José Luis de Augusto, presidente del Real Aeroclub de Sevilla: «Queremos normalizar la imagen de un piloto en silla»

José Luis de Augusto Gil (Sevilla, 1983) es piloto y un brillante ingeniero aeronáutico. Era uno de los especialistas de ensayos en vuelo del A400M que se estrelló en Sevilla el 9 de mayo de 2015. Sobrevivió al desastre y su vida cambió. Ahora trabaja por la inclusión de personas con discapacidad a través de la aviación adaptada. Además, preside el Aeroclub de Sevilla, que inicia colaboración con SAMU.

 

—Su vocación aérea, el sueño de volar, ¿dónde se sitúa? ¿Dónde está el origen?
—Desde siempre. No recuerdo un momento de mi vida en el que no quisiera ser piloto. Hasta los 16 años viví muy cerca del aeropuerto, igual eso me inspiró. Después va madurando la idea, a lo largo de la adolescencia, y uno va analizando cómo llegar hasta esa meta. Siempre tuve clara mi vocación por la aeronáutica y por ser piloto, aunque en mi familia no había tradición. Primero me preparé para ser piloto y después me planteé estudiar Ingeniería Aeronáutica.

—Pero empezó a volar joven. ¿Recuerda la primera vez?
—Exactamente la primera vez, no. Empecé a estudiar con 18 años. Cuando terminé el instituto entré en el Curso Integrado de Transporte de Líneas Aéreas, que eran tres años. Era una fase formativa que recuerdo con nervios, con la presión de hacerlo bien, de hacerlo cada día mejor y empezar a trabajar pronto.

—Ya era perfeccionista y autoexigente.
—Es cierto que, cuando hago las cosas, me gusta no ser el mejor desde el punto de vista competitivo, sino intentar profundizar en lo que estoy haciendo lo máximo posible. Por eso estudié Aeronáutica. Consideraba que lo de piloto estaba muy bien, pero que conocer aún más en profundidad cómo se diseña un avión o cómo son sus entrañas era fascinante.

—En 2008 recibió un premio especial de la competencia universitaria Arquímedes por su estudio de un generador de trayectorias globales para aviones. ¿En qué consistía?
—Estaba terminando la carrera e hice un proyecto sobre separación autónoma de aeronaves en el espacio aéreo. Es decir, hacer de manera automatizada la labor de los controladores aéreos; que los aviones, entre ellos, tengan capacidad de decidir trayectorias para separarse en vuelo y organizarse para aterrizar en aeropuertos de forma coordinada. Ahora están empezando a aplicarse estos temas. Fue una manera de empezar la vida productiva, digamos, aunque desde que terminé el curso de piloto empecé a trabajar como instructor. Cogía cada mañana el tren a las seis treinta y cinco para ir a Córdoba, volaba allí y regresaba para estar a las tres de la tarde en clase.

—¿Cuál fue su siguiente paso?
—Seguir avanzando. Di un paso muy importante al entrar en Airbus. Primero, en la parte de certificación.

—Sería, para alguien como usted, llegar a un gigante, entrar en un parque temático de la aeronáutica.
—Es curioso. Airbus tiene muchas facetas. Hay partes en las que no ves aviones ni en pintura, y otras en las que estás todo el día con un avión. Certificación era papeleo, documentación… Allí estás en contacto con la autoridad para poder certificar el producto, demostrar que aquello es seguro. Estuve un año en ese puesto y aprendí mucho, aunque lo que quería era estar en ensayos en vuelo. Entonces salió una vacante y le dije a mi jefe que quería irme a ese puesto bajo cualquier circunstancia. Se levantó y se fue. Pensaba que me echaban, pero fue a hablar con el responsable de ese otro equipo. Y así fue como empecé en el programa del A400M.

—Había llegado a la primera línea, a la vanguardia de la aeronáutica mundial.
—Sí, el programa estaba empezando. Había un equipo de gente joven, muy proactivo. El A400M era el niño mimado de Airbus a nivel europeo. Había recursos para hacer lo que quisieras. Me formaron como ingeniero de ensayos en vuelo. Hacíamos las pruebas de los aviones en vuelo antes de entregarlos al cliente, para su certificación.

—Había hecho un recorrido desde la parte más práctica de la aviación, pilotar y ser instructor, a convertirse en ingeniero y llegar a lo máximo, y además en muy poco tiempo. ¿Cómo lo vivió?
—Sí. Tuve suerte de poder, con 32 años, dirigir algo de esa magnitud. Me lo había currado, también es cierto. Fueron años duros, de mucho trabajo y estudios, pero, cuando estaba allí, pensaba: “no me lo creo”. Sin embargo, todo se cortó con el accidente. A veces me pregunto cómo habría evolucionado mi carrera dentro de la empresa, qué habría sido de mi vida profesional.

—¿Qué supuso el accidente?
—Era el momento cumbre del A400M. Mi jefe se había ido a Madrid y yo estaba al frente de ese apartado de ensayos, al 150% de rendimiento profesional, de trabajo y de dedicación. Y, de un día a otro, pasé del 150% al 0%. O a menos uno. Es duro, porque tienes tu vida, tu mente, tus objetivos y tu ritmo. Y, de repente, ¡plac! Aquí te quedas. Apareces en el hospital, sedado, con una lesión medular.

—¿Cómo lo recuerda? No ya la parte física, sino la parte emocional. Esa reconversión. Ese cambio de vida.
—Pues es duro. Es durísimo. Hay mucho conferenciante y mucho gurú por ahí que dice: “Es lo mejor que me ha pasado en mi vida”. Mentira. O estás un poco tocado de la cabeza, o no es verdad. O al menos no es mi experiencia. Tener un accidente y que cambie tu vida así no es lo mejor que te puede haber pasado. Yo tenía una vida plena y maravillosa, y si pudiera, la recuperaría, pero te tienes que saber adaptar a las circunstancias. Los dos primeros años fueron muy duros.

—¿Cómo lo superó?
—Pensé que, después de todo, había tenido una segunda oportunidad, y que debía tomármelo como tal. Una segunda oportunidad para hacer otras cosas.

—Cambió sus metas.
—Qué remedio. Dos años después, fui sensato y decidí que no podía seguir trabajando en Airbus. No me llenaba dedicarme a algo que no estuviera cerca del avión, de volar. Y, además, físicamente no me encontraba con capacidad para estar ocho horas trabajando delante de un ordenador. Ni antes ni ahora. Tengo una serie de dolores y secuelas que me limitan. En ese momento fue difícil, pero tuve que dejar la empresa. Y empecé a reinventarme. Así fue cómo apareció el tema de la aviación adaptada.

—¿Cómo apareció?
—Mis compañeros de Airbus me abrieron los ojos: “Puedes seguir volando”. Vi que podía retomar mi vida profesional y mi sueño, que era volar.

—Porque, tras el accidente, ¿no había valorado en ningún caso esa posibilidad?
—No, no. Para nada. Bastante tenía con intentar recuperar mi autonomía. Lo primero era intentar estar un día entero en actividad, sin tener que estar dos horas en la cama por dolores, y, a partir de ahí, pensar en otras cosas. Después, gracias al ánimo de mis compañeros, descubrí que había opciones. Vino un piloto italiano, Paolo, que tiene un avión adaptado, y ahí fue cuando me di cuenta de que podría seguir volando y trabajando como instructor de vuelo, es decir, seguir haciendo las cosas que me emocionaban antes.

—Entonces, ¿cómo fue el primer contacto con la aviación adaptada?
—Es que es muy básico, un avión adaptado no es nada complejo, solo tiene una adaptación mecánica, como un coche, salvando las distancias. Empecé a descubrir ese mundo, cómo funcionaba, y, a partir de ahí, empecé a aplicar mis conocimientos técnicos. Al final, soy ingeniero. Y soy piloto. Diseño cosas y las pruebo. Así se facilita todo mucho. Recuperé mi licencia de piloto, que me llevó un año, y volví a volar.

—¿La recuperó porque la había perdido? ¿No es posible ser instructor estando en silla?
—La normativa, el certificado médico, establece unos requisitos para obtener la licencia, como el carné de conducir, y no estar en silla de ruedas es uno de ellos. Pero, desde 2000, la normativa incluye un apartado específico que indica que puedes obtener la licencia si el hecho de no cumplir alguno de los requisitos no compromete la seguridad en vuelo, siempre que se valoren y analicen esas limitaciones de forma específica. En mi caso, con un avión adaptado puedo volar en perfectas condiciones. Creo que es una postura inteligente de la AESA (Agencia de la Unión Europea para la Seguridad Aérea). ¿Por qué vamos a limitar a las personas? Ahí es donde entra nuestra lucha día a día. ¿Qué afecta o no afecta a la seguridad de un vuelo? Tenemos muchas cosas que aportar, con un trabajo de sensibilización y de ofrecer datos y certezas. Entonces creamos un proyecto pionero, Newwings, dentro del Real Aeroclub de Sevilla, para que personas con discapacidad puedan ponerse a los mandos de un avión.

—Es un cambio técnico, pero también cultural, ¿no?
—Claro. Esta formación y homologación no solo aporta a una persona en particular, sino que contribuye a un cambio de mentalidad, a un cambio cultural. Imagina, por ejemplo, a las personas del control de seguridad del aeropuerto que ven entrar cada día o cada semana a una persona con discapacidad formándose para ser piloto. Primero está la sorpresa, pero después esa situación se va normalizando y así se transforman las mentalidades. Ahora vamos a San Javier, a un gran festival aéreo. Llevaremos dos aviones adaptados, con pilotos con discapacidad, y lo único que queremos es visibilidad. Habrá 300.000 personas que sabrán que hay aviones adaptados y que dentro de ellos van pilotos que utilizan silla de ruedas. Queremos normalizar la imagen de un piloto en silla. Trabajamos desde el punto de vista de las administraciones y de la normativa, pero también de sensibilización de la sociedad.

—¿Hay mucho trabajo por hacer en ese sentido?
—Sí, sí. Lo sabéis bien en Fundación SAMU. Las cosas van evolucionando y cambiando, pero es un tema cultural. Yo antes de tener el accidente había escuchado qué era una lesión medular, pero realmente no sabía lo que había. Incluso ahora me pasa con otros muchos tipo de discapacidad que ves desde fuera, sin saber qué está sintiendo esa persona. Hay que trabajarlo como sociedad. En este caso concreto, estamos ante un sector muy tecnificado y evolucionado como es la aviación. Y además tenemos al piloto, al que siempre se le ve como figura ideal. Esas ideas hay que romperlas. Lo mismo ocurre con otro sector como es el espacial: ¡cómo cambiarán las cosas el día en el que una persona con discapacidad vaya al espacio!

—De hecho, usted ya ha estado en ese proceso. Ha participado en una convocatoria de la Agencia Espacial Europea para ser astronauta. ¿En qué punto se encuentra esa aspiración?
—El proceso acabó en 2022. Fueron dos años. Pasé todas las fases. Quedé finalista con otras cinco personas. Al final fue una decisión condicionada por el tipo de discapacidad. Curiosamente, en un proceso en el que se busca la inclusión, se produce una situación no inclusiva, al elegirse no al mejor expediente, sino al perfil con menor discapacidad. Me sirvió para ver que hay otro campo de acción con mucho trabajo por hacer. Aprendí mucho.

—¿A qué dedica ahora su tiempo?
—A varias historias. Para empezar, tuve un hijo hace un año y medio. Así que he bajado un poco el ritmo. Sigo con el tema de la presidencia del Real Aeroclub de Sevilla y con la escuela llevando proyectos adelante, como la colaboración con Fundación SAMU. Además, puse en marcha una clínica de rehabilitación y entrenamiento personal en Los Remedios [Sevilla]. Y voy combinando esas facetas con otras muchas que van surgiendo, con mi inquietud.

—¿Y volar?
—Vuelo menos de lo que he volado en otras etapas de mi vida, pero sigo volando continuamente. Ahora selecciono mucho las cosas que me gusta hacer.

Idilio Escénico: un viaje hacia la expresión personal y la inclusión social

Hace casi ocho años nació en el seno de la Residencia San Sebastián, en Cantillana (Sevilla), un proyecto de expresión corporal entre los propios residentes del centro bajo la dirección de Alba Garrido, por aquel entonces educadora del centro. El proyecto evolucionó hacia la creación de una compañía de teatro que fue bautizada con el nombre de Idilio Escénico.

Tras un año de duro trabajo, montaje, muchas repeticiones para que los actores memorizaran sus movimientos y posiciones en el escenario, de nuevas incorporaciones y bajas inesperadas, de tardes buenas pero también de otras malas, la compañía Idilio Escénico debutó con la obra Sinergia en la Casa de la Cultura de Cantillana a finales de 2017 con motivo del Día de la Discapacidad. El debut fue un gran éxito. A partir de entonces no cesaron de representar la obra por diferentes puntos de la provincia de Sevilla.

Sin embargo, la pandemia del coronavirus paró en seco el proyecto. Esto y otras circunstancias impidieron que la compañía continuara creciendo hasta hoy.

El proyecto Idilio Escénico logró renacer con fuerza en febrero de este mismo año y se ha convertido en una iniciativa que va más allá de la mera expresión artística y se erige como un faro de inclusión social para las personas usuarias de los centros de atención a personas con discapacidad de Fundación SAMU de la provincia de Sevilla. De hecho, en esta segunda etapa del proyecto, ya no sólo participan usuarios de la Residencia San Sebastián, sino que también se ha empezado a desarrollar en la Residencia Santa Ana y en la Unidad de Estancia Diurna San Lucas, ambos centros en Sevilla capital. Además, las nuevas sesiones cuentan con la participación de personas voluntarias sin discapacidad.

Este proyecto es posible gracias a una subvención de la Consejería de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad de la Junta de Andalucía, a través de la dirección general de Personas con Discapacidad.

“Idilio Escénico no es sólo un programa, es un viaje hacia la inclusión, la autoexpresión y el empoderamiento. Desde su inicio en 2016, este proyecto se ha convertido en una voz para aquellos que se enfrentan a desafíos similares”, explican desde Fundación SAMU.

Esta iniciativa no solo busca mejorar la calidad de vida de las personas que se atienden en Fundación SAMU, sino también proporcionarles un espacio donde puedan explorar, crear y crecer. Al alinearse con los valores de la organización, el proyecto promueve la inclusión, el bienestar emocional y la igualdad de oportunidades para todos sus participantes.

El equipo que hay detrás de Idilio Escénico, guiado por la pasión y la dedicación, ha desarrollado una metodología que fomenta la expresión artística sin límites. Con un enfoque en la danza comunitaria, el programa ofrece un ambiente seguro y de apoyo donde cada individuo es valorado y respetado por sus habilidades. A través de la exploración creativa y el trabajo en valores, se construye un espacio donde se celebra la diversidad y se fomenta la expresión personal.

Los beneficios que aporta esta actividad a los usuarios de los centros de Fundación SAMU son diversos: aumento de la autoestima (valoración y sentimiento de competencia con el trabajo realizado), reconocimiento (recompensa al esfuerzo realizado, sentirse realizado, útil y competente), admiración (reconocimiento de las habilidades de las personas de su entorno, así como la del propio individuo por su crecimiento y superación), emoción (reviven recuerdos, sentimiento de pertenencia al grupo), empatía y valores como la constancia y la responsabilidad individual y grupal.

“Desde sus inicios, Idilio Escénico ha sido mucho más que un programa, ha sido un faro de transformación. A medida que el proyecto continúa creciendo, su impacto se expande más allá de las paredes del centro. A través de actuaciones periféricas, actividades de sensibilización y participación comunitaria, Idilio Escénico se ha convertido en un modelo de acción cultural inclusiva, inspirando a otros a seguir su ejemplo”, señalan desde Fundación SAMU.

En estos dos meses desde que se retomó el programa, la compañía ha llevado a cabo acciones en diversos espacios de la provincia de Sevilla, como el Centro Cívico de Bellavista, el Centro Cívico Las Columnas en Triana, el centro de formación CAFA Cantillana y la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla.

Para dar a conocer el regreso de la compañía Idilio Escénico y el trabajo realizado desde febrero, Fundación SAMU organiza el I Festival de Arte Inclusivo Uniendo Voces, que se celebrará el 16 de mayo en el Centro Cultural de la Villa, en La Rinconada (Sevilla).

Con Idilio Escénico como anfitrión del evento y la participación de otros colectivos como la Asociación Paz y Bien o la Asociación Liman, este evento marcará un hito en el camino hacia la inclusión y será una celebración del poder transformador del arte.

Un centro pionero para alojar a temporeros en Lepe

El área de Dependencia e Inclusión Social de SAMU ha puesto en funcionamiento un nuevo servicio en la provincia de Huelva. Se trata de la residencia para trabajadores temporeros Ubuntu, en la localidad de Lepe. El centro fue inaugurado el 5 de abril por la consejera de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad de la Junta de Andalucía, Loles López Gabarro, y el alcalde de Lepe, Juan Manuel González.

Al acto de inauguración también asistieron en representación de SAMU Carlos González de Escalada Álvarez, presidente y director general de la entidad; Juan González de Escalada, vicepresidente de SAMU Corporación; José Antonio Trujillo, director general adjunto; José Luis Benavente, gerente de SAMU, S.A.; María José Tinoco, directora de Acción Social; y Rafael Rueda, director del área de Dependencia e Inclusión Social.

La nueva residencia está dirigida a trabajadores temporeros. El edificio es municipal y su construcción se enmarca dentro del plan de erradicación del chabolismo de Lepe. Se trata de uno de los eslabones para acabar con los asentamientos chabolistas de esta localidad onubense y será gestionada por Fundación SAMU, a través de una concesión del Ayuntamiento de Lepe.

Es una iniciativa social con la que se busca dar una salida habitacional al colectivo de inmigrantes que llegan al municipio para trabajar como temporeros y evitar así la creación de asentamientos de infraviviendas que se han cronificado en esta localidad en los últimos años. El centro abrió sus puertas los primeros días de mayo.

Esta residencia cuenta con capacidad para 152 personas. Estas se reparten en 38 habitaciones con capacidad para cuatro personas cada una y distribuidas en dos plantas. Tiene un carácter temporal ya que se pretende que sea un recurso de paso hasta que los usuarios del servicio cuenten con un alojamiento definitivo.

El complejo, además, cuenta con zonas ajardinadas, duchas, cocina-comedor, lavandería, salas de ocio, zona de taquillas, salas de reuniones, oficina y salas de formación.

En una primera fase, se dará respuesta habitacional y cobertura de las necesidades básicas, todo autofinanciado por los propios temporeros. Dentro de esta fase, contarán con un equipo formado por una persona coordinadora con titulación en Trabajo Social, cuatro controladores de acceso y una persona de limpieza.

Este equipo se pretende ir ampliando con personal técnico en la segunda fase, en la cual se ofrecerá un servicio de acompañamiento para llevar a cabo itinerarios de inserción con el fin de conseguir su autonomía y proyecto personal de manera completa.

Sus responsables han destacado la importancia de este recurso, que es pionero en toda España, ya que, además de alojamiento, ofrecerá servicio de inserción sociolaboral y busca erradicar los asentamientos chabolistas.

Un sueño cumplido gracias a las hermandades de El Rocío

En un gesto de generosidad y solidaridad que ha conmovido corazones, las Hermandades del Rocío de Sevilla han unido fuerzas para hacer realidad el sueño de Leandro Zahir Jesús Serna, un joven residente en el DISL Nervión (Sevilla). Desde su llegada al mismo en septiembre de 2023, Leandro ha demostrado un comportamiento ejemplar y un gran interés en su formación, sin olvidar su sueño de pertenecer a un equipo de fútbol de la zona.

Tras recibir Leandro la noticia de ser aceptado en el IES Ramón Carande para cursar 4º de ESO, con esfuerzo y dedicación, ha obtenido calificaciones de sobresaliente. Sin embargo, la noticia de un viaje de fin de curso trajo consigo un desafío económico para el joven, quien, al encontrarse en un centro de protección y no residir con su familia, creyó que no tendría la oportunidad de participar.

Y aquí es donde entra en juego la magia de la solidaridad. Tras redactar Leandro una emotiva carta expresando su deseo de unirse al viaje con sus compañeros, el equipo del DISL Nervión se puso en acción para cumplir el sueño del menor. En noviembre de 2023, contactaron con los responsables de Obras Asistenciales de las Hermandades del Rocío de Sevilla, quienes, conmovidos por la historia del joven, se comprometieron a ayudarle.

La sorpresa llegó el 6 de marzo, cuando Leandro fue invitado a un evento especial en la casa Hermandad de Rocío de la Macarena, acompañado de Belén Montiel, mediadora del Servicio de Protección de Menores de Sevilla; Nuria Ruiz, delegada de Andalucía Centro de Fundación SAMU; Carlos Manuel Fernández, director de DISL Nervión, y María Cristina Cruz, trabajadora social de dicho centro.

Allí, creyendo que recibiría entradas para un partido de fútbol, Leandro se encontró con la sorpresa de que las hermandades habían decidido financiar su viaje de fin de curso. Así se lo trasladó Pilar García como portavoz de los allí presentes.

Emocionado hasta no poder contener las lágrimas, al igual que todos los allí presentes, Leandro expresó su gratitud en una carta dirigida a las correspondientes Hermandades del Rocío de Sevilla; diputados de Caridad de las Hermandades del Rocío de Sevilla: Pontificia Real e Imperial Ilustre Fervorosa y Antigua Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Sevilla Triana; Pontificia Real Ilustre Fervorosa y Mariana Hermandad de Nuestra Señora Del Rocío de Sevilla; Ilustre y Fervorosa Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Sevilla Cerro del Águila; Real Ilustre y Fervorosa Hermandad de Nuestra Señora del Rocío Sevilla Sur; Real e Ilustre Fervorosa de Nuestra Señora del Rocío Sevilla- Macarena, y Real e Ilustre Hermandad Castrense de Nuestra Señora del Rocío.

En sus palabras, Leandro agradeció el apoyo incondicional y la solidaridad demostrada, describiendo el gesto como un “faro de luz” en su camino. “ Hoy quiero expresar con todo mi corazón la inmensa gratitud que siento hacia cada uno de ustedes. Gracias a su apoyo incondicional voy a poder cumplir un sueño. Vuestra generosidad y solidaridad han sido un faro de luz en mi camino, mostrándome que la unión y el compañerismo pueden dar fuerza a quien lo está necesitando. Cada gesto de ayuda ha sido como un rayo de esperanza que ha iluminado mi camino y me ha impulsado a seguir adelante”, escribió el joven.

Gracias al espíritu solidario y la bondad de las Hermandades del Rocío de Sevilla, Leandro podrá cumplir su sueño de viajar a Valencia con sus compañeros de clase como actividad de fin de curso. Un ejemplo inspirador de cómo la generosidad puede cambiar vidas y unir comunidades. ¡Enhorabuena, Leandro, y gracias a las Hermandades del Rocío de Sevilla por hacer posible este sueño!

Por DISL SAMU NERVIÓN

El deporte, base de la formación de menores en ARB SAMU Motril

En el ARB SAMU Motril se le otorga gran importancia a la práctica deportiva y a los beneficios que ésta aporta no solo a nivel físico, sino también a nivel cognitivo y emocional a los niños, niñas y adolescentes (en adelante NNA). Por esta razón, el deporte siempre se encuentra presente en la planificación de actividades de este centro y se erige como parte de la columna vertebral de la intervención educativa diseñada.

En la búsqueda de nuevos recursos con los que aportar novedad y motivar a los NNA, ha surgido la posibilidad de llevar a cabo la firma de un convenio de colaboración con la localidad de Vélez de Benaudalla, un pequeño pueblo a medio camino entre la costa y la Alpujarra. Este acuerdo nos permite descubrir nuestro entorno más cercano y un amplio abanico de actividades para que niños y adultos disfruten de la naturaleza y del deporte. Entre las posibilidades disponibles contamos con acceso a piscina municipal, campo de fútbol, pista de pádel, albergue municipal y zonas de recreo.

Debido a la afición de los NNA de ARB Motril por la práctica de pádel, surgió la idea de realizar un torneo benéfico en las instalaciones del municipio de Vélez de Benaudalla con motivo del día de Andalucía. Los beneficios obtenidos tras el torneo fueron destinados al fomento de la práctica deportiva entre el grupo de NNA atendido en ARB Motril (material deportivo, equipaciones, cuotas de inscripción…).

El grupo de NNA del recurso, junto con parte del equipo de profesionales, acudieron al evento contribuyendo con diferentes opciones gastronómicas como aperitivo para participantes y asistentes.
La experiencia resultó un gran éxito. Todos los presentes se mostraron muy agradecidos con la aportación realizada por los menores quienes también disfrutaron de un magnífico día de convivencia, deporte y ocio saludable.

VANESSA LÓPEZ
/ Educadora ARB SAMU Motril