Dos meses en la frontera de Ucrania

Hace ya dos meses que SAMU inició una misión humanitaria en la frontera con Ucrania para atender a los miles de damnificados por la invasión de Rusia a Ucrania. El 2 de marzo, un equipo de ocho personas lideradas por Borja González de Escalada, vicepresidente de Fundación SAMU, se convirtió en el primer contingente de la organización andaluza que viajaba al este de Europa tras el inicio de la guerra. Su destino inicial fue la frontera de Rumanía con Ucrania. Dos meses después, SAMU tiene presencia en tres países fronterizos distintos (Rumanía, Moldavia y Polonia) y, recientemente, ha enviado un tercer contingente. La misión de SAMU en Ucrania no tiene, de momento, fecha de finalización. De hecho, según confirman fuentes de la organización, ya hay preparado un cuarto equipo que viajará a la zona en las próximas semanas, y no se descarta constituir un quinto grupo.

El último contingente de voluntarios que ha viajado hasta la fecha a la frontera con Ucrania lo hizo el 11 de abril. Este equipo de relevo está formado por siete personas, entre las que se encuentran enfermeros, médicos y técnicos de emergencias sanitarias, y el destino inicial ha sido Tulcea (Rumanía). Con ellos, el despliegue de SAMU en la zona será de 10 voluntarios, que se dividen en campamentos situados en la frontera de Ucrania con Rumanía y también en la frontera con Moldavia.

La labor de SAMU sobre el terreno consiste en atender a las personas que llegan a los campamentos a través de las fronteras con el país ucraniano. Las patologías más atendidas por parte de los voluntarios, que prestan ayuda a refugiados de todas las edades, son problemas de hipertensión, episodios de infarto o hipotermias.
Juan González de Escalada, director del área de Emergencias de SAMU y jefe de este tercer contingente, ha sustituido sobre el terreno a su hermano Borja González de Escalada, vicepresidente de Fundación SAMU y, hasta ahora, jefe de esta misión humanitaria.

Juan González de Escalada explica que este tercer contingente ha desplegado sus actuaciones de nuevo en Tulcea, ciudad de Rumanía próxima a la frontera con Ucrania, y en Moldavia, que también linda con el país invadido por las tropas rusas. Del mismo modo, señala que SAMU cuenta con “una persona de referencia” en Polonia ante “la posibilidad” de instalar en este país un centro de acogida para mujeres y niños procedentes de Ucrania.

Los efectivos de SAMU están “perfectamente integrados en la estructura de respuesta” humanitaria desplegada en las fronteras de Ucrania, que de por sí cuentan con “equipos suficientemente nutridos con toda la logística sanitaria necesaria”, según apunta el director del área de Emergencias de SAMU.

González de Escalada también comenta que los refugiados que llegan hasta estos dispositivos gozan de “buena situación física”, con lo que las actuaciones de los efectivos de SAMU suelen tener en estos momentos un cariz más social que sanitario. No obstante, el equipo humano movilizado cuenta con “capacidad para soporte vital básico, intermedio y avanzado”, incluyendo además a “dos ginecólogos de dilatada experiencia” para hacer frente a las posibles contingencias sanitarias.

Un albergue para refugiados en Polonia

Desde que el viernes 5 de marzo el primer contingente de SAMU llegara a Issacea, su primer destino, estos profesionales no han dejado de atender a las personas provenientes de Ucrania que huyen de la invasión rusa. En ese punto, Issacea, los refugiados atraviesan el país por el río que hace de frontera natural entre ambos estados del este de Europa. “En la mayoría de los casos, atendemos problemas menores de salud. Muchos son infecciones respiratorias y algunas heridas superficiales. Si detectamos patologías mayores, derivamos al hospital más cercano de la zona”, explica Borja González de Escalada. “La presión humanitaria que veíamos hace unas semanas se ha ralentizado en Rumanía. Después del éxodo de tres millones de personas, el flujo de personas parece disminuir”. Sin embargo, para esta decena de valientes no hay descanso.

Al poco tiempo de llegar a Rumanía, cuatro de las ocho personas del equipo de SAMU se desplazaron a Ivancea (Moldavia). Allí recorrieron y visitaron albergues y refugios improvisados para acercar la clínica lo máximo posible. “Muy especialmente en un país tan pobre como Moldavia, cuya población se ha quintuplicado con la llegada de refugiados de Ucrania”, continúa Borja González de Escalada.

“Ahora mismo, el equipo de Moldavia se ha instalado en un albergue de 400 personas de Chisináu, su capital. Y nos vamos apañando con traductores on line y personales porque aquí nadie habla inglés”, subraya el vicepresidente de SAMU. Allí, la presencia de menores ucranianos es mayor, por lo que consultan constantemente a un pediatra de un equipo suizo ante cualquier posible complicación. “Ya nos estamos haciendo un nombre y la población confía en nosotros”.

El siguiente gran reto es Polonia. En este país la recepción de refugiados ucranianos en Polonia es “diez veces superior a la que soporta Rumanía”, según destaca Borja González de Escalada. Por esta razón, y observando que existen pocos albergues para acogerlos, SAMU está trabajando y haciendo las gestiones oportunas para habilitar un edificio que dé cobijo “a entre 100 y 150 personas durante, mínimo, un año”.

Según el vicepresidente de Fundación SAMU, tanto el cuerpo de Policía, como el de bomberos rumano es “amabilísimo”. El campamento base es algo muy provisional, “pero allí hay tiendas de campañas con calefacción a tope y urinarios químicos. Además, algunas personas llegan con pasaporte y otras no. Las autoridades rumanas están facilitando todos los trámites a los refugiados con gran celeridad”.

“No todo el pueblo ucraniano que llega a la frontera conoce su destino siguiente. Allí mismo, sobre la marcha, lo deciden, pero no suelen pernoctar en el punto fronterizo. Lo más habitual es solicitar ir a Bucarest y de ahí a otras ciudades de Europa”, explica Borja González de Escalada, que regresó a Sevilla el 15 de abril tras un mes y medio en la zona. A pesar del frío y el cansancio, los voluntarios de SAMU han podido comprobar que muchos ciudadanos de Ucrania creen que su desplazamiento es algo temporal. “Esperan volver a casa en unas cuantas semanas. Lo están deseando”.

En primera persona

Miguel Ángel López y Clara Ávila, enfermeros y estudiantes del Máster de Enfermería en Urgencias, Emergencias, Catástrofes y Acción Humanitaria de SAMU y la Fundación San Pablo Andalucía CEU, formaron parte del primer contingente que envió SAMU para asistir a los refugiados ucranianos. Ya de regreso, cuentan su experiencia: “En un mes hemos sido conscientes de la parte más cruel del ser humano, pero también de la más bondadosa, las ganas de ayudar y los voluntarios que se ofrecen constantemente”, declara López. “Nosotros no somos héroes ni nada de eso. Hemos hecho lo que sabemos hacer”.

Este primer equipo atendía a los ucranianos que llegaban a Isaccea en un ferry que cruzaba el río Danubio. Cada día supervisaban a entre 100 y 300 refugiados. Los enfermeros aclaran que la mayoría de estas personas llegaban con crisis de ansiedad o estrés, crisis hipertensivas o descompensaciones crónicas como consecuencia de no haber podido continuar con su medicación habitual. “El peor caso que tratamos fue el de una pareja de jóvenes. Ella había sido madre primeriza por cesárea hacía cuatro días. Estaban en shock. Desde el hospital cogieron el ferry. No sabían dónde iban a ir ni cómo actuar como padres, tenían un desconocimiento absoluto y padecían una fuerte crisis de ansiedad”, explican los enfermeros.

Recursos disponibles

Ambos coinciden en que les ha sorprendido la cantidad de recursos que tenían los refugiados al cruzar la frontera. “Llegaban y les daban una tarjeta SIM para el móvil, autobuses gratuitos hacia diferentes destinos, pasaportes rumanos, comida, alojamiento…”, señala Miguel Ángel López, al que le llamó la atención que eran muchas las familias que llegaban con sus mascotas, a las cuales se les proveía con un chip europeo.

“Una de las cosas que más me ha impactado ha sido ver cómo las madres gestionaban sus emociones delante de sus hijos para tratar de ocultarles el dolor. En la ambulancia atendíamos a mujeres que estaban llorando y, cuando se giraban, se ponían a jugar con sus hijos de manera alegre”, comenta Clara Ávila.

Miguel Ángel López reconoce que, al menos durante el primer mes de la misión, tiempo en el que ellos estuvieron trabajando en esta zona, era más necesaria la ayuda social que la sanitaria. “Es como si nosotros tenemos que salir de casa mañana mismo con lo puesto. Los refugiados que llegaban a Rumanía estaban bien de salud, lo que necesitaban era alojamiento, transporte o un trabajo”. El enfermero asegura que los primeros desplazados que llegaron los primeros días tras la invasión a Rumanía eran personas de clase media o alta.

“Para coger el ferry había que pagar unas tasas, por lo que quienes tenían dinero han ido saliendo antes. Ninguna de las personas que llegaban tenían entre sus pensamientos volver a su país, pero en Moldavia, que está cerca de una zona prorrusa ucraniana, la situación era diferente. Las personas que llegaban a este punto sí tenían la idea de retornar a sus casas cuando acabe la guerra”, apunta López.

La importancia de las donaciones

Para continuar con este dispositivo, SAMU mantiene una línea abierta de solicitud de voluntarios a través del correo electrónico voluntariado@samu.es. También está abierta a la realización de donaciones de medicación y/o material fungible y a las donaciones económicas.

Gracias a la donación de 12.000 euros realizada en marzo por el Ayuntamiento de La Rinconada, SAMU ha podido enviar nuevos contingentes y materiales sanitario a Rumanía y Moldavia.

Respecto a la ayuda económica, se ha habilitado una cuenta corriente (ES78 0075 3018 24 0665001543), a la vez que se pueden hacer donaciones directas a través del Bizum de Fundación SAMU.