Lecciones aprendidas a propósito de la DANA de Valencia
Por Carlos Álvarez Leiva, presidente fundador de SAMU
Durante las últimas cuatro décadas, he tenido la oportunidad de contribuir en la gestión de numerosas catástrofes tanto en España como en más de veinte escenarios internacionales. Mi experiencia abarca desde las inundaciones en León y el País Vasco hace varias décadas hasta eventos recientes que han desafiado nuestra capacidad de respuesta. Esta diversidad de experiencias ha enriquecido mi entendimiento sobre las dinámicas de las crisis y la importancia de una gestión efectiva. Mi participación no solo refleja un compromiso con la mejora continua en este campo, sino también la necesidad de compartir conocimientos y aprender de cada situación para fortalecer nuestra preparación.
Además de mi participación directa en la gestión de catástrofes, en SAMU Sevilla hemos tenido el privilegio de formar a miles de profesionales en emergencias a lo largo de los años. Esta labor docente ha sido una parte fundamental de mi carrera, permitiéndome transmitir los conocimientos adquiridos en el terreno a las nuevas generaciones de especialistas. Esta experiencia educativa ha enriquecido mi perspectiva y ha reforzado mi enfoque hacia la mejora continua en la preparación y respuesta.
El suceso
La DANA en Valencia, un evento meteorológico extremo, dejó un saldo trágico de 223 fallecidos y provocó devastación en la región. Las infraestructuras críticas sufrieron daños significativos, y más de 10.000 viviendas quedaron afectadas, dejando a miles de personas sin acceso a servicios esenciales como electricidad y agua potable. La respuesta de la comunidad autónoma, aunque rápida, fue insuficiente frente a la magnitud del desastre, mostrando retrasos en la movilización de recursos estatales que evidenciaron las limitaciones de competencias existentes.
La situación se agravó por la falta de coordinación entre los distintos niveles de gobierno, lo que retrocedió aún más las operaciones de rescate y ayuda. Este suceso resalta la crítica necesidad de revisar y fortalecer los protocolos de actuación y de integrar de manera más efectiva las capacidades técnicas en la gestión de emergencias, especialmente en áreas propensas a sufrir este tipo de fenómenos naturales. El fango político fue tan agresivo como el natural.
Las responsabilidades
Los líderes políticos y administrativos llevan la carga esencial de prevenir y mitigar los efectos adversos en situaciones de emergencia. Este suceso ha puesto de manifiesto una deficiencia crítica en la preparación y gestión de crisis en nuestra estructura gubernamental. Es imperativo que se revisen y fortalezcan los marcos de competencia entre los distintos niveles de gobierno para asegurar una respuesta rápida y eficaz.
La falta de habilidades técnicas especializadas y la preparación inadecuada para eventos de gran escala han derivado en una actuación tardía que incrementó la vulnerabilidad de la población afectada. La implementación de un sistema integrado de gestión de emergencias con protocolos claros y efectivos es ahora más crucial que nunca. Debe existir un compromiso firme por parte de todos los niveles de gobierno para invertir en capacitación, recursos y coordinación, garantizando así la seguridad y el bienestar de todos los ciudadanos.
Además de los retos inmediatos durante y después de una catástrofe, es crucial abordar el denominado tsunami postcatástrofe. Esta fase se caracteriza por una inundación de ayudas desorganizadas y la invasión de voluntarios, lo que genera una enorme distorsión logística y organizativa. Es esencial implementar un marco de gestión que regule y optimice tanto la llegada de ayudas como la integración de voluntarios, asegurando que estas contribuciones sean efectivas y respondan a las necesidades reales sobre el terreno.
La crisis evidenció un desfase entre las competencias políticas de la comunidad autónoma y los recursos materiales y humanos que correspondían al Estado. Esto generó demoras significativas en la respuesta operativa.
Se puede argumentar que para afrontar crisis complejas como la DANA se requiere un liderazgo integral que combine competencias políticas y técnicas. Un líder integral debe ser capaz de comprender la naturaleza de la crisis, tomar decisiones estratégicas, conocer los recursos disponibles y coordinar a los distintos actores involucrados. Falló un plan de comunicación claro y conciso para informar a la población, así como el conocimiento sobre los protocolos de activación del Ejército, lo que retrasó la llegada de ayudas complementarias (medios aéreos, maquinaria pesada, pontoneros…).
La brecha de competencias
Se puede afirmar que existe una brecha de competencias cuando los responsables de tomar decisiones no cuentan con los conocimientos, las habilidades necesarias y los medios suficientes para abordar los desafíos específicos de la situación. La existencia de competencias políticas no se tradujo necesariamente en la capacidad técnica suficiente para anticipar y responder a los desafíos que la crisis planteó. Esto evidenció una desconexión que impactó directamente en la eficacia de la respuesta y en la protección de la población afectada.
La tardía activación del Ejército como único instrumento con capacidades de intervención adecuadas es un punto central en el análisis de gestión de la crisis. El Ejército Español tiene un marco constitucional y legal que regula su actuación, especialmente dentro del territorio nacional. Aquí se destacan las principales limitaciones y condiciones basadas en la Constitución Española de 1978 y la legislación relevante como la Ley Orgánica 5/2005 de Defensa Nacional.
La intervención del Ejército en emergencias se canaliza a través de la Unidad Militar de Emergencias (UME), creada específicamente para actuar en catástrofes y emergencias declaradas por las autoridades civiles.
Para abordar eficazmente futuras crisis y cerrar la brecha de competencias revelada por la DANA es fundamental implementar una serie de soluciones estructuradas. Primero, la creación de programas de formación especializada en gestión de crisis dirigidos a políticos fortalecerá su capacidad para enfrentar emergencias complejas. Además, es crucial incorporar expertos técnicos en los equipos de toma de decisiones para asegurar una base sólida de conocimiento especializado, y establecer un protocolo nacional que permita activar recursos del Estado de manera automática cuando las capacidades autonómicas sean insuficientes.
La experiencia en logística y gestión de recursos y el dominio de la comunicación de crisis son indispensables para informar y tranquilizar a la población de manera efectiva.
Por último, y muy importante, es esencial evitar ataques personales y generalizaciones que puedan desviar el foco de la gestión eficiente de la crisis.
Reflexiones finales
La crisis provocada por la DANA en Valencia ha subrayado la importancia crítica de una preparación adecuada para emergencias y una respuesta coordinada. La experiencia ha demostrado que la eficacia en la gestión de crisis no solo depende de la disponibilidad de recursos, sino también de una coordinación efectiva entre todos los niveles de gobierno.
Es esencial que los protocolos de actuación sean claros y que todos los involucrados (desde técnicos hasta líderes políticos) comprendan sus roles. La integración de capacidades técnicas y la colaboración interinstitucional deben mejorarse para afrontar eficientemente futuros eventos de esta magnitud.
Además, es crucial desarrollar liderazgos bien formados en gestión de crisis que combinen conocimientos técnicos con habilidades de decisión rápida bajo presión. Solo así podremos garantizar la seguridad y el bienestar de la población ante desastres naturales imprevistos.
Estas lecciones deben servirnos para revisar y fortalecer nuestros sistemas de emergencia, asegurando que estamos mejor preparados para responder de manera rápida y organizada en cualquier situación de crisis.