La indefensión (aprendida) es un estado psicológico que se manifiesta cuando una persona comienza a sentir que es incapaz de modificar alguna situación o estado mediante sus conductas. Nuestra conducta no influye en el resultado obtenido. Éste es el estado en el que se encuentran muchos jóvenes migrantes tutelados en la antesala de su mayoría de edad. Uno de los principales interrogantes el día de su 18 cumpleaños es: “¿y ahora qué?”.
En el tiempo que los menores permanecen acogidos en un centro, independientemente de la tipología de éste, interiorizan los objetivos mínimos e imprescindibles que deben conseguir para que su integración sea posible: el aprendizaje del idioma, recibir formación reglada y no reglada, la gestión de su documentación y la motivación por una inserción laboral temprana.
La mayoría de los jóvenes muestran una alta motivación y se esfuerza diariamente para conseguir cumplir el objetivo principal de su proyecto migratorio: la inserción laboral. Con apenas 16 ó 17 años deben tener claro su proyecto de vida, y trabajar para conseguirlo.
En este proceso cuentan con el amparo de la Ley de Protección a la Infancia, protección que prescribe el día que alcanzan su mayoría de edad. Para entonces, se espera que estos jóvenes hayan conseguido los mencionados objetivos que permitirán su integración.
En un contexto social general donde la edad de emancipación y la plena autonomía de la juventud se han visto retrasadas por diversos factores, fundamentalmente por las dificultades para conseguir un primer empleo y que éste sea capaz de dotar a la persona de manutención y vivienda, los jóvenes migrantes se enfrentan a una situación de gran dificultad tras abandonar el sistema de protección.
Cumplir 18 años no es un motivo de alegría para los jóvenes que, estando bajo la tutela de la Junta de Andalucía durante su minoría de edad, conocen los profundos cambios a los que se van a enfrentan a partir de este momento.
La indefensión aparece cuando uno de estos chicos se esfuerza al máximo para aprender el idioma, se forma, no sin dificultades —la mayoría no cuenta a su llegada con un nivel de formación adecuada a su edad—, aprovecha los recursos que les ofrecen las diferentes entidades trabajan con estos menores, y, a pesar de todo ello, no siente un mínimo de seguridad de que su buena actitud y esfuerzo le garantice la integración.
Ellos no tienen ningún poder de control sobre la gestión de su documentación, que, en algunos casos, se dilata tanto, que llegan a cumplir la mayoría de edad sin haber conseguido el pasaporte de su país de origen. Su educación depende de factores que van más allá de sus ganas de aprender y formarse.
Si bien es cierto que el trabajo y el esfuerzo constante conceden mejores resultados, la realidad de estos jóvenes es que para ellos su futuro no depende de una cuestión matemática, sino de la suerte.
Debes tener suerte y cumplir la mayoría de edad cuando haya plazas disponibles en un recurso de emancipación que te garantice la posibilidad de dar continuidad a tus logros.
Los principales factores que podrían explicar las dificultades en los procesos de transición son: bajos niveles académicos, abandono prematuro de los estudios, y falta de aspiraciones y expectativas.
En la inmensa mayoría de los casos estos jóvenes cuentan con pobres entornos sociales y escaso apoyo social. De un día para otro, se encuentran con una situación administrativa inestable y escasos recursos para afrontar la transición a una vida adulta, viviendo un estado de incertidumbre permanente.
No sólo se enfrentan a la falta de recursos, también a un cambio en el régimen jurídico que afectará a todos los ámbitos de su vida, pasando de la protección por su condición de menor, a la normativa de extranjería donde su condición migratoria pesa con toda su fuerza. Son, a su salida del sistema de protección, personas extranjeras a todos sus efectos.
Nos enfrentamos a una etapa complicada en la que deben seguir formándose, regularizar su situación administrativa, acceder a un empleo y mantenerlo (porque de ello va a depender su continuidad en el país), gestionar adecuadamente su economía, construir su red social de apoyo y construir una historia de vida en la que sepan combinar pasado y presente.
Urge la necesidad de buscar respuestas eficaces que garanticen el pleno desarrollo de la autonomía e inclusión en la transición a la vida adulta de estos jóvenes. Y urge la necesidad de habilitar más plazas en programas específicos orientados a jóvenes extutelados, donde puedan dar continuidad a sus proyectos y a sus sueños.
Autora: Siham Khalifa El Abdi – SAMU Dúrcal