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Trabajo y futuro: el sueño de Issa y El Mehdi

Cuando eran unos críos, El Mehdi Zekrauoi e Issa Bakayoko dejaron atrás a su familia, sus amigos y su tierra para buscar su futuro en España. Encontraron un hogar y una nueva familia en el centro de acogida Miguel de Mañara, gestionado por Fundación SAMU en Montequinto (Sevilla), donde aprendieron un oficio y se esfuerzan por integrarse plenamente en la sociedad.

Los centros de Fundación SAMU como el de Miguel de Mañara disponen de un programa de inserción sociolaboral que se aplica a los menores a quienes les falta un año para cumplir la mayoría de edad. En la primera fase, los educadores les ayudan a preparar su currículum, simulan las entrevistas de trabajo y les dotan de herramientas para buscar un empleo.

La segunda fase es, según Alejandro Cala, coordinador del centro de Miguel de Mañara, la más importante: se trata de encontrar unas prácticas teniendo en cuenta la formación y las preferencias laborales del menor. Después, se realiza un seguimiento que permite comprobar el progreso del menor y las posibilidades de una futura incorporación al puesto de trabajo.

“Debido al problema de los permisos de residencia no lucrativos [la imposibilidad de que el menor trabaje mientras no cumpla la mayoría de edad], la importancia de las prácticas para nuestros chicos es enorme. Facilita mantener un contacto con la empresa hasta que, si todo es favorable, se considera la posibilidad de contratación, y después, se resuelve en Extranjería el permiso de trabajo”, comenta Sofía Álvarez, trabajadora social del centro.

Issa Bakayoko es uno de los Menas que han podido beneficiarse de este programa. El joven llegó a España en mayo de 2018 y, pese a la dificultad de adaptarse a otro idioma y otras costumbres, explica que estos meses han sido mucho mejores que los que vivió en su país y en su periplo que lo trajo desde Costa de Marfil. “Por lo menos estoy en Europa”, dice. Sus padres pagaron su viaje y eso, para estos chicos, puede ser una presión añadida. Deben responder a las expectativas de aquellos que quedaron atrás.

Ahora Issa se prepara para ser electricista. Ya ha realizado unas prácticas de cinco meses en una empresa local, donde dejó una impresión inmejorable: “Mi jefe me lo puso muy fácil para que aprendiera el oficio, y yo desde el principio me he sentido muy cómodo con él. Se ha convertido en un gran amigo”, relata. Todo parece indicar que será contratado en esta empresa en cuanto cumpla la mayoría de edad. De hecho, ya dispone de la oferta de trabajo.

Para estos jóvenes, el futuro representa algo más concreto y palpable que lo que pueda ser para un chico español de su edad. Si no tienen una oferta de trabajo un año después de cumplir los 18, se decretará su expulsión del país. Sin embargo, Mehdi lo tiene claro: “No me preocupa la mayoría de edad, sé que voy a conseguir un trabajo y un piso donde pueda vivir con mis amigos”.

De momento, y tras formarse, está acumulando experiencia: ha realizado prácticas de ayudante de cocina en un restaurante y en una cafetería, y, gracias al trabajo del servicio de orientación laboral de su centro, ahora está realizando prácticas de camarero.

“Los primeros meses en España fueron malos. No sabía hablar español, echaba de menos a mi familia y no conocía las costumbres de aquí, que son muy diferentes a las de Marruecos. Pero con esfuerzo me adapté. No me costó mucho trabajo aprender español porque tenía ganas de comunicarme con la gente”, señala Mehdi, que en mayo cumple la mayoría de edad.

Ambos jóvenes están más cerca que nunca de lograr su sueño, el mismo que persiguen todos los menores que llegan a Europa buscando lo que en sus países a veces no tienen: un trabajo y un futuro.

El sueño de Abel

La guerra, el hambre y el sueño de ser futbolista y labrarse un futuro llevaron al joven Neva Avit Abel Agbo, más conocido como Abel, a marcharse de su país natal, Costa de Marfil, dejando allí a su familia. Hoy, tres años después, en los que ha sufrido estafas, penurias y un viaje en patera por el Estrecho de Gibraltar, tiene su sueño un poco más cerca: ser futbolista. El joven, que ha vivido varios meses en el centro de menores de acogida de SAMU Miguel de Mañara, en Sevilla, ha sido fichado por el Cádiz Club de Fútbol, donde ya entrena con el equipo de juveniles.

Desde pequeño Abel soñaba con ser futbolista. Un día, un supuesto ojeador vio sus habilidades y le ofreció ir a un centro de formación de fútbol en Marruecos, según cuenta el joven. “En mi país estábamos en guerra y mi madre no tenía dinero para mandarme a Marruecos, pero un tío mío me dijo que él me ayudaría. Pagó el billete a Marruecos y la inscripción en el centro. Cuando llegamos a Marruecos me di cuenta que me habían estafado, a mí y a otro chico más. No había ningún centro de formación y se habían quedado con el dinero. Yo tenía 14 años”, recuerda. “Sobreviví como pude en Tánger. Trabajé en todo lo que me salía para poder comer y un día, un grupo de chicos y yo decidimos poner cada uno 50 euros y comprar una patera para cruzar el Estrecho de Gibraltar y llegar a España”.

Abel recuerda el viaje como “una auténtica pesadilla”. “Yo solo pensaba: Dios está contigo, saldrás de ésta”, relata el joven, que en diciembre cumple 18 años.

A su llegada a Tarifa, primero le enviaron a un centro de acogida de Alcalá de Guadaíra, luego a otro de Sanlúcar la Mayor, y, por último, al centro Miguel de Mañara de SAMU, en Dos Hermanas, donde ha permanecido cerca de un año. “El centro de SAMU es el mejor en el que he estado. Allí me han ayudado a sacarme un diploma de Ayudante de Cocina en el IES Pino Montano y ahora iba a empezar a hacer prácticas. Ya no pensaba en el fútbol, sólo en formarme y trabajar para poder enviarle dinero a mi madre”.

Pero el deporte siempre ha marcado de algún modo su vida. El pasado año estuvo en la Escuela de Fútbol Antonio Puerta-Nervión pero, al no estar regularizada aún su situación en España, no pudo disputar partidos oficiales. El club de fútbol de Tomares también estuvo interesado en él, pero finalmente ha optado por el Cádiz Club de Fútbol. “Yo voy donde me mande Dios y ahora me ha mandado a Cádiz. Aún falta solucionar algunos trámites administrativos con la Junta de Andalucía, porque soy menor de edad, pero ya estoy viviendo con otros jugadores del club y entrenando con el equipo de juveniles”.

“Estoy muy contento, nunca pensé que podía conseguir lo que tengo ahora”, confiesa Abel, que reconoce que quiere ser jugador profesional y “ayudar a los niños que viven en orfanatos y a mujeres viudas sin recursos y con hijos”.

Una jornada para compartir

POR REYES GONZÁLEZ

La Escuela de Emergencias y Formación Profesional Sanitaria SAMU volvió a abrir sus puertas a la sociedad el 9 de mayo en unas jornadas de enorme aceptación en las que visitantes, escolares y medios de comunicación pudieron conocer de primera mano el mayor centro europeo en simulación de catástrofes. En estas V Jornadas, el público interesado pudo visitar las instalaciones y conocer la completa oferta educativa de nuestra escuela, así como el funcionamiento y el papel decisivo que la actividad sanitaria desempeña en la comunidad.

La jornada contó con visitas guiadas a cargo de los alumnos de los cursos de formación de grado medio de Técnico en Emergencias Sanitarias y de Técnico en Cuidados Auxiliares de Enfermería, además de los alumnos del Máster Propio en Atención Prehospitalaria, Catástrofe y Ayuda Humanitaria de la Universidad de Sevilla. El alumnado, con la tutela de los docentes, mostró a los asistentes las capacidades adquiridas durante el curso en el desarrollo de las numerosas actividades programadas.

Más de 300 niños de 6 a 16 años visitaron las instalaciones de la Escuela SAMU y participaron en los juegos y talleres programados sobre primeros auxilios, vendaje, la toma de constantes vitales, el funcionamiento y equipamiento de una UVI móvil, la realización de transmisiones, el equipamiento de un quirófano de campaña y un taller de soporte vital básico. Los menores del Centro ARB Miguel de Mañara también tuvieron la suerte de experimentar diversas sensaciones, entre ellas, la prueba de escalada, los jeep de rescate y el trabajo en la cabina de un avión. Las actividades estuvieron abiertas a todos los públicos de 17:00 a 19:00.

El centro de Gelves es pionero en España. Cuenta con 17.000 metros cuadrados construidos con 13 aulas, biblioteca, talleres de entrenamiento, pista americana, piscina, pista de conducción 4×4, un área de simulación de accidente aéreo y de ferrocarril, áreas confinadas, inundables, derruidas, un rocódromo, una helisuperficie y una pista de conducción de ambulancias.

Cadena SER desplazó a su equipo de Hoy por hoy Sevilla a Escuela SAMU y realizó un programa en directo en el que participaron compañeros y visitantes

“La parroquia es una oportunidad para que los niños se integren en el barrio”

Adrián Ríos (Sevilla, 1972) llegó hace dos años a la parroquia de Juan Pablo II, en Olivar de Quintos (Dos Hermanas), que colabora con centros sociales como el de Miguel de Mañara.

—¿Cuándo fue ordenado sacerdote?
—En octubre de 2004. Entré en el seminario con 26 años. Estudié Derecho en la Universidad de Sevilla y trabajé cinco años en el Banco Santander antes de entrar en el seminario.

—¿Qué le motivó a dar ese giro a su vida?
—Tuve una trayectoria de fe progresiva. Tenía pareja, trabajo, lo tenía todo, pero veía que mi vida no estaba ahí, la veía en la Iglesia como sacerdote. Siempre he estado metido en movimientos católicos que me han dejado huella, pero quizás lo que me dio el empujón final fue los años que estuve de voluntario dando café a la gente de la calle. Fue una experiencia que transformó mi escala de valores.

—Cuando entró en el seminario tenía 26 años ¿Fue una decisión tomada desde la madurez?
—Bueno, me dio mucho vértigo. Dejaba muchas cosas atrás, y si Dios me hacía ver que ese no era mi camino, tendría que volver atrás y emprender nuevos trabajos y nuevas relaciones. Todo era un riesgo, pero todo ese vértigo desapareció en el tercer año de seminario.

—¿Cuándo llegó a Juan Pablo II?
-Hace dos años y medio. Es una zona residencial con más de 20.000 habitantes. Creo que es una parroquia de futuro.

—¿Es cierto que celebra la misa en una caseta de obra?
-Aquello es un solar de 2.800 metros cuadrados. En la mitad de este espacio van los salones parroquiales, que ya están construidos y se inaugurarán en junio. En la otra parte hay un templo provisional, una caseta de obra, donde se construirá el templo. Pero la caseta engaña. Entras y parece que estás en una iglesia. Fuera es horrorosa (ríe).

—¿Cómo comenzó su relación con SAMU?
—Creo que la parroquia tiene que estar presente en todas las realidades sociales donde le dejen entrar. Así que, del mismo modo que me presenté a las asociaciones que tienen su sede en mi feligresía, como Aspace, dirigida a personas con parálisis cerebral, o ASAS, de discapacitados psíquicos, me presenté en el complejo de Miguel de Mañara que dirige SAMU cuando vi obras allí.

—¿Conocía los proyectos de SAMU en Miguel de Mañara?
—No, yo me presenté en Navidad allí como párroco de la zona para poner la parroquia al servicio del centro de acogida de menores, que ya estaba abierto cuando fui, y del futuro centro de salud mental. Veía la necesidad de integración de los niños del centro en el barrio y en la parroquia través de los campamentos, los talleres de tiempo libre, las catequesis y otras actividades.

—¿Tiene la parroquia presencia en el centro de menores?
—Estamos a la espera de que la Junta de Andalucía nos autorice para ofrecer clases de apoyo en el centro. La idea es que la parroquia actúe de puente para que estos niños conozcan a sus vecinos del barrio. Es una oportunidad para que los niños se integren en el barrio.

—¿Cómo han reaccionado los voluntarios de la parroquia?
—Los voluntarios de la parroquia están acostumbrados a que el cura los líe (ríe). Hay muchos voluntarios. Es más, hay más voluntarios para visitar enfermos que enfermos que visitar. Hay más voluntarios en Cáritas que familias atendidas este año. Lo que queremos es que todos los voluntarios reciban formación.

—Los dos proyectos de SAMU son aconfesionales ¿Cómo es la convivencia?
—No vamos a ir a convencer a nadie, vamos a atender a quien nos llame. En un centro de salud mental suele haber muchas personas que demandan la relación con Dios. Y si un centro que no es religioso ofrece atención espiritual, le hace un buen servicio a la persona, no a la Iglesia. Yo siempre digo que voy a donde me llaman, no me meto a contramano en ningún sitio.