Carta abierta por el 40 aniversario de SAMU de Carlos González de Escalada, director general de SAMU

Recuerdo que era un niño más o menos de mi edad, quizá más chico. No me alcanza a ponerle la fecha, tampoco el año, era a principio de los años ochenta. Conducía José María Rivera, el primer chófer de ambulancia de SAMU. Mi padre era el médico y yo el camillero. Con la imprecisión de un recuerdo tan lejano me aventuro a decir que íbamos o veníamos de Huelva con un paciente que por su edad me impresionó. Lo que sí recuerdo con nitidez de ese traslado (“evacuación” le llamábamos entonces) era mi misión sanitaria: ir cantando a mi padre los parámetros clínicos que aparecían en el monitor de la cabina asistencial.

Como era algo tan importante, me lo tomé con toda la seriedad del mundo y yo repetía los números que aparecían en el aparato con la cadencia rítmica de un reloj de cuco. Cientos de veces los repetí, sin apartar la vista de aquella pantalla rudimentaria. Aquel niño se salvó y muchas veces me he preguntado qué sería de él, dónde estaría hoy. En aquellos días, si bien no era ya corriente, tampoco era tan excepcional que un imberbe ayudara a su padre en su oficio, y yo me sentí muy orgulloso de aquella intervención.

Mi padre, el Dr. Álvarez Leiva, había comprado en Alemania una UVI móvil que entonces era la primera y la más avanzada de España. Era la época en el que SAMU se dividía en dos: “SAMU base” —la oficina— y “SAMU Móvil” —la ambulancia—. Me lo recordaba mi amigo José Luis de Alcaraz hace unos meses, yo lo había ya olvidado.

También recuerdo que, con 16 años, los domingos me tocaba “guardia de coordinación de noche” desde la base: un piso en la calle Asunción 41, que era de mi abuela materna. Me enfadé mucho porque aquellas guardias no me las pagaron nunca, ya que sufragaban, supuestamente, mi curso en Estados Unidos del año siguiente. Allí hice el COU, una de las mejores experiencias de mi vida.

Estas primeras vivencias las tuve cuando SAMU era una micro-empresa. Mis hermanos y yo tenemos la suerte de haber mamado un oficio que llevamos en la sangre. Hemos evolucionado mucho desde aquella primera UVI móvil, marca Volkswagen, pero el espíritu emprendedor sigue intacto.

Cuarenta años después, somos una entidad mediana con casi 2.000 profesionales en plantilla. Aunque estamos muy profesionalizados, SAMU mantiene su esencia familiar y vocacional.

Tras cuatro décadas de andadura, nos hemos convertido en un grupo de amigos con una clara conciencia de servicio a los demás. Ésa es la causa que da sentido a nuestra actividad corporativa. Estamos aquí por los demás porque, como yo le digo a mis hijos: “servir es lo más digno”.

Sé que el año de este 40 aniversario, 2021, es particularmente complejo para todos nosotros. Es duro trabajar día a día sin saber muy bien qué nos va a deparar el futuro. En toda actividad privada, el éxito de ayer no garantiza el triunfo mañana. Los gestores afrontamos la reválida diaria de sostener el legado de nuestros mayores, cuando la mar está tan brava.

Obsesión por la calidad, valentía, creatividad, austeridad, entereza, ausencia de burocracia, aportar soluciones, espíritu científico, quitar preocupaciones al cliente, cercanía, flexibilidad, respuesta rápida, gestión de la incertidumbre… son actitudes que yo he aprendido de mi padre y que lucen altas en el pabellón de SAMU. Todos las compartimos.

Como en cualquier organización que crece, SAMU también tiene que enfrentarse a sus propios retos. Lograr una organización eficiente; ofrecer formación a todos; servir a tantas administraciones públicas diferentes o convivir con presupuestos restrictivos son sólo algunos de ellos. Mi preocupación constante es mi equipo, del que estoy tan orgulloso.

La década que empieza va a tener un color especial. Vamos a apostar de manera muy decidida por dar un impulso internacional a las actividades de nuestra casa. También vamos a constituir un Instituto de Investigación Científica para devolver a la sociedad nuestro saber en un formato de la máxima excelencia. También queremos seguir acompañando a las administraciones que tengan necesidades críticas y, en general, a todos los clientes que saben que siempre estaremos a su lado.

Se cumple esta efeméride señalada y doy las gracias a todos los que han confiado en SAMU a lo largo de años, también a nuestros proveedores, a mi personal y a mi familia.

Ahora, ¡a por otros cuarenta años!