Rocío Álvarez: «Es crucial fortalecer los lazos entre los centros de día y la comunidad»
La Unidad de Estancia Diurna San Lucas abrió sus puertas en 2008. La trabajadora social Rocío Álvarez (Sevilla, 1979) fue su primera directora. Catorce años después y tras una etapa al frente del área de Sostenibilidad, vuelve a dirigir este centro especializado en la atención de personas con discapacidad intelectual.
—¿Cuándo comenzó a trabajar en SAMU?
—Comencé a trabajar en SAMU en 2007 como educadora en el primer centro de acogida inmediata que abrió en Motril dirigido a menores que llegaban a la costa en pateras. Fue una experiencia muy dura e intensa. Yo venía del otro lado, hacía voluntariado en una ONG de Educación y Cooperación para el Desarrollo en Marruecos.
—Justo un año después, SAMU abrió la Unidad de Estancia Diurna (UED) San Lucas, centro que hoy dirige. ¿Cuál es su historia con este recurso?
—San Lucas es mi campo base. Fui su primera directora, cargo que ocupé durante tres años. Luego me fui de España y estuve trabajando en Chile en el área de salud mental y personas sin hogar como trabajadora social. Cuando regresé a SAMU volví a San Lucas como trabajadora social, labor que, más tarde, compaginé con la dirección del área de Sostenibilidad de SAMU junto con la inestimable ayuda de mi querida compañera Beatriz Estrada Vida. Y en mayo asumí de nuevo la dirección del centro.
—Lleva muchos años vinculada a la organización. ¿Cómo describiría su evolución?
—He participado en gabinetes de crisis de varias misiones de ayuda humanitaria, lo que me ha permitido conocer más y mejor la entidad, a la que considero mi casa. He llevado la coordinación del dispositivo de emergencias para la acogida de personas sin hogar en el polideportivo sevillano de Rochelamber durante la pandemia y la dirección del dispositivo de emergencias para la acogida de personas temporeras, la mayoría extranjeras, en Lleida. Durante este tiempo, he visto a SAMU crecer con pasos de gigante y ampliar los proyectos de acción social, multiplicándose las personas beneficiarias del buen hacer de los profesionales con los que cuenta SAMU. Recuerdo que antes conocías a todos los compañeros. SAMU era una pequeña familia. Y ahora hay muchas caras nuevas y otras no tan nuevas pero que ya no conoces, pero siempre con la misma profesionalidad y cercanía que caracteriza a esta casa. Es la misma familia pero mas grande.
—¿Cómo vive esta segunda etapa como directora de la UED San Lucas?
—Es una gran responsabilidad y conlleva un grado de implicación muy alto. La vivo con entusiasmo y alegría, y también con mucha exigencia. San Lucas es un recurso especializado en la atención de personas con discapacidad intelectual y graves trastornos de conducta, además de personas con daño cerebral sobrevenido. Aquí es fundamental que esté todo coordinado, sin grietas. De ahí la importancia del trabajo en equipo, todos remando hacia una misma dirección. Por otro lado, me hace especialmente ilusión en esta segunda etapa como directora volver a contar con parte del equipo con el que abrí el centro en 2008. Yo les llamo la resistencia.
—¿Cuáles son sus retos como directora de San Lucas?
—Actualmente, uno de mis objetivos principales es poder cubrir todas las plazas que tenemos a través de una fuerte campaña de difusión del recurso. Sabemos que hay muchas familias que necesitan un recurso como el nuestro. Otro de mis objetivos siempre será cuidar a mi equipo, que cuente con los medios y tiempos necesarios para llevar a cabo la inmensa labor que realiza.
—¿Por qué decidió centrar su carrera profesional en el campo de la dependencia?
—Creo que por la misma razón por la que estudié Trabajo Social. Considero que es una manera de generar un impacto positivo en las vidas de las personas que más lo necesitan. Sé lo complicado que es convivir con personas que presentan una discapacidad intelectual y trastornos de conducta en un domicilio. Por regla general, los progenitores o los cuidadores principales se hacen mayores y, a la vez, la persona dependiente adquiere cada vez más fuerza. En la mayoría de las ocasiones, los cuidadores no pueden, no saben o no cuentan con las herramientas necesarias para abordar una situación difícil en casa. La mayoría de las familias se sienten abrumadas y también desesperadas. Nuestro centro de día tiene un equipo de profesionales que trabaja con la persona usuaria y también con las familias. Trabajar en este ámbito es una oportunidad para promover la inclusión, la autonomía, la igualdad de oportunidades y el respeto por la dignidad de cada persona. Y esto es lo que me motiva. A través de mi trabajo puedo contribuir a que esto pueda ser una realidad, que deje de ser un eslogan, que estas personas tengan una mayor calidad de vida y que puedan alcanzar su máximo potencial.
—¿Cuántas personas han pasado por San Lucas desde su apertura en 2008?
—En total hemos atendido a 144 personas. Actualmente, contamos con 43 plazas, de las cuales 33 están ocupadas.
—¿Cómo promueve el centro la autonomía y la inclusión social de los usuarios?
—Participamos en los talleres del distrito como cualquier otro vecino. Realizamos excursiones y salidas a muchos lugares de interés para ellos y propuestos por ellos. En estas actividades, los profesionales procuramos no llevar el uniforme porque, de alguna manera, con él estamos señalando a las personas que necesitan apoyo. Ya nos ha pasado que en una cafetería el camarero ha invisibilizado a las personas usuarias preguntando directamente al monitor qué querían tomar ellos. Igualmente, participamos en los eventos organizados por otras entidades dedicadas a la atención de la discapacidad. Y asistimos a los grandes eventos de la ciudad, como la Feria, la Navidad o la Semana Santa como cualquier otro ciudadano. Uno de nuestros principios es no hacer aquello que ellos pueden realizar por sí mismos. De hecho, muchos de nuestros usuarios utilizan de manera independiente el transporte público. Esto supone el manejo de dinero, orientación, conocer los medios de transporte, su recorrido. Trabajamos para que otros usuarios puedan hacerlo también.
—¿Cuáles son los principales desafíos a la hora de ofrecer una atención de calidad?
—Uno de los principales desafíos es adaptar las intervenciones con los usuarios. Cada uno tiene un perfil único y esto implica adaptar constantemente los apoyos, los espacios y talleres de una manera personalizada. La formación continua del personal es otro de los desafíos al que nos enfrentamos, ya que aunque el equipo de trabajo está muy cualificado y cuenta con una larga trayectoria en la unidad, una atención de calidad requiere constantemente una actualización de los enfoques terapéuticos y de la metodología. De igual forma, los trastornos de conducta exigen manejar situaciones complejas, de estrés y, en la mayoría de las ocasiones, estas situaciones son imprevisibles. Esto requiere unos protocolos bien establecidos y la capacidad de adaptarnos rápidamente en cada caso sin comprometer la seguridad ni la dignidad de las personas usuarias. Por último, la sensibilización social sigue siendo un aspecto critico de nuestro trabajo, así como facilitar la participación activa de las personas en su entorno comunitario.
—¿Cómo cree que la sociedad podría mejorar la integración y el apoyo a las personas con discapacidad?
—Es crucial fortalecer los lazos entre los centros de día y la comunidad. Esto genera más oportunidades para que las personas con discapacidad participen en actividades educativas, culturales y recreativas en igualdad de condiciones. Es fundamental promover la sensibilización y la educación para derribar los estigmas y prejuicios que aún existen. Esto implica campañas de concienciación que muestren las capacidades y el valor de estas personas. Además, los centros de día deben apoyar a las familias que cuentan con un miembro con una discapacidad, las cuales no se encuentran preparadas psicológica ni económicamente. Tenemos la responsabilidad de proveer un paraguas protector que les permita a muchos sobrevivir en la comunidad. Se necesitan políticas publicas sociales sólidas que garanticen recursos adecuados a centros de días y otros servicios de apoyo. Y, por último, recae en cada uno de nosotros poder contribuir adoptando una actitud mas empática, abierta y libre de prejuicios. La inclusión no es solo responsabilidad de las instituciones, es un esfuerzo colectivo que beneficia a toda la sociedad.