Caravana Solidaria Escolar Sevilla-Marruecos: Un gesto sencillo y extraordinario

Pocos segundos después de que el reloj marcara la seis de la mañana del 28 de octubre, comenzamos un viaje que dejaría una huella profunda en las vidas de las 15 personas que formamos parte de la Caravana Escolar Solidaria Marruecos 2019, la última misión de cooperación internacional del equipo de SAMU.

La llegada a Tánger no fue fácil. Bajo la dirección del doctor Carlos Álvarez Leiva, fundador de SAMU, y la participación de especialistas en medicina, enfermería, emergencias sanitarias, pedagogía e integración social, tanto del equipo de SAMU como del de nuestros hermanos de SAMU Tánger, la expedición a Marruecos llevaba sobre sus espaldas (y de la flota de vehículos habilitada para este proyecto) decenas de cajas con material escolar y toneladas de ilusión con el objetivo de repartirlas en escuelas y colectivos infantiles en situación de vulnerabilidad del norte del país en tan solo cuatro jornadas.

Nuestros primeros destinos fueron las aldeas de La Madraza, Marge Iowa, Dar Maymun y Guelide. Al descender de los vehículos, pusimos en marcha una operación organizada de forma milimétrica para cubrir en el menor tiempo posible las máximas necesidades del centenar de niños y niñas que nos esperaban con sonrisas llenas de luz. Es complejo describir la emoción que se siente cuando ves a un pequeño de apenas seis años dejando a un lado sus viejas sandalias para calzar unos zapatos nuevos, mientras sostiene con incredulidad y admiración su primer juguete.

Caravana escolar solidaria SAMU Sevilla-Marruecos

Caravana escolar solidaria SAMU Sevilla-Marruecos

El origen de esta Caravana Escolar Solidaria se remonta a la puesta en marcha hace tres años de SAMU Tánger. La delegación ha permitido a SAMU tener contacto con numerosas organizaciones locales que trabajan con personas en riesgo de exclusión social y conocer, de primera mano, las necesidades de determinados colectivos de niños en el norte del país. Es a raíz de trabajar con estas entidades cuando el equipo de SAMU toma constancia de la necesidad de reforzar el proceso educativo de estos niños, y de la oportunidad de hacerlo llevándoles materiales muy valiosos para ellos.

Así, la expedición de SAMU iba cargada con más de 100 cajas que incluían 1.000 mochilas dotadas con un set completo de material escolar (2.000 cuadernos y libretas, 800 estuches y 7.000 lápices), además de ropa y calzado.

Con este cargamento, la caravana llegó a su siguiente escala: el centro de las Adoratrices. En pleno corazón de Tánger se encuentra este espacio que proporciona asistencia a madres en riesgo de exclusión social con escasos recursos.

El equipo de SAMU, fiel a su vocación, no solo entregó material escolar sino que también prestó asistencia sanitaria allí donde ésta era útil. Los compañeros atendieron a decenas de personas. La expresión de los bebés mientras recibían consulta médica y el agradecimiento de sus madres son una de las sensaciones que más me han marcado en esta misión.

Continuamos recorrido en las aldeas de Ehawde y Mjibha. Nuestros pasos avanzaban con decisión escudriñados por tímidas risas que mostraban con sencillez una pequeña parte de la profundidad que se escondía detrás de todas las miradas que nos seguían con atención. Con cada detalle que entregábamos, recibíamos montañas de felicidad y gratitud. La realidad traspasaba nuestras fronteras y nos ataba al suelo de Marruecos.

Nuestra última jornada fue la más intensa. En primer lugar, visitamos la guardería que gestionan las Hermanas de Jesús de María en Tánger. El cansancio permanecía aparcado ante las ganas y el deseo de concluir el último día con todos los objetivos cumplidos.

Cada uno de los voluntarios que han formado parte de este proyecto ha dejado un trozo de su corazón en él. Este último día no podíamos defraudar a quienes nos esperaban con el alma encendida. A través de una cadena humana, fueron pasando una a una todas las cajas y juguetes hasta llegar a las puertas del colegio, cuyo responsable nos recibió con enorme afecto.

El frío y la lluvia fueron compañeros en las últimas horas de la expedición. Las aldeas de Ivitar, Karkar, Elyasamine, Dar LBerdae y Sayosa fueron las protagonistas del fin de nuestra experiencia. Entre juegos, globos y canciones fuimos ordenando todos los mensajes que formaban parte de esta historia, añadiéndolos a una larga lista de experiencias que llenan nuestras mochilas.

Con todo el material entregado y casi un millar de abrazos a nuestras espaldas, volvemos con la sensación de haber hecho un poco más felices a todos los niños y niñas que nos han recibido en sus hogares, con la satisfacción del trabajo bien hecho y la inquietud y las ganas de volver.

Me quedo con la ilusión; con los colores; con las pompas de jabón que descubrían un universo en cada vuelo que realizaban sobre nuestras manos; con cada gramo de atención que hemos aportado en las aldeas y que nos ha sido devuelto de la forma más tierna que podíamos imaginar. Me quedo con el compañerismo; con el aprendizaje y el esfuerzo que han sido las claves que han hecho posible esta aventura. Y, sobre todos estos factores, me quedo con la solidaridad y la empatía que han marcado cada una de las acciones llevadas a cabo por un grupo de personas incomparables.

El valor y la responsabilidad para cambiar el entorno que conocemos necesitan únicamente a personas que quieran cambiar su destino. Hay millones de familias que precisan de nuestra ayuda y el mundo que nos rodea tiene guardadas cosas muy sencillas y a la vez maravillosas que podemos hacer por ellas. Tan solo hay que decidir cómo deseamos afrontar nuestro día de mañana y con qué herramientas vamos a salir a buscarlas.

Autora: Marina Duarte