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Lecciones a 12º bajo cero

Como cada invierno, el Máster de Atención Prehospitalaria, Catástrofe y Acción Humanitaria de SAMU y la Universidad de Sevilla ha celebrado su tradicional acampada de supervivencia y rescate en alta montaña en Sierra Nevada (Granada). En esta edición han participado 36 personas, entre instructores y alumnos del máster de enfermería y del curso de Técnico en Emergencias Sanitarias de la Escuela SAMU.

El primer día viajó a Granada un primer grupo a modo de avanzadilla, que fue el encargado de desplegar el campamento y realiza el montaje del mismo. Este equipo estaba formado por once alumnos y cuatro instructores que habían formado parte del llamado Gabinete de Crisis, responsable de la organización de la acampada.

Una vez en el campamento todos los participantes, comenzaron las diferentes actividades. Así, durante tres días, los alumnos aprendieron a realizar rescates bajo unas condiciones climatológicas adversas, a andar por la nieve, a realizar autodetenciones con crampones y piolets, y rescates con camillas en alta montaña, además de subir al Veleta. La empresa Nevadensis fue la encargada de desarrollar los talleres programados.

“Los alumnos han regresado muy contentos de esta experiencia. Decían que habían conocido partes de ellos mismos que nunca habían desarrollado antes, ya que nos hizo muchísimo frío durante los tres días que estuvimos en Sierra Nevada. Por la noche alcanzamos temperaturas en torno a los doce grados bajo cero. Los alumnos descubrieron un espíritu de supervivencia que decían que nunca antes habían sido capaces de sacar”, explica Saray Toro, instructora enfermera de la Escuela SAMU.

Unas 15 personas subieron al Veleta, mientras que otro grupo se encargaba de recoger el campamento. “Subir es muy duro, sobre todo porque al andar la nieve te llega hasta la rodilla, además de la falta de oxígeno cuando llegas arriba. Es un esfuerzo más mental que físico. Durante la ascensión vas luchando contigo mismo y con el cansancio acumulado tras tres días de acampada. Tienes que echarle mucho coraje, pero más de cabeza, para conseguir subir”, continúa Saray Toro. “Y cuando llegas a la cima, todo ha merecido la pena. Las vistas son impresionantes. Se ve Jaén, Málaga, se ve todo. Es una gran experiencia”.

Todos los participantes, alumnos y profesores, duermen divididos en dos tiendas neumáticas hinchables grandes. A los alumnos se les recomienda que lleven sacos de dormir en el que la temperatura de confort esté entre los 5 y los 10 grados bajo cero, además de ropa de abrigo impermeable y que no resbale. “La ropa de nieve resbala, por eso se recomienda evitar este tipo de prendas, por si se produce una caída, que no se deslice por la nieve”, aclara la instructora.

Toro destaca la participación de los alumnos y cómo se involucraron. “Esto es muy importante en el desarrollo de una acampada de estas características. Si los alumnos no se involucran, la acampada no sale, ya que tiene mucho despliegue logístico. Es una actividad que se celebra a 400 kilómetros de nuestra escuela. Lo que llevemos es lo que tenemos”, comenta la enfermera, que reconoce que este tipo de actividad comienza a prepararse un mes antes de su celebración. “Los alumnos han participado muy bien y por eso ha salido todo perfecto”.

Los novatos pasan a la acción

Sólo un mes después de que comenzaran las clases del Máster en Atención Prehospitalario, Catástrofes y Acción Humanitaria (APCAH) de la Escuela de Emergencias SAMU, los alumnos han participado en una acampada de supervivencia de tres días, que ha incluido un simulacro nocturno al aire libre.

En el ejercicio participaron 26 estudiantes del Máster APCAH, dirigido a enfermeros, un alumno del máster de Medicina y seis técnicos de emergencias sanitarias (TES), que acudieron como voluntarios de apoyo.

La actividad se realizó entre el 14 y el 16 de noviembre. Ya durante la primera jornada, los alumnos recorrieron andando y con todo el material a cuesta los tres kilómetros que separan la escuela de la Hacienda La Rihuela, en Palomares del Río (Sevilla), donde se desarrolló el ejercicio, según relata Andrés Rodríguez, instructor de la Escuela de Emergencias SAMU. “Esa noche durmieron al aire libre, hicieron vivac, atando la loneta con cuerdas de un árbol a otro”, señala. “Aquella noche también realizamos un taller de iluminaria de circunstancias”.

La segunda jornada se desarrolló en un edificio en ruinas que se encuentra dentro de la hacienda La Rihuela, pero antes, los alumnos tuvieron que llevar en camilla a algunos de sus compañeros desde el punto en el que pasaron la noche como parte del entrenamiento. A lo largo del día, se impartieron diferentes talleres de orientación y navegación, transmisión y comunicaciones, y de cómo llevar a cabo las funciones de triaje en una situación de catástrofe, entre otros.

A la una y media de la madrugada, cuando los alumnos sólo llevaban una hora y media durmiendo, los instructores los despertaron con el sonido de un fuerte petardo por sorpresa. Empezaba el simulacro, que no terminó hasta las cinco de la mañana. “Éste era su primer simulacro y fue muy básico, ya que están empezando”, indica el enfermero Andrés Rodríguez. El objetivo principal de este ejercicio era aprender a movilizar a los pacientes tras un derrumbe en un espacio lleno de escombros. “A través de este tipo de acampadas, los alumnos aprenden a gestionar el agua, la alimentación y el cansancio en una situación de catástrofe, con recursos precarios y circunstancias sorpresas”, indica.

Durante la tercera y última jornada, que arrancó a las siete y media de la mañana, se impartieron nuevos talleres de potabilización del agua, sobre cómo dividir el espacio en caso de catástrofe para la atención de las víctimas y también de movilización e inmovilización de pacientes.