Juan González de Escalada Álvarez (Sevilla, 1975) deja tras nueve años el cargo de director de Escuela SAMU para centrarse en sus funciones como director del área de Emergencias de SAMU. En la última década, esta escuela se ha convertido en un centro de referencia en la formación sociosanitaria a nivel europeo.
—Tras nueve años al frente de Escuela SAMU, ha decidido dar un paso atrás y centrarse en las funciones de director del área de Emergencias de SAMU, cargos que ha logrado compaginar durante un tiempo. ¿Por qué?
—Durante varios meses he compaginado mi cargo como jefe de Emergencias de SAMU y el de director de Escuela SAMU, y podría haber seguido así, pero creo que era de justicia para con el subdirector de la escuela, Thomas Couyotopoulo, y para la propia escuela, dar un paso a atrás y delegar. Thomas era realmente quien llevaba el día a día de lo que ocurría en el centro y debíamos reconocer su trabajo. Y, por otro lado, la Escuela necesitaba que su director estuviera aquí todos los días y, debido a mi otro cargo, debía ausentarme en muchas ocasiones. De repente surgía un viaje a Estados Unidos y estaba fuera 15 días; luego, una misión humanitaria a El Salvador, y me iba un mes…. Yo estaba muy a gusto como director de la escuela y me hubiera quedado, pero hay que hacer las cosas bien. Thomas se lo curra mucho y también creo que es el momento de aportar al proyecto ideas nuevas y él ya lo estaba haciendo. Estoy convencido de que lo va a hacer muy bien.
—¿Le ha dado al nuevo director algún consejo?
—De momento no, y no creo que sea necesario. Yo no le quiero imponer nada. Le puedo dar mi opinión, pero es solo eso, una opinión más. Creo que él merece la oportunidad de crecer en todos los sentidos, si no, me hubiera quedado en el cargo. Mi relación con él ha cambiado en el sentido de que antes le decía lo que quería y ahora le ofrezco lo que puedo conseguir para él y la escuela. Por ejemplo, hoy ha salido la noticia de que habían requisado varias aeronaves vinculadas al narcotráfico. Y le he preguntado: ‘¿Quieres que te consiga algún helicóptero?’. Yo ya no juego de delantero. He pasado al centro del campo y pongo los balones en la punta del pie. Es él el que decide ahora tirar a puerta o no.
—¿Echará de menos Escuela SAMU?
—Ya la echo de menos. Sin la escuela, me siento un poco huérfano. Yo inauguré las instalaciones de Gelves al mismo tiempo que me casaba, solo con un mes de diferencia. Mis hijos nacieron siendo yo director de Escuela SAMU, por lo que para mí este sitio tiene un significado muy especial. Afortunadamente, no es una etapa que se cierra del todo. Escuela SAMU pertenece al área de Emergencias de SAMU, por lo que seguiré viniendo muy a menudo. Si en los últimos meses pasaba el 60% de mi tiempo en la escuela y el 40% en las oficinas de SAMU en la isla de la Cartuja, ahora será al revés.
—Demos un salto en el tiempo y vayamos al principio de esta historia. Usted fue nombrado director de Escuela SAMU en 2012. ¿Qué se encontró cuando llegó a Gelves?
—Esto era un descampado con una caseta de obra, nada más. Las primeras clases en estas nuevas instalaciones se impartieron en lo que hoy son las oficinas. No había nada. Un proyector, algunas mesas y poco más. Todos los esfuerzos se centraban en la puesta en marcha del actual aulario y en lo que entonces era el túnel de emergencias, que hoy es la clínica de simulación.
—Antes de ser usted director, sólo se impartían los cursos de posgrado y algunos específicos. Las clases se daban en la Cartuja, y los simulacros, ¿dónde se realizaban?
—En cualquier descampado que pillásemos. En los alrededores de Base 7, en el Charco de la Pava… Don Carlos Álvarez Leiva siempre decía: “Sería interesante tener un sitio fijo para realizar ejercicios y simulacros, aunque sea un espacio donde podamos tener coches volcados y diferentes escenarios montados y predefinido”. Yo ya insistía entonces en la necesidad de impartir ciclos de Formación Profesional (FP), especialmente el de Técnico de Emergencias Sanitaria (TES), pero don Carlos no lo veía muy claro. Decía que era mucho lío y que era mejor continuar sólo con los másteres y los cursos específicos. Hasta que nos ofrecieron la oportunidad de colaborar con un instituto de Motril en el desarrollo de un ciclo de FP de TES. Y con la excusa del FP, ya sí nos mereció la pena montar una escuela tal como la conocemos hoy.
—Entonces, ¿los ciclos de FP se implantaron siendo usted ya director?
—Sí, la FP la lanzamos entre Cristina Fernández, Lourdes Vázquez y yo. Luego, los diferentes escenarios para las prácticas que constituyen la escuela hoy los fuimos definiéndolos poco a poco. Don Carlos tuvo una parte muy activa en el arranque de la escuela.
—¿Cómo ha evolucionado la escuela en estos casi 10 años?
—La escuela ha madurado mucho en este tiempo en cuanto a la gestión de un centro profesional de FP. Además, se ha adaptado a las necesidades del propio SAMU. La labor de la organización ha girado mucho en los últimos años hacia la integración social y ese giro lo hemos replicado en la escuela a través de un cambio en la oferta educativa.
—¿Qué huella cree que deja tras estos nueve años?
—Pues a mí me gustaría pensar que el equipo humano. Es un equipo que se lleva muy bien, muy comprometido unos con otros y con la casa, que valora mucho la calidad y que se preocupa mucho del alumnado. Siempre me he sentido muy afortunado del equipo de esta escuela. Es un lujazo trabajar con este equipo. Por otro lado, no puedo decirte: “esto de aquí es mío”. Aquí todo lo hemos hecho entre todos y a cada idea le hemos dado mil vueltas. Aunque, quizás, si hay algo que diseñé, hice y después pregunté al equipo qué le parecía fue el circuito 4×4.
—¿Qué referentes ha tenido a la hora de dirigir la escuela?
—Por supuesto a Don Carlos Álvarez Leiva, pero también a esa hornada de profesores de aquellos primeros años, como Javier Carrera, una persona con un magnífico trato con el alumno; José Manuel Pérez Liñán, que en paz descansa, que también tenía una maravillosa conexión con los alumnos que yo no lograba tener; Miguel Ruiz; Pablo Simón. Aquel primer elenco de profesores fue espectacular. Eso no quita que el elenco actual no sea también magnífico. Aprendo muchísimo de Andrés Rodríguez Holst, que sabe de acción humanitaria lo que no hay en los escritos, casi casi como el doctor Álvarez Leiva; o Manuel Ángel Andrade, que tiene una devoción y una entrega total.
—Y de los alumnos, ¿qué ha aprendido?
—Los alumnos me han enseñado muchísimo, sobre todo, a escuchar antes de dar una orden. Recuerdo que mis primeras interacciones con los alumnos, en las que me iba de acampada con ellos, me creía que era don Carlos Álvarez Leiva y daba una orden a la voz de ya. Era muy mandón. Con el tiempo me di cuenta de que me equivocaba. En las encuestas de satisfacción, los alumnos me atizaban y fui identificando cuáles eran mis errores. Creo que en ese sentido he madurado bastante. He aprendido y evolucionado.
—¿Cuál es el origen de la frase “Hoy es un gran día”?
—(Se ríe). Eso viene de una acampada en Sierra Nevada, donde hay jornadas más calamitosas que otras. La primera vez que pronuncié esa frase fue un día en el que necesitaba levantar el ánimo de los alumnos. La tarde anterior nos había nevado durante una caminata. Hacía mucho frío y soplaba fuerte el viento. Además, la calefacción tampoco funcionaba bien en el campamento base. Quise transmitirle al alumnado un pensamiento positivo, que si nos empeñábamos podíamos enderezar un mal día. Y en esa situación de calamidad, me acordé de un anuncio de Renfe de billetes rebajados y que hoy era un gran día, aunque solo fuera por eso. De ahí viene esa mítica frase. Es cierto que don Carlos tiene muchas frases, pero esa es la mía. Creo que transmite un mensaje positivo y que está en la mano de cada uno que hoy sea un gran día.
—Y antes de ser director de la escuela, ¿qué funciones realizaba en SAMU?
—Mi primer trabajo en SAMU fue de camillero en la Expo’92 de Sevilla. Era más un voluntariado que un trabajo. A partir de ahí, empecé a hacer coordinaciones de atención de llamadas de emergencia, que es como hemos empezamos tanto mis hermanos como yo. Luego estuve 11 años en Estados Unidos, estudiando y trabajando, y a mi regresó, en 2008, monté mi propia empresa de informática y de gestión web. Alterné mi negocio con las coordinaciones durante años mientras mi proyecto personal cogía fuerza, aunque nunca terminó de despegar. Luego coordiné algún módulo formativo en los másteres y participaba en la formación de incidentes de riesgo NBQ antes de que me propusieran dirigir la escuela. Para mí era muy fácil involucrarme en SAMU, conocía a todo el mundo.
—¿Qué significa SAMU para usted?
—SAMU siempre ha sido un referente en mi vida, es la empresa familiar. SAMU empezó en 1981, cuando yo tenía 6 años. Mis recuerdos de niño están vinculados siempre a SAMU. Los fines de semana tocaba limpiar las ambulancias allá donde estuviéramos. Cuando había algún dispositivo sanitario en alguna carrera de coches o algo similar, mis hermanos y yo íbamos montados detrás en la ambulancia, íbamos de camilleros, dándole a los botones. Ya de mayorcitos, hicimos nuestro curso de Soporte Vital Básico y trabajamos de camilleros en la Expo’92. Recuerdo haber cubierto varios conciertos. SAMU siempre ha formado parte de mi vida.