Virginia Alcaraz, profesora de la UPO: «Busco la inclusión social de todos a través del deporte»

Virginia Alcaraz (Sevilla, 1981) es profesora de la Facultad de Ciencias del Deporte en la UPO, donde imparte la asignatura Actividad Física y Deportiva en el Medio Natural. Desde 2016, colabora con Fundación SAMU en proyectos inclusivos en los que participa junto con sus alumnos universitarios

—¿Cuándo y cómo comenzó a colaborar con Fundación SAMU?
—Hace ya bastante tiempo que colaboro con Fundación SAMU. Mi primer contacto con la organización fue en 2016 a través de Francis Ruiz, educador de Fundación SAMU. En aquel momento yo era profesora en la Universidad de Sevilla y la idea de Francis era que colaborara con SAMU en la creación de la I Carrera Popular Inclusiva Aljarafe Integra, que finalmente se celebró en Mairena del Aljarafe en octubre de 2016. De forma conjunta, diseñamos todo el circuito. A raíz de esta primera colaboración, surgieron nuevos proyectos conjuntos, pero la pandemia nos obligó a parar.

—Tras la carrera popular, ¿qué tipo de actividades y colaboraciones llevó a cabo con SAMU?
—Cuando trabajaba aún en la Universidad de Sevilla (US), a través de una asignatura de expresión corporal, participé junto a mi compañera Nuria Castro Lemus, profesora del departamento de Motricidad Humana de la US, y a mis alumnos en actividades y montajes con SAMU Idilio, la compañía de teatro Idilio Escénico y otros grupos de artes escénicas de otras asociaciones. También, ya en la UPO, a través de mi asignatura de Actividad Física y Deportiva en el Medio Ambiente, realizamos de forma conjunta actividades deportivas diversas como orientaciones en el campo en el Parque del Alamillo, yincanas y otras actividades de diferente índole en el medio natural.

—En 2017, participó en el I Congreso Internacional de Discapacidad Intelectual, Actividad Física y Salud, en el que SAMU era uno de los organizadores.
—Cierto. Además de participar en su organización, presenté junto con un compañero una comunicación científica que formaba parte de un trabajo fin de carrera que se centraba en el estudio del estado anímico precompetitivo de las personas con parálisis cerebral que practican boccia, un deporte paralímpico. Se pretendía comprobar si estos deportistas se encontraban en óptimas condiciones psicológicas para afrontar la competición. Yo ya me he desvinculado de esta investigación, pero mi compañero Francisco Padilla continúa con ella.

—¿Sólo realiza colaboraciones con entidades especializadas en la atención de personas con discapacidad intelectual?
—No, también colaboro con otros colectivos o grupos vulnerables como personas con discapacidad, personas mayores, niños. Una de mis líneas metodológicas dentro de la docencia es el Aprendizaje-Servicio, que se basa en combinar los aprendizajes académicos con el servicio comunitario, en la intervención real, con colectivos sensibles. En mi caso, colaboro tanto con SAMU como con otras entidades dentro de esta línea pedagógica en la que mis alumnos participan y diseñan actividades en las que se puedan incluir a personas de diferentes orígenes o capacidades. Luego, en función de las necesidades de la persona o el colectivo, se hacen las adaptaciones o ajustes correspondientes. Pero la idea es siempre llevar a cabo una actividad física inclusiva desde una perspectiva participativa y formación consciente del alumnado universitario, que no se forme solo a nivel teórico, sino que se forme en intervención real.

—¿Qué objetivos persigue con este tipo de actividades?
—Son diferentes en función del participante y del destinatario. Para el alumnado, son actividades en las que buscamos formar a través de la experiencia y el contacto con la sociedad, formar a través de una concienciación y una atención a las necesidades sociales que nos encontramos. Y para los destinatarios de la actividad, el objetivo principal es la inclusión a través de la actividad física, recreativa, lúdica y, en algunos casos, competitiva. Disfrutar de la actividad física, ya sea en el medio natural adaptado, en parques urbanos o en un medio natural real, o en entornos más habituales como gimnasios o pabellones en el caso de actividades relacionadas con la danza o el teatro. El objetivo final no es otro que realizar una práctica inclusiva que nos lleva a una inclusión social a través de la actividad física y a unos beneficios tanto sociales como físicos y psicológicos.

—¿Cómo beneficia este tipo de colaboraciones a sus alumnos?
—Ellos lo valoran de forma muy positiva precisamente porque tienen mucha formación teórica. Al final se quedan con las características generales que marcan los autores sobre los diferentes colectivos, pero no tienen un contacto real con estos grupos ni una aplicación de ese conocimiento. Los alumnos agradecen estas actividades conjuntas porque ponen en práctica lo aprendido y corrigen, entre comillas, esas concepciones que van adquiriendo en las diferentes asignaturas. Es un aprendizaje más global e integrador.

—¿Y a las personas con discapacidad intelectual y al resto de colectivos con los que trabaja, cómo les beneficia esta colaboración?
—Diría que de forma muy positiva también porque todo el mundo repite. Las valoraciones que recogemos tras la actividad siempre son buenas y nos dicen que les gustaría que hiciéramos más actividades conjuntas. Por culpa de la pandemia, hemos estado mucho tiempo parados. Este curso, aunque no hemos podido tampoco estar al 100%, hemos podido empezar a retomar algunas actividades conjuntas a partir de febrero o marzo. Pero en años anteriores, antes de la pandemia, sí tuvimos experiencias muy positivas y resultados muy interesantes. El boca a boca nos ha permitido contactar con otras entidades y colectivos.

—Aunque hayan sido pocas, ¿qué actividades concretas habéis podido llevar a cabo junto con Fundación SAMU este curso?
—Este año sólo se ha llevado a cabo una pequeña actividad por el tema de la pandemia. Se hizo un circuito multiaventura en el campus de la Pablo de Olavide en el que los participantes hicieron equipos inclusivos en los que había personas con discapacidad y alumnos universitarios. Fue una experiencia muy positiva en la que tanto alumnos como participantes se mostraron muy contentos con la actividad, aunque nos hizo un día con muchísimo calor. No queríamos cerrar el año en blanco otra vez, por eso decidimos organizar esta actividad, un poco de manera simbólica. El objetivo era volver a entrar en contacto un poco con la naturaleza.

—Y para el próximo curso, ¿qué proyectos tiene en mente?
—Hay un proyecto por ahí pendiente que está metido en un cajón desde hace tiempo y que quizás retomemos. Supongo que el próximo curso reanudaremos las colaboraciones de forma progresiva, tanto con compañeros y alumnos de la Universidad de Sevilla como de la UPO y de la Escuela Universitaria de Osuna, donde también trabajo. A ver cómo se porta el año y la pandemia.

—¿Me puede adelantar algo de ese proyecto pendiente que ha comentado?
—Como no sé si vamos a poder retomarlo, prefiero no desgraciarlo.