Cómo Zampou se convirtió en un trabajador esencial

Ha sido un año difícil para todos, qué duda cabe. A la preocupación por la salud general, entender nuestro nuevo modelo de relación social y desarrollar estrategias para rediseñar nuestras vidas, se sumaba la preocupación por la destrucción del empleo. No es una frivolidad, estábamos y estamos muy preocupados por la destrucción del empleo. La columna vertebral de nuestro Programa de Alta Intensidad (PAI) para jóvenes extutelados es la inserción laboral. Sólo así nuestros jóvenes podrán emprender de manera autónoma y en condiciones de seguridad su camino hacia la vida adulta.

El protagonista de esta historia, Zampou (natural de Burkina Faso) inició su actividad laboral en la Panadería Molino del municipio de Motril en enero de 2020. Tras un periodo de prueba nos comunicaron que sería contratado a jornada completa durante un año, condiciones necesarias para tramitar su permiso de trabajo. Su felicidad era inmensa: lo había conseguido tras mucho esfuerzo.

A las pocas semanas se decretó el estado de alarma por la pandemia del Covid-19 y afloraron en nuestros jóvenes los impactos psicológicos del confinamiento y el estado de incertidumbre continuado: desde la preocupación por el estado de salud de familiares en sus países de origen al deterioro del contacto social directo con amigos y compañeros de trabajo, la pérdida de empleo o de la fuente de ingresos y la incertidumbre sobre el futuro y, por lo tanto, sobre la capacidad para afrontar el proyecto personal de vida iniciado.

En el caso de Zampou, al tratarse de un sector esencial, se sumaba el estrés propio de personas que siguieron trabajando y asumiendo importantes riesgos y responsabilidades (sanitarios, empleados de supermercados, limpiadoras, transportistas, conductores,…). A pesar de ello, se sentía (y se siente) afortunado.

El efecto de la crisis en los jóvenes

La población joven ha experimentado las consecuencias más virulentas de la crisis económica que ha desencadenado la pandemia del Covid-19: “Tras los meses de confinamiento, solo el 33,5% tenía un empleo y la tasa de actividad ha bajado del 50% por primera vez en la última década”. Así lo refleja el informe Juventud en riesgo: análisis de las consecuencias socioeconómicas del COVID-19 sobre la población joven en España, elaborado por el Instituto de la Juventud (Injuve) y el Consejo de la Juventud de España.

Por nacionalidad, la tasa de paro de la población española es del 14,46%, mientras que la de la población extranjera en nuestro país alcanza el 26,58%. También por nacionalidad, el número de activos aumenta el último trimestre de 2020 en 123.500 entre los españoles y en 40.700 entre los extranjeros (Encuesta de Población Activa – cuarto trimestre de 2020).

Estos datos son poco alentadores para los profesionales que trabajamos dedicados a la orientación e inserción laboral de un colectivo. En todos los casos, dice el estudio, las cifras reflejan “una pauta dual característica cíclica” del sistema productivo español: “las personas jóvenes, cuyos empleos son mayoritariamente temporales y precarios, son despedidas (o no renovadas) a bajo coste en épocas de crisis”. Y justo ahora atravesamos uno de estos periodos.

Sin embargo, este no ha sido el caso de Zampou. Tras un año de aprendizaje, hoy es un gran panadero, una pieza importante en el obrador de pan en el que desempeña su trabajo. El fin de su contrato, no obstante, trajo consigo los inevitables miedos e inseguridades.
En nuestra situación geográfica, el turismo, la hostelería, el comercio y el resto de servicios han acusado gravemente la crisis provocada por la pandemia, por lo que los miedos de Zampou al acercarse la fecha del fin de su primer contrato no eran del todo irracionales. Somos conscientes de su incertidumbre y nervios el día que fue llamado al despacho del gerente.

Ese día cambió todo, pues le comunicaron a Zampou que, a partir de ese día, formaría parte de la plantilla de la panadería de manera indefinida. Tardó unos segundos en digerir la noticia e inmediatamente hizo una llamada al equipo del PAI SAMU Motril para comunicarnos lo que había ocurrido: “Acabo de firmar mi contrato indefinido”, decía una voz emocionada y entrecortada.

Hoy más que nunca, desde el Programa de Alta Intensidad gestionado por Fundación SAMU seguiremos ejerciendo de puente entre jóvenes en riesgo de exclusión social y el tejido empresarial de los territorios en los que trabajamos, mejorando la empleabilidad de todos estos chicos, dotándoles de las herramientas técnicas y de competencias para lograr una eficaz inserción laboral y su inclusión social activa. Sólo así, minimizaremos el riesgo de que los jóvenes vean amenazado su proyecto de emancipación.

Autor: SIHAM KHALIFA EL ABDI.
Responsable PAI SAMU Motril