, que se ha reunido durante la mañana de los martes en el campo de entrenamiento de Gelves. “Nuestro objetivo era que estos alumnos sepan desenvolverse en escenarios que te puedes encontrar en tu día a día, en la vida real, y que sean capaces de rescatar a personas de situaciones verdaderamente complejas”, relata Sánchez.

La formación comenzó “de cero”, con teoría. De forma progresiva, los alumnos han ido adquiriendo conocimientos y dominando técnicas. En primer lugar, trabajaron en autonomía vertical con el objetivo de que cada persona sea capaz de subir y bajar con cuerdas con seguridad y ser autosuficiente en una operación que requiera el uso de estos elementos.

Después, Sánchez y su equipo han desarrollado las más diversas operaciones de rescate en espacios abiertos y en espacios confinados: “desde un señor que está pintando una fachada y necesita asistencia sanitaria, a casos de politraumatismo que requerían inmovilización y evacuación en camilla, rescates en vertical en coche suspendido o, por ejemplo, rescates en espacios confinados como pozos o arquetas que requieren equipos de respiración y detectores de gases y explosividad”.

Los ejercicios han sido exigentes desde el punto de vista físico y también han requerido una gran concentración y autonomía por parte de todos los participantes a la hora de afrontar los rescates. A primera de cada jornada, el profesor plantea diferentes escenarios en el aula para que sean los propios participantes quienes vayan desarrollando sus planes de acción. Según explica Eduardo Sánchez, cada vez han ido demostrando más liderazgo y autonomía, aportando soluciones adecuadas para cada situación. Así, en los ejercicios de las últimas semanas, la intervención del instructor ha sido cada vez más puntual, pasando del liderazgo total en los ejercicios a una labor más centrada en la supervisión del trabajo de los alumnos y alumnas.

Aunque este tipo de formación ya se ha impartido en Escuela SAMU con anterioridad, es la primera vez que se hace de forma tan específica y sostenida en el tiempo, con prácticas de cuatro o cinco horas cada semana desde enero hasta junio, manteniendo a los alumnos activos y afianzando las técnicas con la práctica regular y con ejercicios imprevistos.

“La formación que hemos impartido es una formación de bomberos, no es habitual en el personal sanitario, pero aquí hemos ido más allá. El curso encaja muy bien con la filosofía de SAMU, que no enseña a sus alumnos de emergencias sólo a poner un vendaje, sino que les adiestra para estar en una catástrofe y saber actuar, a estar preparado para intervenir en cualquier escenario y a hacerlo de forma autónoma. En un rescate en altura o en un espacio confinado, estos alumnos ya tienen capacidad para ser autónomos, no dependerán de que los bomberos les tengan que trasladar de un sitio a otro como sujetos pasivos, y es un lujo poder trabajar con sanitarios así”, relata Sánchez.

El instructor valora la experiencia y avanza que la idea es que el programa de Rescate en Entornos Cambiantes continúe su desarrollo después del verano: “Después de todos estos meses de trabajo, como bombero puedo decir que yo me iría a intervenir en un rescate con este equipo con total garantía”, subraya.

El casco no se quita

POR Mª REYES GONZÁLEZ

¿Sabes cómo hay que actuar ante un accidente con ciclistas? Ante todo, hay que mantener la calma y avisar a los servicios de emergencias, y después actuar.

Lo primero que debes hacer es mantener a salvo tu propia seguridad y, lo segundo, comprobar si el ciclista también se encuentra en una zona segura. Mientras llegan los servicios sanitarios, hay que mirar si la víctima está consciente. Es fundamental saber si respira y comprobar su pulso. Si se ha dado un golpe, no es recomendable quitarle el casco ni mover a la víctima, ya que esto podría ocasionarle graves lesiones secundarias o incluso agravar la situación. Si se estuviese sufriendo una parada cardiorrespiratoria, sí se deberán aplicar compresiones torácicas hasta que la víctima despierte o hasta que el personal sanitario llegue.

Si eres ciclista y sufres una caída estando solo, antes de seguir tu camino, debes revisar bien tus músculos y articulaciones, y comprobar que no sangras por ninguna parte de tu cuerpo. Si no te encuentras bien o no puedes moverte, debes pedir ayuda de inmediato, y si puede ser mediante el teléfono móvil, mejor. Debes esperar a los servicios médicos sin moverte para evitar daños en la columna vertebral y, por supuesto, no quitarte el casco.

Los especialistas en atención médica insisten en el uso del casco. Al igual que ocurre en el caso de las motos, los daños provocados por una caída en bicicleta pueden ser más graves si no se lleva puesto el casco. Hay que tener mucha precaución, ya sea circulando en la ciudad o en el campo. Y, sobre todo, insistir a los más pequeños en su uso. 

También son comunes las lesiones y heridas en rodillas, muñecas y codos, de ahí que se recomiende el uso de muñequeras, coderas y otros protectores para el cuerpo. Pero lo más importante es proteger la cabeza.

El casco debe quedar bien sujeto a la cabeza, y no se puede llevar desabrochado. En la ciudad, recuerda, además, usar siempre el carril bici para circular y, si no existiese, debes situarte a la derecha de la calzada, siguiendo el sentido del tráfico. Las señales de tráfico también deben ser respetadas y con las manos podemos indicar nuestros giros.  Si circulas al amanecer o al anochecer en bicicleta, usa ropa reflectante. La bicicleta, además, debe llevar una luz frontal y otra trasera de color rojo.

La clave es no quitarte el casco ni quitárselo a un herido hasta que lleguen los servicios médicos. Ellos sabrán qué hacer.