Puertas abiertas al Polígono Sur

Representantes de la Oficina del Comisionado para el Polígono Sur visitaron en abril las instalaciones de la Escuela de Emergencias y la Escuela de Oficios de SAMU (EOF) con el claro objetivo de conocer en profundidad las posibilidades y capacidades de la entidad andaluza, que pretende en un futuro próximo colaborar en mayor medida con el desarrollo del Polígono Sur, un conjunto de barrios de corte obrero al sur de la ciudad de Sevilla con graves problemas sociales, económicos y cívicos.

En los últimos tiempos, SAMU ha participado en diferentes iniciativas desarrolladas en el Polígono Sur, como la Feria de Empleo y Emprendimiento del Polígono Sur y proyectos de innovación social llevados a cabo por la Residencia Universitaria Flora Tristán de la Universidad Pablo de Olavide, ubicada en el Polígono Sur.

SAMU, movido por su vocación social, pretende convertirse en uno de los agentes que ayuden y participen en la transformación social de este distrito sevillano que lleva décadas hundido en la miseria y cuyos vecinos luchan cada día por lograr una mayor calidad de vida y superar las carencias y problemas de exclusión que les aquejan.

Para ello, SAMU busca financiación y espacios en el Polígono Sur que le permita desarrollar cursos de formación en la zona dirigidos por la Escuela de Oficios de SAMU, en la misma línea de los cursos de albañilería, fontanería o electricidad que ya se imparten en las instalaciones que esta escuela tiene en Gelves, y en el que ya se han formado más de medio centenar de jóvenes.

Con el objetivo de conocer de primera mano el funcionamiento de Escuela SAMU y la Escuela de Oficios, el comisionado para el Polígono Sur, Jaime Bretón, visitó recientemente las instalaciones de la localidad sevillana de Gelves junto con Ángeles Fernández, responsable del área de Familia y Protección Social, y Ángeles Ramos, responsable del área da Igualdad, Cultura y Deportes, ambas de la Oficina del Comisionado para el Polígono Sur.

Los tres estuvieron acompañados durante la visita por Juan González de Escalada, director del área de Emergencias de SAMU y de Escuela SAMU; Concepción Pérez y Lourdes Vázquez, directora y jefa de estudios de la Escuela de Oficios de SAMU, respectivamente.

Jaime Bretón destacó durante su visita la gran oportunidad que la Escuela de Oficios y sus cursos podrían suponer para el futuro de los jóvenes que residen en el Polígono Sur de Sevilla. La EOF, que nació en enero de 2020, es un pionero programa formativo dirigido especialmente a personas en riesgo de exclusión social con el objetivo de proporcionarles un oficio y favorecer su inclusión laboral.

Con este proyecto, SAMU pretende recuperar la filosofía y objetivos de las antiguas Escuelas de Artes y Oficios de España, promovidas en el siglo XIX, y responder a la preocupación como entidad para dotar a los jóvenes andaluces desempleados y en riesgo de exclusión social, de herramientas para favorecer su autonomía y ayudarles a incorporarse con éxito al mercado laboral para que, en definitiva, puedan llegar a ser personas adultas y responsables; incrementen las competencias y habilidades sociales de los destinatarios del programa; y apoyar la contratación a través de empresas colaboradoras.

Virginia Blanco, jefa del servicio de catering de SAMU: “Trabajamos con alimentos. No podemos fallar en nada”

Tras una vida entre fogones, Virginia Blanco (Burguillos, Sevilla, 1962) ha sido la elegida por SAMU para capitanear el nuevo servicio de Catering de la entidad, proyecto que asume con ilusión desde las cocinas de la Residencia San Sebastián, en Cantillana, donde trabaja desde hace 9 años.

—Empecemos por el principio. ¿Cuándo pisó por primera vez la cocina de la Residencia San Sebastián?
—Fue hace nueve años. Yo trabajaba en el Hotel Vértice, en Sevilla Este, siempre había trabajado en hoteles. Un amigo me llamó y me contó que la empresa de catering que por aquel entonces servía las comidas en esta residencia necesitaba una cocinera. Yo tenía un buen trabajo, un buen sueldo y estábamos en plena crisis económica. No me planteaba cambiar de trabajo, pero, aún así, llamé y me interesé por el puesto.

—¿Qué le llevó a cambiar entonces de trabajo?
—Fueron mis hijas las que me convencieron. El sueldo que me ofrecían era menor al que yo tenía pero estaba más cerca de mi casa, ganaba en calidad de vida. Ellas ya eran mayores y tenían sus trabajos, por lo que acepté. Creo que fue muy valiente por mi parte teniendo en cuenta la gran crisis económica que vivíamos entonces.

—¿Se ha arrepentido en algún momento de haber cambiado de empleo?
—He vivido muchos avatares. Los comienzos fueron muy difíciles. Mentiría si dijera que no, pero en el momento que yo me hice cargo de la cocina de la Residencia San Sebastián, contratada por SAMU, no por una empresa externa, todo cambió a mejor.

—SAMU ha puesto en marcha un servicio de catering y desde Cantillana se cocina ahora para cuatro centros, ¿cómo asume este nuevo proyecto?
—Estoy muy ilusionada y motivada. Éste era un proyecto que llevaban mucho tiempo dándole vueltas en SAMU y que en enero se puso por fin en marcha. Cuando María José Tinoco, directora del área de Discapacidad de SAMU, me llamó y me dijo: ‘Virginia, te necesitamos al 100%. Queremos tu comida para otros centros’, para mi fue una motivación muy grande. Reconozco que, después de tantos años, sentía que necesitaba crecer y que el trabajo que hacía hasta ahora, aunque me encantaba, me quedaba ya un poco pequeño. Necesitaba un proyecto como éste.

—¿A cuántos centros de SAMU ofrecéis servicio?
—A cuatro. Desde la cocina de la Residencia San Sebastián cocinamos para este centro, para la residencia Santa Ana, en Sevilla capital, y en dos centros de menores de la provincia de Córdoba, Lucena y Moriles. La idea es que el servicio vaya creciendo y que cada vez se sumen más centros de SAMU.

—¿Había trabajado antes en un catering?
—Nunca. Yo siempre había trabajado de cocinera en hoteles y cuando empecé en Cantillana, aunque trabajaba para un catering, yo cocinaba en la propia cocina de la residencia, no para fuera. He tenido que informarme y formarme mucho. Todo autodidacta. Tanto mi equipo como yo estamos realizando un esfuerzo muy grande. Cocinar para fuera requiere nuevos procedimientos, nuevas herramientas de trabajo, cumplir una línea de frío… y, sobre todo, mucha organización.

—¿Cuántos menús cocinan al día?
—Servimos comidas y cenas para 120 personas, la mayoría de ellas son de fuera de Cantillana. Hay que tener en cuenta que son perfiles diferentes y algunos residentes tienen patologías, por lo que cada día hacemos unas 12 variantes del menú, número que aumenta en ocasiones especiales, como el Ramadán. Solo para la Residencia Santa Ana hacemos 10 variantes, donde hay personas alérgicas, con insuficiencia renal, diabéticos. También hacemos menús bajos en grasas, hipocalóricos, para personas con colesterol…. A eso hay que sumar los desayunos y meriendas de los residentes de Cantillana, y si es el cumpleaños de alguien, ¿habrá que celebrarlo, no? Una locura.

—La mayoría de los jóvenes de los centros de menores son musulmanes y ahora celebran el Ramadán. ¿Realizan menús especiales para estos comensales?
—Nos adaptamos a su cultura en la medida de lo posible. Por ejemplo, sus menús no llevan cerdo ni ningún ingrediente derivado de vino, como por ejemplo el vinagre. Ahora para el Ramadán también he tenido que formarme e investigar mucho. He visto miles de vídeos en Youtube sobre platos típicos musulmanes.

—¿Qué menús cocinan para estos días de Ramadán?
—Ellos hacen tres comidas durante el Ramadán, y siempre cuando cae el sol: una cena, una postcena y un desayuno muy fuerte a las cinco de la mañana. Rompen el ayuno con una cena con dátiles o unos dulces típicos que les aportan mucha energía. Les preparamos una sopa muy densa llamada harira que lleva muchas proteínas con legumbres, verduras, ternera o pollo, apio, cúrcuma y muchas especias. Es una mezcla explosiva. Luego hacemos un plato principal que puede ser de albóndigas o alguna carne en salsa, excepto cerdo, claro. Y para las cinco de la mañana, les preparamos filetes empanados, hamburguesas de pollo, tortilla…

—Veo que no tienen tiempo para aburrirse.

—Esto es un no parar, pero sarna con gusto no pica. Yo estoy muy contenta con el resultado y aún tenemos que mejorar mucho. De la noche a la mañana tuvimos que cambiar toda nuestra rutina y formarnos en nuevos procedimientos. Tratamos con alimentos y todo se hace en cadena. No puede fallar nada porque no podemos permitirnos ningún riesgo de salubridad. En diez días no descansé para poder sacar el proyecto para adelante. Y también estoy muy orgullosa de mi equipo. Todos se subieron al tren sin protestar y a pesar de saber que esto iba a suponer mucho más trabajo.

—Ya han pasado cuatro meses desde que se inició el proyecto. ¿Ha bajado la presión?
—En absoluto. Es cierto que hemos pasado una etapa con mucha tensión. Tenía miedo a fallar, a no estar a la altura. Ahora el trabajo es el mismo pero hemos aprendido a organizarnos mejor. Reconozco que me he vuelto un poco estúpida. Antes, todo el mundo de la residencia entraba en la cocina y me contaba sus cosas. Yo parecía la psicóloga del centro. Yo quiero mucho a mis niños, los adoro, tanto a los residentes como a los trabajadores. Pero ahora no tengo tiempo ni para hablar. Mi cocina está cerrada a todo aquel que no trabaje en ella (se ríe). Con el tiempo, cuando ves que el trabajo sale adelante y te felicitan de otros centros te sientes orgullosa del trabajo bien hecho, y eso te da fuerzas para seguir.

—¿La idea es que el servicio siga creciendo?
—El objetivo es ir sumando cada vez más centros, sí, pero para eso se necesitan cambios, como una cocina más grande y mejores y nuevas herramientas de trabajo.

—Ha comentado anteriormente que, además de los menús diarios, también celebran los cumpleaños en la Residencia San Sebastián.
—Hombre, pues claro. Aquí nadie se queda sin su fiesta y su tarta de cumpleaños. Y en Navidad, los que se quedan, tienen su menú especial. A los residentes los quiero a rabiar. Somos una familia.

SAMU en Cataluña: Una muestra de versatilidad

SAMU llegó a Cataluña en plena pandemia de coronavirus, pero en apenas un año ya trabaja en tres proyectos y aspira a la concesión de un cuarto, actualmente en licitación, de gran relevancia precisamente para el control de la pandemia. Se trataría de organizar un recurso de atención a los temporeros que, de julio a septiembre, acuden a Lleida a la campaña de recogida de fruta, según explica Luis Vila, delegado de SAMU en Cataluña. Los otros tres proyectos ya en marcha ponen de manifiesto la versatilidad de SAMU.

SIAD de Esparraguera

Desde noviembre, SAMU presta el servicio de atención psicológica dentro del Servicio de Información y Atención a las Mujeres (SIAD) de Esparraguera (Barcelona). El SIAD, de competencia municipal, ofrece atención psicológica y jurídica individual a mujeres que sufren o han sufrido violencia machista o están en riesgo de padecerla, con el fin de acompañarlas y empoderarlas.

Judith Robles, que ya tenía experiencia prestando este tipo de atención psicológica, explica que la casuística es muy variada: hay mujeres que llegan derivadas de su centro médico, de la policía o de los servicios sociales, que han detectado una situación de violencia. “Algunas llegan con cero conciencia de estar sufriendo violencia de género, por lo que hacemos un trabajo para identificar, marcar los límites o salir de esa situación”, señala.

También hay mujeres que reconocen una agresión o una situación de violencia de género tiempo después de que ocurriera, y empiezan a trabajar para superarla. En otros casos, puede no tratarse de una situación de violencia física, sino un malestar de género ocasionado en el trabajo o en la distribución de roles en el hogar.

“El objetivo es establecer plan terapéutico con cada usuaria e ir viendo su evolución para la recuperación emocional y psicológica, tomar conciencia de la posición que ocupa, o incorporarla como algo que forma parte de su historia de vida”, detalla la psicóloga.
Cada quince días, Robles atiende a seis mujeres, priorizando los casos de violencia explícita. “Desgraciadamente, hay una demanda constante, pero por otro lado, es positivo que se conozca el servicio, que es gratuito y especializado”, concluye la psicóloga de SAMU.
El SIAD está también integrado por una coordinadora y una asesora jurídica, y se coordina con el SIE a nivel comarcal, para casos de seguimiento a largo plazo o en los que hay menores implicados.

Proyectos en el ámbito educativo

Los otros dos proyectos de SAMU en Cataluña están vinculados con el ámbito educativo. El primero de ellos es un servicio que da cobertura en dos escuelas infantiles de Vilanova i la Geltrú (Barcelona) durante el periodo que va desde después del almuerzo hasta que los padres llegan a recoger a los menores.

Concepción Pérez, jefa del área de Servicios Educativos de SAMU, lo llama “velar el sueño”: “Si algún bebé está intranquilo lo acunan, le cambian el pañal, lo toman en brazos o le dan algún tipo de suplemento”. Esta labor la realizan diez personas con amplia experiencia por haber prestado el servicio durante años, a las que se ha formado adicionalmente en primeros auxilios orientados a niños de 0 a 3 años.
Por último, el servicio de cardiopatías congénitas atiende a los alumnos con este tipo de enfermedades que cursan la enseñanza básica obligatoria en centros educativos de toda Cataluña, así como al profesorado y al resto de profesionales que los atienden. Se trata de un servicio que aúna las áreas educativas y hospitalaria de SAMU.

El objetivo es que el alumno o alumna lleve una vida escolar lo más normalizada posible, facilitando su inclusión. Por ejemplo, aunque se suele pensar que en este tipo de pacientes la actividad física está absolutamente desaconsejada, puede ocurrir que en algunos casos esté indicada, pero con precauciones o hasta cierta intensidad. Además, las cardiopatías pueden estar asociadas a retrasos madurativos, en otras patologías del habla o en síndromes asociados.

A veces, estos niños han sufrido una intervención que puede dejarles secuelas físicas como deformidades en el esternón o en la columna. En otras ocasiones, se les ofrece apoyo a nivel psicológico. “Existe una sobreprotección de algunos, que merma la capacidad de sociabilizar. En esos casos, se hace un asesoramiento para explicar que el hecho de sufrir una cardiopatía no implica determinadas limitaciones”, explica Pérez.

SAMU ya ha contactado con unos cien menores, de tres a cinco años y, aunque se calculaba que había unos 400 alumnos con estas necesidades en Cataluña, la jefa del área de Servicios Educativos asegura que están detectando más casos. Dada la variedad de casos y la necesidad de adaptar cada intervención a cada situación concreta, el servicio es muy personalizado. “Cada alumno requiere una toma de contacto con el centro y con la familia, para adaptar la intervención a las necesidades de cada uno”.

Discapacidad: Sostenibilidad con dedicación y entusiasmo

Las personas con discapacidad que forman parte de los recursos de Fundación SAMU están muy presentes en los planes para la consecución de objetivos de desarrollo sostenible. A través de charlas y actividades, se intenta acercar a los usuarios a esta visión del mundo, y de cómo cada uno de nosotros somos los principales causantes del calentamiento global y de muchos de los problemas medioambientales que sufre nuestro planeta. Todos tenemos el derecho y la obligación de garantizar a las generaciones venideras un mundo sostenible, en el que exista un equilibrio entre el crecimiento económico, el cuidado del medio ambiente y el bienestar social.

El estigma social que sufren las personas con discapacidad hace que, entre muchas otras cosas, se considere que ellos no entienden o no pueden entender qué es la sostenibilidad. Por extensión, también se considera que no son capaces de contribuir a mejorar el mundo. Sin embargo, la realidad demuestra lo contrario.

Una persona con diversidad funcional puede aportar a la mejora del mundo tanto como se proponga. Estas personas aportan dedicación por todo lo que hacen. Aportan amor; un cariño por sus proyectos y acciones que pocas veces se ve en otras personas. Aportan entusiasmo, cualquier acción para contribuir a cambiar la realidad se convierte para ellos en un momento único y emocionante. Aportan honestidad, su sinceridad les hace no tener problemas a la hora de decir las cosas como son. Aportan valentía, no tienen problema para ponerse manos a la obra, sin temer a situaciones complicadas, siendo directos en lo que hacen. Y sobre todo, aportan felicidad y generosidad. Ayudar con alegría es algo que no hace cualquiera.

Como reza la frase ‘Es de bien nacido, ser agradecido’, muchas de las personas con discapacidad reconocen y valoran la ayuda que ellos mismos reciben de otros en su día a día. Por eso, aportar su granito de arena con acciones sociales de cualquier calibre es una forma de devolver parte de la ayuda que reciben. Esto les da una sensación de confianza en sí mismos y hacia los demás, una confianza que, a veces, pierden por el hecho de tener discapacidad.

La acción social sirve a estas personas para eliminar el estrés, liberando ciertos neurotransmisores que les ayudan a sentirse más felices y tranquilos. Actuando también aprenden a valorar más lo que tienen y a darle más importancia a cosas que tal vez antes no les daban. Cualquier pequeño gesto puede influir de forma positiva en la vida de estas personas.

En nuestro centro, el voluntariado está a la orden del día. Colaboramos con diferentes asociaciones y a beneficio de diversas causas. Entre otras iniciativas, colaboramos con asociaciones de animales ayudándoles a pasear a los perros, limpiar los cheniles, o donando los premios que hemos ganado en diferentes concursos.

Hemos acudido a cenas solidarias. También limpiamos nuestras calles y espacios naturales. Aportamos alimentos para campañas solidarias. Participamos en la lucha por recuperar la biosfera de nuestras lagunas. Reciclamos cada día. Luchamos por la igualdad de la mujer. En éstas y otras causas, su aportación suma pasos hacia el camino del cambio y, al mismo tiempo, les permite avanzar también hacia la inclusión.
El mundo es un poco mejor gracias a las personas con discapacidad. Tienen multitud de cualidades que hacen que todas las personas que estamos a su alrededor mejoremos y aprendamos cada día a disfrutar y respetar el mundo en el que vivimos. Por eso son excepcionales.

Autor: Alberto Beldad Calatayud. Integrador Social de la Residencia Santa Teresa

Conocer la condición física de personas con discapacidad

SAMU, a través de su Fundación, y en colaboración con el departamento de Motricidad Humana y Rendimiento Deportivo de la Universidad de Sevilla, han realizado la primera batería de valoración de la condición física y motriz de personas con discapacidad intelectual realizada en España sobre una muestra de este colectivo. Esta iniciativa, que se enmarca dentro de la estrategia general de I+D+i de SAMU, es pionera a nivel internacional, producto de un trabajo de investigación promovido por ambas entidades y dirigido por la doctora Ruth Cabeza Ruiz.

El proyecto, cuyos resultados han sido publicados por dos revistas científicas (concretamente, Disability and Health Journal, e International Journal of Enviromental Research and Public Heath), ha requerido dos años de trabajo y la realización de más de 5.000 tests a personas con discapacidad. SAMU DIS-FIT, que es el resultado de la investigación, es la primera batería de valoración de la condición física de personas con discapacidad intelectual basada en pruebas sobre personas con discapacidad en nuestro país.

La batería SAMU DIS-FIT surge como respuesta desde el ámbito académico y de la atención a las personas con discapacidad intelectual a la necesidad de mejorar la calidad y esperanza de vida de estas personas a través de la actividad física. La herramienta creada pretende orientar a profesionales de atención a la discapacidad sobre los parámetros físicos de personas con diversidad cognitiva, a través de tablas que por primera vez son el resultado de la actividad física de estas personas, y no una adaptación de tablas físicas de personas normalizadas.

“Es la primera vez que se crea una herramienta que evalúa la condición física de las personas con discapacidad intelectual a partir de pruebas realizadas por el mismo colectivo. Hasta la fecha, lo que se hacía era utilizar herramientas que se basaban en datos de personas sin discapacidad, y se hacían equivalencias. Ahora hemos creado una batería ex profeso para ellos, a partir de sus datos, y además, muy sencilla de realizar”, explica Almudena Chávez, directora del departamento de Innovación de SAMU y de la Unidad de Estancia Diurna (UED) San Lucas, cuyos usuarios ilustran este reportaje. La batería, en todo caso, no es definitiva, sino que está abierta a la mejora en función de su uso por parte de personas con discapacidad intelectual.

Este proyecto de investigación ha sido dirigido por la profesora y doctora de la Universidad de Sevilla Ruth Cabeza, que en total ha llevado a cabo dos investigaciones en este campo junto a SAMU. “Mi colaboración con SAMU surgió a raíz de un congreso sobre discapacidad intelectual que se celebró en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla en 2015. Yo presenté una ponencia sobre investigación y actividades físicas adaptadas a personas con discapacidad intelectual. Aproveché mi intervención para pedir colaboración y Carlos González de Escalada, director general de SAMU, que también participaba en el congreso, fue el único que dio un paso al frente”.

A raíz de este primer contacto surgió la primera de las dos investigaciones llevadas a cabo. “Era un proyecto discreto, económicamente hablando, pero fue un primer paso muy importante. Consistió en valorar la condición física de personas adultas con discapacidad intelectual. No su rendimiento deportivo, sino su estado de salud física. Evaluamos a más de 150 personas de Sevilla. Para ello, aprovechamos el programa de deporte inclusivo de SAMU Cuatro Estaciones, que organiza SAMU Idilio, para incluir una batería de test de valoración de la condición física como una estación deportiva más. En esta actividad participaron numerosas asociaciones de personas con discapacidad intelectual”, explica Ruth Cabeza.

“Las principales conclusiones fueron más o menos las que nos esperábamos. Las personas con discapacidad intelectual tienen peor condición física que las personas sin discapacidad. Incluso los más jóvenes, entre 20 y 30 años, tenían un estado de forma física similar al de una persona de 60 ó 70 años sin discapacidad. Se trata de una población que, a nivel físico, está muy envejecida, lo que conlleva una serie de enfermedades”.

Usuarios de la UED San Lucas de SAMU hacen ejercicio físico al aire libre.

Usuarios de la UED San Lucas de SAMU hacen ejercicio físico al aire libre.

Cabeza y su equipo querían hacer ver a las entidades la gravedad de la situación de las personas con discapacidad en relación a su estado de forma y las consecuencias patológicas vinculadas con el sedentarismo. Sin embargo, durante las valoraciones del primer proyecto se dieron cuenta de que la herramienta que estaban utilizando no era la apropiada, ya que eran pruebas testadas para personas sin discapacidad. “Nos dimos cuenta de que los resultados estaban sesgados, dadas las características específicas de las personas con discapacidad. Así surgió nuestra segunda investigación, que consistió en diseñar una herramienta que fuera fiable y viable para las personas con discapacidad. Tras un estudio bibliográfico y un análisis de todos los test validados que pudimos encontrar, realizamos en un año más de 500 evaluaciones para valorar la viabilidad y efectividad de las diferentes pruebas en personas con discapacidad intelectual. El resultado fue la Batería SAMU DIS-FIT, compuesta por ocho ejercicios”, explica Ruth Cabeza.

Aunque existían algunas experiencias previas en Estados Unidos, todas eran para personas con discapacidad profunda y de edad avanzada, o bien para determinados colectivos con discapacidad como las personas con Síndrome de Down. A nivel europeo, Eurofit llevó a cabo una batería específica para personas con discapacidad cognitiva, pero era una batería fallida, carente de solvencia estadística. Esta es la primera vez que se realiza una batería específica para personas con discapacidad intelectual moderada y con edades comprendidas entre los 20 y los 65 años. Su pretensión es que sea una batería utilizable en el ámbito sanitario y asistencial, y que sirva de guía para la implantación de programas de actividad física para personas de este perfil.

Un aspecto relevante de la batería es la sencillez en el planteamiento de las pruebas físicas. Ya que uno de los principales obstáculos a la hora del diseño de tests físicos para este colectivo es la dificultad a nivel cognitivo de las pruebas. Con SAMU DIS-FIT, se intenta hacer asequible su práctica para todos los niveles de la discapacidad intelectual.

Asimismo, la investigación ha permitido llegar a interesantes conclusiones sobre la situación física de las personas con discapacidad intelectual. Así, se ha descubierto que la condición física de estas personas es equiparable a las personas sin discapacidad con más de 60 años.

“Las personas con discapacidad intelectual sufren un deterioro físico muy significativo y de forma prematura -explica la doctora Ruth Cabeza, del departamento de Motricidad Humana y Rendimiento Deportivo de la Universidad de Sevilla-, y es por ello que el ejercicio físico debe constituir una prioridad en su desarrollo”.

“Las personas con discapacidad -continúa-, por lo general, llevan una vida muy sedentaria, lo que influye en su deficiente desarrollo físico orgánico, y que se hace muy palpable en aspectos como la motricidad, el sistema muscular, el sistema endocrino o el aparato circulatorio. E incluso influye también en el nivel cognitivo”. Este es el punto de partida para un nuevo estudio que podría promoverse de forma conjunta en el futuro entre la Fundación SAMU y la Universidad de Sevilla, sobre la relación entre la condición física y la capacidad cognitiva.

Aunque se ha trabajado en ámbitos muy específicos como los enfermos de Alzhéimer o demencia, nunca se ha estudiado para una población más amplia de personas con discapacidad cognitiva. “Sería interesante poder responder a algunas preguntas -explica la doctora-: ¿Si yo mejoro mis condiciones físicas puedo mejorar mi capacidad cognitiva? ¿Si yo mejoro mis condiciones cognitivas mejoro mi capacidad física? ¿Hay alguna relación, por ejemplo, entre la mejora de la fuerza y la memoria, o entre la mejora de la capacidad aeróbica y la atención? Sería interesante averiguarlo, sobre todo en las personas con discapacidad que tienen problemas de aprendizaje. Si conseguimos mejorar su capacidad de aprendizaje a través del ejercicio físico, estaríamos consiguiendo dos cosas: que estén más saludables a nivel orgánico y que tengan más facilidades para aprender”.

Para la elaboración de la batería SAMU DIS-FIT, la Fundación SAMU consiguió implicar no sólo a sus propios centros de atención a personas con discapacidad intelectual sino también a numerosas asociaciones relacionadas con este segmento, entre las que se encuentran la Fundación Rocío de Triana, Special Olympics, Apedis, Anidi, ASAS, Aspanri o Albatros. En total, 48 asociaciones, de las que participaron 260 usuarios, permitiendo 5.000 tests.

Según Carlos González de Escalada, director general de SAMU, SAMU DIS-FIT es “un instrumento que nos permite valorar la condición física de los individuos cuyos hábitos de vida saludable queremos potenciar. Nuestro reto es generar la transferencia de conocimientos necesaria para que esta herramienta pueda ser utilizada por organizaciones similares a la nuestra”. Se trata de una muestra del compromiso de la Fundación SAMU con la discapacidad intelectual a través de la investigación científica y también de su apuesta por la actividad deportiva como herramienta de inclusión y mejora de la calidad de vida de este colectivo, ya patentes en proyectos como Cuatro Estaciones, Disfrutamar o Rugby Inclusivo.

La batería SAMU DIS-FIT se materializa en un manual, disponible en la web www.samu.es para cualquier entidad interesada en la actividad física de personas con discapacidad, que incorpora ocho pruebas, dos de composición corporal (cálculo de IMC y cálculo de perímetro de cintura) y seis de evaluación motriz (equilibrio dinámico, amplitud de movimiento de tronco, fuerza muscular de la mano, fuerza-resistencia de la musculatura del tronco, fuerza-resistencia de extremidades inferiores y resistencia cardiorrespiratoria). La batería establece para cada prueba unas tablas con valores de referencia, para que cualquier profesional pueda realizar comparativas con las pruebas realizadas a personas con discapacidad cognitiva y así conocer su nivel de condición física.

“Nuestra idea -explica Almudena Chávez- es que los profesionales de la discapacidad, con sus propias pruebas, vayan incrementando la muestra de la batería, para perfeccionar así sus resultados y hacerlos más precisos. Por ello, se está acondicionando un espacio en la propia web SAMU para que otros profesionales del sector puedan registrar los resultados obtenidos en sus pruebas, enriqueciendo el muestreo de la investigación y facilitando la transferencia del conocimiento relativo a la condición física de personas con discapacidad cognitiva”.

Una apuesta por la I+D+i

SAMU DIS-FIT se enmarca dentro de la estrategia desarrollada por SAMU en el ámbito de la I+D+i, en la que la entidad viene trabajando desde hace varios años, a través de un comité de Innovación responsable de desarrollo de las acciones.

Uno de los principales hitos de este departamento, junto a la creación de esta batería pionera, ha sido la obtención de la norma de calidad 1660002 de I+D+i. “Esto -sostiene Almudena Chávez- nos coloca en el grupo de entidades que trabajamos por y para la innovación, consolidando una línea de trabajo específica en la entidad y visibilizando una actitud que ya veníamos teniendo. Es una identificación que asegura a terceros que podemos y sabemos trabajar en I+D+i con todas las garantías, por eso es un sello para la organización.”.

Asimismo, SAMU ha finalizado la tercera fase de desarrollo de SAMS, un software de gestión integral que esperan comercializar externamente entre empresas del tercer sector, una vez que concluya la cuarta fase, prevista para finales de 2021.

Durante todo el 2020, el área de I+D+i trabajó en el desarrollo de soluciones específicas contra el Covid-19, aprovechando su experiencia en este ámbito, ya que SAMU desplegó a lo largo de los peores momentos de la pandemia diversos dispositivos contra la pandemia por toda España e incluso a nivel internacional. Así, diseñó proyectos como una infraestructura de atención médico-sanitaria en los hogares, una APP para personas mayores o la creación de una caravana específica de test Covid.

De cara al presente ejercicio, la entidad, que este año alcanza su cuarenta aniversario, está trabajando en su acreditación como Agentes del Conocimiento de la Junta de Andalucía y prevé la creación de un grupo de investigación específico de SAMU en colaboración con el ámbito universitario.

La odisea de Kaba, el hombre tranquilo de SAMU en Telde

Mi nombre es Ousmane Kaba, nací en Guinea Conakry. Cuando tenía 14 años me propuse salir de mi país para llegar al país de los blancos. Tuve que cruzar países de África. No puedes imaginar de lo que te hablo: tuve que cruzar el desierto de Mali a Argelia. Éramos 36 personas. Caminamos 25 días. Cuando llegamos al borde del mar éramos 18. Me pregunto dónde están los demás. Solo Dios lo sabe”.

Ousmane Kaba habla desde Canarias. Después de cruzar el desierto en camión y el mar en patera, el primer avión que tomó en su vida, hace solo unos meses, no le impresionó demasiado. Le devolvió al sur, a la isla de Gran Canaria, donde desde primeros de enero trabaja como educador en el Centro de Acogida de Emergencia que SAMU gestiona en Telde. Su papel es aconsejar a niños que fueron lo que él fue: recién llegados después de un viaje en el que la muerte acecha de forma constante, agazapada, tras la arena del desierto o las olas del mar.

2.500 euros por cruzar el mar

En castellano lento y seguro, templando cada palabra con el valor que tiene, Kaba cuenta una historia terrible. Empieza en su país, Guinea Conakry, donde dejó a su madre y tres hermanos, y termina en un rescate en alta mar. Entre medias, hay un viaje por el desierto y un contacto forzoso con la mafia: pagó 2.500 euros por cruzar el Mediterráneo. “Nos llevaron a una casa sin luz, sin nada. Tres días encerrados. Luego nos llevaron al bosque. Una semana allí, sentados esperando para poder cruzar. No podíamos ni bajar a por comida”.

Aquellos días interminables marcaron a Kaba: “Se viola o se mata a la gente por culpa del dinero. Las mafias tienen una cárcel. Te dicen que llames a tu familia si no tienes dinero. Cogen una madera para golpearte y que tu familia sepa que lo estás pasando muy mal. Han matado a personas. Es una locura”.

En los bosques y montes entre Nador y Melilla hay cientos de hombres y mujeres esperando su oportunidad para arriesgar su vida por llegar a Europa. Kaba lo intentó dos veces. La primera vez la patera se rompió y fueron rescatados por la Marina marroquí. La policía los devolvió al desierto. También a la segunda falló la embarcación, pero un buque los divisó y dio aviso a Salvamento Marítimo, que rescató a todos los pasajeros. Kaba y otras 57 personas salvaron la vida.

“La patera es cuestión de suerte”, dice.

Campeón de rugby en Sevilla

Kaba puso pie en Málaga el 21 de septiembre de 2018. De allí fue trasladado a La Línea, y después a Bornos. Cinco días después de llegar, el centro ardió y a él lo llevaron a Guillena. Desde entonces, su camino no se ha separado de SAMU. A los tres meses llegó al centro de Fuentequintillo, donde se hizo mayor: cumplió 18, aprendió el idioma y varios oficios. “SAMU me llevó al instituto. Me ha buscado formación, me ha dado papeles, me ha enseñado jardinería y fontanería”, dice.

Además, aprendió a jugar al rugby. Miguel Ángel Ruiz, entrenador del Club de Rugby San Jerónimo, buscaba jugadores para el equipo sub 18, y a Enrique Yrazusta, abogado de SAMU, se le ocurrió que podía encontrarlos en el centro de Fuentequintillo.

“Kaba es un chaval muy humilde. Desde primera hora se volcó. Lo tenía entre ceja y ceja y se convirtió en líder del equipo”, cuenta Ruiz. “Es un portento físico. Podría dedicarse al deporte que quiera. Pero también están las ganas: no faltaba a ningún entrenamiento, y siempre tenía ganas de aprender”.

Aquel grupo de chavales inexpertos incomunicados entre sí, que necesitaba un traductor para entrenar, acabó siendo una piña de marroquíes y guineanos y ganando el campeonato. “Sólo teníamos dos jugadores con experiencia. Que 25 chavales que no sabían ni lo que era el rugby queden campeones es un mérito increíble”.

“La pelea no me da nada”

En Sevilla, Kaba también destacó por su capacidad para solucionar los conflictos. Le ayudó su dominio del francés, su rápido aprendizaje del castellano y hablar bambara, un idioma utilizado en Mali, Guinea, Burkina Faso y Senegal. Pero sobre todo le ayudó su templanza y una vocación de superar los problemas con el diálogo. “Yo estoy aquí porque en mi país no hay un futuro. Estoy aquí para buscar mi vida y un futuro mejor. No voy a ponerme a pelear con nadie, porque la pelea no me da nada”.

“Es super noble, muy respetuoso y educado. Es muy bondadoso, siempre intentando ayudar a los demás”, cuenta de él Nuria Ruiz, responsable por entonces del centro de Fuentequintillo. Para él, la clave está en la educación: “Doy gracias a mi madre porque me ha educado muy bien. Lo que digo a todo el que llega a Europa a buscarse la vida es que lo que no haces en tu país no lo puedes hacer en otro”.
Tan solo echa de menos a su madre y a su hermano. Los quiere con él, pero no pagando el precio que él pagó. “Solo cuando lo pasas conoces la realidad. Yo no quiero que mis hermanos recorran el mismo camino”.

Kaba ayuda ahora a quienes están como él estuvo. Dicen que es tímido, que le cuesta salir a bailar, pero se ha convertido en un referente. “Yo les cuento a los chicos mi vida, lo que he pasado, para que entiendan que no es fácil y que la vida es paciencia. Ahora me llaman los padres, me preguntan y me dicen: ‘Cuida a mi hijo, que no se vaya a Francia’”.

Un día Ousmane Kaba fue a la playa con Pilar Velasco, la directora del centro de Telde, y otros trabajadores y compañeros de SAMU. Delante del mar les contó: “No sé nadar”. “¿Cómo viniste en patera sin saber nadar?”, le preguntaron. Kaba se encogió de hombros: “Me arriesgué”. Lo puso todo en juego, y tiene claro que ha llegado para quedarse.

Valme López, directora de Servicios Corporativos de SAMU: “En SAMU he aprendido a tener la piel más dura”

Valme López (Sevilla, 1987) puede presumir de ser una de las pocas personas que, con su trabajo y dedicación, ha ido desde la base subiendo peldaños uno a uno dentro de la estructura de SAMU. Entró como becaria en 2010 y acaba de ser nombrada directora de Servicios Corporativos.

—En primer lugar, felicidades por este nuevo nombramiento. Se trata de un puesto de nueva creación. ¿Cuál es su función ahora exactamente?
—Sigo trabajando dentro de la Dirección General, pero no como adjunta a la Dirección, he dado un paso más. Este nuevo cargo aglutina todas esas actividades que yo ya hacía desde hace algún tiempo pero que no estaban totalmente definidas. Digamos que ahora soy directora de todas aquellas áreas y actividades relacionadas con los servicios corporativos de la organización, como por ejemplo marketing, comunicación, prensa, identidad corporativa, innovación, sostenibilidad, relaciones institucionales… Sigo dentro de la oficina de Dirección General, pero con mi propia dirección.

—¿Cuáles son ahora sus objetivos?
—Pensar a lo grande, más aún. Tengo que aprender a delegar para poder seguir creciendo, es algo que me cuesta mucho. Tengo que desarrollar el pensamiento estratégico para hacer que SAMU facture 100 millones de euros. Ese es mi objetivo, bastante ambicioso, sí, pero hay que pensar así, a lo grande, para poder seguir creciendo.

—¿Recuerda su primer día en SAMU?
—Tenía 22 años cuando entré a trabajar en SAMU. Era una niña. Entré como becaria en prácticas a través de la Universidad de Sevilla. Carlos González de Escalada, hoy director general, me entrevistó. Me acuerdo de que me preguntó: “¿Eres proactiva?”. Y él mismo me dijo: “Vaya pregunta la mía, me vas a decir que sí, claro”. Y yo, “sí sí, claro”. Me pidió que le mandara en un email lo que yo podía aportar a la empresa y cuáles eran mis objetivos. Éramos cuatro candidatos para un mismo puesto. Al cabo de diez días, Carlos me llamó y me dijo literalmente: “Si sigues interesada, en este puesto es tuyo”. Era un puesto de gestora administrativa. Hice mil bases de datos y mailings ocupando aquella responsabilidad, además de llevar la gestión de la lavandería y de apoyar a Carlos González de Escalada en las labores de dirección de Desarrollo de SAMU. Estuve seis meses de becaria.

—¿Cómo fue el paso de becaria a personal contratado?
—Yo terminaba mis prácticas el 21 de septiembre y, hasta el último día en el último momento, Carlos González de Escalada no se sentó conmigo y me dijo: “Valme, no sé si te dará tiempo de hacer la gestión en la Universidad, pero vete que mañana empiezas a trabajar aquí”. Me tuvo en vilo hasta el último minuto.

—¿Se imaginaba entonces que iba a tener una trayectoria profesional de once años en SAMU?
—No me lo imaginaba, pero sí lo quería. Aquí estaba a gusto, me sentía en familia, apoyada.

—¿Por qué lo quería?
—Por la profesionalidad que había y por todas las posibilidades y el trabajo que había por hacer. Había muchas cosas que desarrollar, muchos frentes abiertos.

—¿Cómo ha evolucionado SAMU en estos once años?
—El cambio ha sido radical. Yo siempre digo que el crecimiento de SAMU en los últimos años ha sido explosivo, no exponencial. Cuando yo llegué solo había cinco o seis recursos abiertos y unos 150 trabajadores. Hoy hay más de 70 recursos y una plantilla de 2.000 trabajadores. De SAMU, admiro su valentía. No se para por nada. A SAMU no le arruga nada. Aquí se ama el trabajo.

—¿Ha habido algún proyecto que usted pensara que no saldría adelante?
—En 2018 vivimos un momento muy crítico a raíz de la crisis migratoria y la gran cantidad de menores no acompañados que llegaron a las costas andaluzas. En aquella época se produjo una explosión de centros de menores en SAMU. Nos llamaban de la Junta de Andalucía un día sí y otro también comunicándonos la llegada de nuevos menores y la necesidad de movilizar recursos para poder atenderlos. Abríamos recursos dirigidos a menas [menores extranjeros no acompañados] a un ritmo frenético. Esto ha sido lo más meritorio y lo más fascinante que he vivido yo en SAMU. Fue increíble.

—¿Cuál ha sido el momento más difícil que ha vivido en SAMU?
—En 2012 hubo una crisis de liquidez importante. Estábamos en plena crisis económica y hubo despidos. Fue una situación muy desagradable. Yo era una joven de 24 años y tuve que comunicarle el despido a hombres con el doble de edad que yo y a compañeros a los que apreciaba mucho. Algunos no se tomaron bien que fuera yo la que les anunciara el despido y me lo hicieron saber con comentarios y actitudes fuera de lugar. Personalmente, fue un momento muy duro, quizás el más duro de mi carrera en SAMU. Muchos me seguían viendo como una niña. Lo pasé muy mal. Despedir a alguien siempre es muy difícil y siendo tan joven como lo era yo, más.
“Mejor pedir perdón que pedir permiso”

—¿Ha cambiado SAMU su personalidad?
—Sí, claramente. En SAMU he aprendido a tener la piel más dura y a resistir más. Aquí he crecido tanto personal como profesionalmente. Antes era de lágrima fácil y me agobiaba cuando tenía mucho trabajo. Recuerdo que, cuando estaba sola en Base 7, llamaba a Carlos González de Escalada, que estaba en la oficina de la Cartuja, y él no paraba de mandarme tareas y más tareas. Cuando le replicaba me decía: “¡No me contestes más!” y yo, “pero Carlos…”, y él insistía, “¡que no contestes!”. Para mí ahora eso es una anécdota divertida. Pero así también aprendí a resolver las cosas por mí misma. No me quedaba otra. Mejor pedir perdón que permiso.

—¿Qué le ha enseñado SAMU en todos estos años?
—En SAMU he aprendido todo lo que sé y lo que soy. Toda mi carrera profesional la he desarrollado aquí.

—¿Quiénes han sido sus principales apoyos?
—Carlos González de Escalada, sin duda. Todo lo que sé lo he aprendido de él. Su entereza, a sacar las castañas del fuego, a ser valiente y apostar. Él ha sido mi mentor. Y estoy muy agradecida del tiempo y el esfuerzo que me ha dedicado. Siempre pienso en lo afortunada que soy de tener su respaldo. Pero al mismo tiempo, en vez de relajarme, eso me impone más responsabilidad porque no puedo ni defraudarle ni fallarle.

—¿Hacia dónde va SAMU?
—SAMU quiere buscar y apostar por algunos proyectos privados, pero sin abandonar la estrategia seguida hasta ahora y fruto de la cual ha sido nuestro crecimiento. Vamos a continuar persiguiendo y mejorando los contratos con la Administración Pública como hasta ahora porque está más que demostrado que eso es lo que mejor sabemos hacer. Como decía hace un tiempo nuestro director general, SAMU es una entidad privada de servicio público.

—Antes ha mencionado lo que le ha enseñado y aportado SAMU, ¿y al revés, qué cree que le ha ofrecido usted a la organización?
—Lealtad y compromiso, sobre todo. También confianza y seguridad. Mi jefe y compañeros saben que a mí ‘no se me pasa nada’.

Una atención especial para los alumnos con cardiopatías en Cataluña

Fundación SAMU ha puesto en marcha recientemente un nuevo servicio gratuito de Atención al Alumnado con Cardiopatías en los centros educativos de enseñanza obligatoria de Cataluña a través de su área de Servicios Educativos. La propuesta, que se presta para la Dirección General de Currículum y Personalización del departamento de Educación de la Generalitat de Cataluña, nace para dar cobertura a los cerca de 400 alumnos de Infantil, Primaria y Secundaria identificados por el departamento de Educación Inclusiva de la Generalitat con esta patología, más los nuevos casos que se detecten. Aunque el servicio apenas lleva funcionando dos semanas, el equipo de Fundación SAMU ya ha comenzado la intervención de más de 40 alumnos.

El objetivo del equipo, compuesto por dos profesionales psicopedagogos tutelados por el área Hospitalaria y la dirección de Servicios Educativos de Fundación SAMU (según las necesidades, podría duplicarse la plantilla) tiene como finalidad dar apoyo no sólo a los alumnos con cardiopatía congénita sino a todo su entorno, asesorando también al profesorado y al resto de profesionales que atienden a estos estudiantes, así como a su familia.

Según Concepción Pérez Carrera, directora del área de Servicios Educativos de Fundación SAMU, el tipo de intervención es muy diversa y se acometen labores globales formativas, de recomendaciones, de dotación de recursos y orientación de manera muy individualizada. “Tras una valoración inicial de toda la información y documentación clínica y la apertura de la ficha y registro del alumno, se procede a realizar diferentes acciones. Se ejecuta el plan de apoyo al menor según su edad y etapa madurativa en la realización de actividades de la vida diaria, relativas a higiene, alimentación, control de esfínter o vestido; se activan las intervenciones de información, asesoramiento y orientación de los profesionales de la educación y el seguimiento de las Necesidades Específicas de Apoyo Educativo del estudiante; se coordinan con los profesionales externos las actividades habituales de ocio y tiempo libre de los menores para adaptarlas a las actividades escolares y de recreo; se ofrecen las pautas de actuación, con reuniones y sesiones de trabajo a los profesionales directamente implicados con el alumno”, indica.

Además de ese trabajo directo con el estudiante, los profesionales de SAMU realizan charlas y sesiones para informar al resto de la comunidad educativa en relación a la enfermedad y sus repercusiones, se apoya la elaboración de informes psicopedagógicos que realiza el Equipo de Asesoramiento Psicopedagógico (EPA) y se dota de los recursos humanos necesarios para la demanda asistencial.

Cuatro toneladas de residuos reciclados en un año

La empresa de reciclaje Recilec y SAMU firmaron hace más de un año un acuerdo de colaboración para la gestión de los residuos electrónicos, pilas y baterías de la organización, al mismo tiempo que Recilec ponía a disposición de SAMU electrodomésticos recuperados en su centro de preparación para la reutilización, ubicado en la planta de tratamiento de Aznalcóllar (Sevilla), implementando así los preceptos básicos de la economía circular. Durante este tiempo, SAMU, a través del departamento de Sostenibilidad, ha logrado reciclar más de cuatro toneladas de residuos.

“Nuestra actividad principal es la recogida, transporte y tratamiento de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE), incluido las operaciones de tratamiento de preparación para la reutilización. Disponemos de una planta en Aznalcóllar (Sevilla) y un Centro de Consolidación en Loja, Granada. Desde estas dos instalaciones damos cobertura a Andalucía, Extremadura, Ceuta, Melilla y parte de Murcia”, explica Leonardo Pineda, director general de Recilec.

El acuerdo entre SAMU y Recilec surgió cuando representantes de ambas entidades coincidieron en un foro celebrado en Málaga en octubre de 2018 sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible que promueve las Naciones Unidas (Agenda 2030). “Al conocer que SAMU contaba con una dirección de Sostenibilidad y el nivel de implicación de esta entidad con el medio ambiente y la economía circular, le informamos de nuestros servicios e inmediatamente vimos que ambas organizaciones caminábamos en la misma dirección y que de la colaboración entre ambas se producirían sinergias”, explica Pineda.

El objetivo que persigue esta alianza es, principalmente, facilitar la correcta gestión medioambiental de los residuos RAEE, pilas y baterías que se generan en los diferentes centros operativos de SAMU, así como explorar la posibilidad de servir de fuente de suministro de productos recuperados en el Centro de Preparación para la Reutilización que tiene Recilec en Aznalcóllar (Sevilla) como pueden ser lavadoras para hogares de personas que son asistidas por SAMU.

Una de las claves del éxito en los 17 años de existencia de Recilec ha sido el desarrollo de alianzas estratégicas con entidades de diferentes sectores. Como ejemplo, el acuerdo con los fabricantes de aparatos representados en los Sistemas Individuales y Compartidos de Responsabilidad Ampliada del Productor (SRAP) o el acuerdo desarrollado en los últimos años con la Federación Andaluza de Electrodomésticos (FAEL), gracias al cual se puso en marcha un modelo de gestión que ha sido referente nacional para aumentar las cifras de recogida selectiva del RAEE en el canal comercial. Por otro lado, llevan años colaborando con entidades con fines sociales (Reto, Madre Coraje, Traperos de Emaús) a quienes han dado siempre su apoyo.

Cómo Zampou se convirtió en un trabajador esencial

Ha sido un año difícil para todos, qué duda cabe. A la preocupación por la salud general, entender nuestro nuevo modelo de relación social y desarrollar estrategias para rediseñar nuestras vidas, se sumaba la preocupación por la destrucción del empleo. No es una frivolidad, estábamos y estamos muy preocupados por la destrucción del empleo. La columna vertebral de nuestro Programa de Alta Intensidad (PAI) para jóvenes extutelados es la inserción laboral. Sólo así nuestros jóvenes podrán emprender de manera autónoma y en condiciones de seguridad su camino hacia la vida adulta.

El protagonista de esta historia, Zampou (natural de Burkina Faso) inició su actividad laboral en la Panadería Molino del municipio de Motril en enero de 2020. Tras un periodo de prueba nos comunicaron que sería contratado a jornada completa durante un año, condiciones necesarias para tramitar su permiso de trabajo. Su felicidad era inmensa: lo había conseguido tras mucho esfuerzo.

A las pocas semanas se decretó el estado de alarma por la pandemia del Covid-19 y afloraron en nuestros jóvenes los impactos psicológicos del confinamiento y el estado de incertidumbre continuado: desde la preocupación por el estado de salud de familiares en sus países de origen al deterioro del contacto social directo con amigos y compañeros de trabajo, la pérdida de empleo o de la fuente de ingresos y la incertidumbre sobre el futuro y, por lo tanto, sobre la capacidad para afrontar el proyecto personal de vida iniciado.

En el caso de Zampou, al tratarse de un sector esencial, se sumaba el estrés propio de personas que siguieron trabajando y asumiendo importantes riesgos y responsabilidades (sanitarios, empleados de supermercados, limpiadoras, transportistas, conductores,…). A pesar de ello, se sentía (y se siente) afortunado.

El efecto de la crisis en los jóvenes

La población joven ha experimentado las consecuencias más virulentas de la crisis económica que ha desencadenado la pandemia del Covid-19: “Tras los meses de confinamiento, solo el 33,5% tenía un empleo y la tasa de actividad ha bajado del 50% por primera vez en la última década”. Así lo refleja el informe Juventud en riesgo: análisis de las consecuencias socioeconómicas del COVID-19 sobre la población joven en España, elaborado por el Instituto de la Juventud (Injuve) y el Consejo de la Juventud de España.

Por nacionalidad, la tasa de paro de la población española es del 14,46%, mientras que la de la población extranjera en nuestro país alcanza el 26,58%. También por nacionalidad, el número de activos aumenta el último trimestre de 2020 en 123.500 entre los españoles y en 40.700 entre los extranjeros (Encuesta de Población Activa – cuarto trimestre de 2020).

Estos datos son poco alentadores para los profesionales que trabajamos dedicados a la orientación e inserción laboral de un colectivo. En todos los casos, dice el estudio, las cifras reflejan “una pauta dual característica cíclica” del sistema productivo español: “las personas jóvenes, cuyos empleos son mayoritariamente temporales y precarios, son despedidas (o no renovadas) a bajo coste en épocas de crisis”. Y justo ahora atravesamos uno de estos periodos.

Sin embargo, este no ha sido el caso de Zampou. Tras un año de aprendizaje, hoy es un gran panadero, una pieza importante en el obrador de pan en el que desempeña su trabajo. El fin de su contrato, no obstante, trajo consigo los inevitables miedos e inseguridades.
En nuestra situación geográfica, el turismo, la hostelería, el comercio y el resto de servicios han acusado gravemente la crisis provocada por la pandemia, por lo que los miedos de Zampou al acercarse la fecha del fin de su primer contrato no eran del todo irracionales. Somos conscientes de su incertidumbre y nervios el día que fue llamado al despacho del gerente.

Ese día cambió todo, pues le comunicaron a Zampou que, a partir de ese día, formaría parte de la plantilla de la panadería de manera indefinida. Tardó unos segundos en digerir la noticia e inmediatamente hizo una llamada al equipo del PAI SAMU Motril para comunicarnos lo que había ocurrido: “Acabo de firmar mi contrato indefinido”, decía una voz emocionada y entrecortada.

Hoy más que nunca, desde el Programa de Alta Intensidad gestionado por Fundación SAMU seguiremos ejerciendo de puente entre jóvenes en riesgo de exclusión social y el tejido empresarial de los territorios en los que trabajamos, mejorando la empleabilidad de todos estos chicos, dotándoles de las herramientas técnicas y de competencias para lograr una eficaz inserción laboral y su inclusión social activa. Sólo así, minimizaremos el riesgo de que los jóvenes vean amenazado su proyecto de emancipación.

Autor: SIHAM KHALIFA EL ABDI.
Responsable PAI SAMU Motril