SAMU Tánger: El reto de exportar la excelencia

Cualquiera que haya emprendido la aventura de expandir una empresa en el extranjero conoce las dificultades del proceso. Al llegar, hay que encajar las dinámicas propias de la organización en un contexto cultural, económico y social diferente. Para SAMU, que en 2017 abrió una delegación en Marruecos, no ha sido distinto. Cuatro años y una pandemia después, la conclusión de sus responsables es que, en un entorno complejo, se está realizando una tarea valiosa y valorada por los pacientes, que conocen y aprecian cada vez más lo que puede ofrecerles SAMU. La historia de SAMU en Marruecos es la de una empresa luchando contra las adversidades para ofrecer un servicio de calidad.

Hoy, SAMU Tánger trabaja en colaboración con los médicos, con un equipo propio de enfermeros y técnicos que ponen a disposición de los pacientes tres ambulancias medicalizadas avanzadas. “SAMU Tánger trabaja con medidas y protocolos españoles adaptados al contexto marroquí. Pero cuesta, por supuesto”, explica Hasna Alaoui, coordinadora de la delegación, que añade: “Hay empresas marroquíes que se dedican a lo mismo, pero es algo completamente diferente: no está tan estructurado, ni protocolizado, ni dan el mismo seguimiento”.

Hasta 2020, la principal tarea de SAMU en Tánger era proporcionar asistencia sanitaria ambulatoria de urgencia, con especial atención a los tránsferes internacionales por vía aérea o marítima. Pero 2020 fue un año en que casi todo fue diferente. La pandemia del coronavirus planteó nuevas dificultades y permitió constatar una gran capacidad de adaptación de la entidad, mostrando lo que SAMU puede aportar a un país como Marruecos.

Mientras disminuía la carga de trabajo para atención de urgencias, aumentaba la derivada del seguimiento domiciliario de pacientes que preferían pasar la enfermedad en su casa. SAMU facilita el apoyo logístico en la asistencia y seguimiento a domicilio de enfermos de Covid. “Si no dispones de equipos cualificados, material y protocolos adecuados, no es posible hacer ese seguimiento”, comenta Alaoui, que señala que han podido adecuar los recursos disponibles a esta nueva demanda: “Cuando SAMU acude a un domicilio, es como si llevara una clínica. Los médicos pueden realizar un electrocardiograma in situ, aplicar un tratamiento intravenoso, practicar pruebas PCR o realizar analíticas. El paciente no necesita salir de su casa”. Si se necesita el traslado a un hospital, el mismo equipo se encarga de coordinarlo.

El éxito en estas intervenciones ha mostrado la resiliencia y la capacidad de trabajo de sus equipos, aumentando notablemente la popularidad de la empresa. “Gracias al trabajo que ha hecho SAMU en la pandemia, se ha llegado más a la población. La empresa ha mostrado su capacidad de resolver los problemas tan difíciles que ha generado la pandemia y está en boca de los médicos locales, que llaman para sus pacientes”, apunta Alaoui.

Material puntero y equipos formados

En Marruecos, SAMU sigue teniendo el estatus de empresa de emergencias. Es decir, puede prestar apoyo logístico al trabajo de los médicos. Pronto podría adquirir también el estatus de institución sanitaria, lo que facilitaría su implantación, que no está siendo sencilla.
Borja González de Escalada asumió las riendas del proyecto en sus primeros años. SAMU ya había trabajado en Marruecos prestando ayuda de emergencia tras el terremoto de Alhucemas, en 2004, había colaborado en misiones en Layún, Chaouen, Tan-tan y la región de Tánger, y participado en proyectos para el desarrollo de las capacidades de asistencia prehospitalaria.

Después de viajar al país con el presidente de Fundación SAMU, el Dr. Carlos Álvarez Leiva, se convencieron de la oportunidad de ofrecer un servicio de asistencia sin parangón en Marruecos. “Fue una decisión estudiada, sobre todo con el sector público”, analiza. De todas las sedes posibles, Tánger se perfiló pronto como la mejor: apenas a cuatro horas de Sevilla y con un porcentaje importante de población con conocimientos de español, lo que debía facilitar la consolidación de una plantilla.

Lo primero que hizo SAMU al llegar a Marruecos, nada más disponer de una oficina, fue formar al personal con un curso de ocho horas diarias durante tres meses, en el que se implicó de forma personal el fundador de la empresa. “Inculcar todos los protocolos fue más complicado de lo que pensábamos, por lo que se prorrogó el curso dos meses más y se añadió una formación continua de seis meses”, comenta Borja González de Escalada.

Sin embargo, desde muy pronto, el trabajo de SAMU en Marruecos fue percibido por algunas asociaciones privadas locales como una amenaza al statu quo. “Pero no cejamos en el intento y poco a poco fuimos incorporando servicios y dándonos a conocer”.

SAMU está implantando unos servicios hasta ahora inexistentes en una cultura empresarial y médica muy diferente. “Hay material que aquí no existe”, resalta Alaoui. “En Marruecos nadie ofrece una ambulancia con profesionales. Si tienes que hacer un traslado en UVI móvil, puedes encontrar una ambulancia más o menos medicalizada, pero no un equipo conjuntado y entrenado, con un protocolo, ni en lo privado ni en lo público”, añade Borja González de Escalada. Otro dato: en la asistencia móvil de SAMU, la medicación está incluida, mientras que las empresas locales cobran el suero o el oxígeno, si es que disponen de él. SAMU también ha evitado la práctica de las comisiones, extendida en el país de forma legal.

Borja González de Escalada cuenta una anécdota que refleja el marco en el que operan en Tánger. En Marruecos, el sector privado no puede atender accidentes. Una ambulancia con conductor puede recoger al herido y llevarlo al hospital público. “Hemos tenido que ir detrás de una ambulancia para que llegara al hospital, poder pasar al paciente a la nuestra y trasladarlo al hospital privado que había elegido”.

“Aun así no hemos tirado la toalla y seguimos trabajando para cubrir una demanda inmensa en un sector apasionante y lleno de retos al servicio de la ciudadanía”, concluye.