SAMU capacitará a médicos de las Fuerzas Armadas de Perú

Médicos de las Fuerzas Armadas de Perú serán capacitados en procedimientos de atención de emergencias y prevención de riesgos de desastres por SAMU. Esto será posible en virtud de un convenio de cooperación técnica interinstitucional suscrito este mes por la organización con  el Ministerio de Defensa del país andino.

El referido documento fue suscrito por el viceministro de Políticas para la Defensa, Hernán Flores Ayala, y el director general de SAMU, Carlos González de Escalada Álvarez, en la sede del Ministerio de Defensa, en Jesús María.

“Estamos contentos de compartir la firma de este convenio, cuyo objetivo es la transferencia de conocimientos y de capacidades para nuestro personal médico que redundará en una mejor atención a la ciudadanía”, subrayó el viceministro Flores, en representación del ministro de Defensa, José Huerta Torres.

Por su parte, González de Escalada destacó también que el convenio favorecerá la capacitación de los profesionales médicos en España en procedimientos de urgencias, emergencias y prevención de riesgos de desastres.

El objeto del acuerdo es apoyar la gestión de capacitación y tecnificación, a través de la transferencia de tecnología, intercambio de experiencias, actividades de investigación científica y organización de programas académicos encaminados a la formación, capacitación y certificación de profesionales en el campo de las emergencias y prevención de riesgos de desastres, para su ejecución y desarrollo a nivel internacional y nacional.

SAMU se compromete a la formación, capacitación, evaluación y certificación de profesionales de la salud en su sede de Sevilla.

A este acuerdo se suma un segundo convenio entre la Unidad de Estancia Diurna San Lucas, gestionada por la Fundación SAMU, y la Fundación Fundomar, que promueve la inclusión laboral entre personas desempleadas y en riesgo de exclusión social. De este modo, San Lucas cuenta desde enero en su plantilla con una persona vinculada a Fundomar que realiza prácticas remuneradas.

Repartidores de ilusión

La magia y la ilusión llenaron el pasado 5 de enero las instalaciones de la Residencia San Sebastián, en Cantillana (Sevilla). Un grupo de usuarios y trabajadores del centro participaron en la Cabalgata de Reyes Magos de este municipio como pajes del rey Melchor y formando parte de la comitiva de beduinos.

Esto ha sido posible gracias a la iniciativa planteada por Lidia Soledad Daza Díaz, auxiliar de enfermería de la Residencia San Sebastián, que el 5 de enero se metió en la piel del Rey Melchor. “Para mí el 5 de enero es un día muy especial y me hacía mucha ilusión ser Reina Maga. Llevaba varios años comentándole a mis compañeros de SAMU la posibilidad de que la entidad tuviera presencia en una carroza y este año me lancé y me apunté en el Ayuntamiento de Cantillana, con la aprobación previa de la directora de la residencia”, comenta la joven.

En la carroza, Lidia Daza estuvo acompañada por varios compañeros de SAMU y cuatro residentes: Manoli, Gabriel, Enrique y José Manuel Fidalgo, además de numerosos niños. Abajo, en el cortejo y vestidos de beduinos, iban más residentes y compañeros. “Mi objetivo siempre ha sido compartir la ilusión de ser Reina Maga con los chicos de SAMU”, indica.

Además, todos ellos repartieron durante el cortejo diferentes objetos, regalos y manualidades confeccionados por los propios usuarios de la residencia durante los meses previos a la cabalgata, como cuadernos, separadores de libros o pelotas. “Ha sido muy emocionante ver lo involucrados y motivados que estaban todos los usuarios con el proyecto. Algunos preferían no salir de excursión y quedarse en el centro haciendo manualidades”.

«Operación Ukuphuma»: La evacuación límite de un complejo hospitalario

Bajo el nombre en clave Operación Ukuphuma, Escuela SAMU acogió en enero el simulacro número dos de la programación del Máster de Atención Prehospitalaria, Catástrofes y Acción Humanitaria. Las instalaciones de adiestramiento de Gelves (Sevilla) se convirtieron en un insólito escenario de emergencias para recrear la evacuación de un hospital por una gran fuga de gas con riesgo de explosión. Es parte del programa del Máster y tiene los objetivos de afianzar y demostrar los conocimientos adquiridos durante el módulo de Urgencias y Emergencias, así como desarrollar la evaluación continua del alumnado.

“El simulacro se realiza como complemento en el proceso de aprendizaje de estos futuros profesionales, facilitando el desarrollo de habilidades para la resolución de problemas asistenciales, organizativos y logísticos sobre los que el alumno se ha formado previamente”, explica Thomas Couyotopoulo, subdirector de Escuela SAMU.

De esta forma se acerca al alumno a una situación real, controlando la complejidad de las situaciones y potenciando la gestión del conocimiento.

En la literatura especializada suele señalarse que un hospital no es un recinto evacuable y, aunque esto es defendido por la mayoría de los expertos, lo cierto es que puede llegar a necesitarse tomar una medida de estas condiciones, aunque sea como resolución extrema. Precisamente por la dificultad que comporta la evacuación de un hospital es por lo que se hace más necesario tener preestablecido un posible plan y ejecutar el oportuno entrenamiento para llevar a cabo la misma con las máximas garantías de éxito.

Un ejemplo de esta situación límite fue la evacuación del Hospital Universitario Virgen Macarena el 19 de noviembre de 1978 debido a un incendio generado por un cortocircuito.

El simulacro se celebró el 29 de enero, con una duración de 5 horas, con el objetivo principal de aprender a gestionar una evacuación hospitalaria ante una situación de emergencia en un escenario simulado.

Otros objetivos del ejercicio fueron desplegar puestos provisionales y definitivos de triaje; potenciar la capacidad de reacción en situaciones especiales; simular la evacuación de un hospital; perfeccionar el correcto transporte y transferencia de pacientes críticos; resolver los problemas asistenciales que se presenten; y actuar en consecuencia al puesto jerárquico ocupado.

Este tipo de ejercicios forman parte de la filosofía de trabajo de Escuela SAMU que, bajo el lema “aprende haciéndolo”, trata de adiestrar a futuros profesionales de emergencias especialistas en salvar vidas y con una amplia trayectoria de campo.

La voz de la experiencia

Cuando tenía ocho años, Moha se subió al eje de un camión de pescado cerca del puerto de Tánger. Luego se agazapó durante horas en un barco y amaneció en Algeciras, cuando dos perros empezaron a ladrar. Había llegado a España. “Para mí era un sueño”, cuenta hoy, con inconfundible acento de la Bahía. Con 20 años, estudia y trabaja, y se siente gaditano. Nos atiende por teléfono a la carrera, entre clases de francés y del carné de conducir.

El de Mohammed El Harrak es un ejemplo de superación. Su padre fue encarcelado siendo él un crío, y Moha se fue pronto a vivir con su abuela. Cuando ella murió, se encontró en la calle. “Comía de las sobras, a base de pedir y vender kleenex en los semáforos. Estaba más tiempo en comisaría que en la calle. Empecé a esnifar una especie de pegamento”, relata. Durante meses, intentó colarse en alguno de esos camiones. “No quería acabar como acaban todos, delinquiendo y en la cárcel”. Si consiguió huir de un futuro de drogas y marginalidad fue, precisamente, porque era muy pequeño. “No me pillaron porque podía esconderme. Tuvimos suerte”, admite.

Moha aprendió español rápidamente y se sacó el título de Educación Secundaria de forma brillante. Después obtuvo el Grado de Atención a Personas en Situación de Dependencia y ahora está a punto de terminar el de Animador sociocultural y Turístico. “Desde que eché cabeza siempre me ha ido muy bien. No he suspendido ningún examen en todo el grado superior”, cuenta con orgullo. Le gustaría estudiar una carrera: Educación Social.

Mohammed puede explicar su experiencia a chicos que, como él, llegan a España en busca del sueño europeo. Durante los fines de semana trabaja en el centro de menores que dirige  Fundación SAMU en el término municipal de Tarifa. “Averiguo sus problemas y cómo solucionarlos”, resume. “He pasado por la misma situación por la que han pasado ellos, e incluso peor. Les digo que todo es posible, que se puede conseguir cambiar tu futuro con esfuerzo y constancia”.

En 2007 la Fundación SAMU empezó a incorporar a un chico extutelado en cada equipo de sus centros de acogida. “Ellos traducen lo que el menor siente y trasladan su experiencia de vida. Transmiten a los chavales seguridad, perspectivas de futuro, confianza, tranquilidad y también la idea de que nosotros estamos aquí para ayudarles en todo lo que necesiten”, explica Nicolás Torres, Director del Área de Menores de la Fundación.

Mounir: 24 horas en el mar

Jamal Elkihal y Mounir Kachkache también trabajan en Fundación SAMU después de pasar por alguno de sus centros de acogida, donde recibieron formación. Ahora cuentan su experiencia a niños recién llegados a España. “A veces llegan nerviosos, no saben qué hacer. Les doy una charlita y se relajan. Cuando les cuento cosas mías, mi historia, comprenden que lo que les pasa es lo mismo que me pasó a mí y a otros muchos chicos como yo, y entonces te escuchan. Saben que tengo razón”, explica Jamal, que además trabaja como repartidor y mecánico. Él también llegó a España después de una decena de intentos frustrados entre las ruedas de un camión. Hoy vive en Algeciras y tiene un niño de tres meses. “Yo ya me quedo aquí”, dice tajante.

En cambio, Mounir llegó en patera. Desembarcó en Torremolinos con apenas 16 años, después de pasar dos meses en un monte de Alhucemas, y 24 horas interminables en mitad del mar. Mounir recuerda exactamente cuántos viajaban en aquella barcaza: 37 personas, incluyendo una mujer y ocho menores, que al llegar a Torremolinos fueron trasladados a centros de acogida. Ahí empezó a cambiar la suerte de Mounir, que conoció a Nicolás Torre, un segundo padre para él.

Hoy, Mounir es un verdadero coleccionista de títulos. “Estudié electricidad de edificios, soldadura, monitor de deporte, resolución de conflictos, traductor, auxiliar de enfermería, que no llegué a terminar; auxiliar de geriatría lo tengo, monitor de centro de menores, auxiliar técnico educativo, rescate en alta montaña…”, enumera el joven Mounir Kachkache, casi sin respirar.

Después de convertirse en monitor de centro de menores, empezó a trabajar con Fundación SAMU. Como Jamal y Moha, es una ayuda valiosísima para la educación de los chicos acogidos en los centros de Fundación SAMU. “Cuanto más trabajo, más me alegro. Vamos por toda España para preparar a los centros, para formarlos y  para prestarles toda la ayuda y apoyo mental”.

El reto a los 18 años

Los menores no acompañados que pasan por el sistema de acogida y tutela se encuentran con un problema cuando cumplen la mayoría de edad: disponen de unos meses para acreditar que tienen una oferta de trabajo de al menos un año de duración. De lo contrario, España ordena su expulsión. En un contexto de precariedad laboral, pocos empresarios ofrecen trabajo a un joven extranjero sin experiencia, por lo que su futuro se complica de forma radical al alcanzar la mayoría de edad.

“La situación de estos chicos normalmente es muy complicada”, lamenta Nicolás Torres, que pide una modificación del marco jurídico para abrir el abanico de opciones. Por ejemplo, ampliar el plazo a los 21 años, considerar el hecho de que los jóvenes estén estudiando o valorar la búsqueda activa de empleo. “Hemos tenido niños durante seis años a los que deportan porque no han podido renovar un permiso de residencia. Es un desgaste emocional, de personal y económico”.

Moha cree que si no hubiese logrado encaramarse al eje de aquel camión de pescado hubiese acabado enredado en la maraña de las drogas, y tiene claro que la vida son objetivos. Ésa es la filosofía que traslada ahora a los chavales, que afrontarán un reto cuando cumplan 18. “Siempre les digo: tened algo en la mente y luchad por ello. Os vais a encontrar mil obstáculos, y aquí estoy yo para ayudaros, porque también los tuve en su día”.

«Felicidades Mohammed. Me siento orgullosa de ti”

Por Palma Díaz. Trabajadora Social del ARB El Bosque.

NO sé si será culpa del paso del tiempo el hecho de que las ganas y el ímpetu con el que uno empieza un nuevo trabajo se pierdan. Todo se convierte en rutina e incluso se hace callo. Lo que en un principio te conmovía o entristecía, al cabo de los años lo ves algo tan natural que ni siquiera te paras a pensar en ello.

Hoy me reencuentro con un chico que estuvo con nosotros en el Centro de Protección de Menores El Bosque en 2009. Un chico que, nada más llegar a España con 11 años, se arrepintió de haber venido. Sin embargo, al mismo tiempo, comenzó a descubrir otra realidad y a convivir con chicos de su país.

En aquella época, no paraba quieto. Protagonizó algunas fugas y adquirió malos hábitos. Tanto fue así que a veces, en fines de semana, me lo tenía que llevar a mi casa para que el resto de los chicos y compañeros educadores del centro pudieran salir a la playa o a hacer algún tipo de ruta.

Viendo el peligro constante al que se exponía, y velando por el bien de este menor, solicitamos su traslado a otro tipo de centro con una atención más individualizada. Su adaptación a este cambio fue dura. Le costó mucho, tanto a él como a los educadores y monjas del centro donde residía, pero tengo que decir que, hoy mas que nunca, me alegro de aquella decisión que el equipo de El Bosque tomó. Hoy me encuentro con todo un hombre, que valora el estudiar y que ve la necesidad de la formación para tener un buen medio de vida.

Mohammed fue un chico que me llegó al corazón, no sé si por su corta edad o por mi juventud y motivación. Tanto fue así, que acabé haciéndome familia colaboradora, lo que me permitía ir a visitarlo a Cádiz una o dos veces al mes y pasar periodos vacaciones con él.

Su recorrido ha sido bastante impetuoso pero tiene objetivos claros. Siempre ha sabido que las cosas se consiguen con esfuerzo. Incluso me sacaba una sonrisa cuando me decía textualmente que él alguna día sería como Nico [Nicolás Torres, Director del Área de Menores de SAMU]. Esa ambición que ha demostrado desde entonces me  agrada, porque se cumple el objetivo que nos planteamos con estos chicos a su llegada a nuestros centros.

Hoy, que me reencuentro con él, le pregunto qué tal le va la vida. Me cuenta que, a su mayoría de edad, salió del Centro San José, donde se sintió muy cuidado por las monjas. Me comenta que aún conserva a los amigos que hizo en el colegio cuando comenzó su etapa en Cádiz; y que tuvo mucha suerte porque tuvo una familia colaboradora que, una vez que él salió del centro, le ofreció su casa para que terminara de estudiar el Grado Medio de Atención a Personas con Dependencia. Así lo hizo.

Probó  suerte en el ámbito laboral en Barcelona, hecho que le convenció de que una buena base de estudios le permitiría optar a un mejor empleo y a tener una mejor calidad de vida. Así, regresó a Cádiz. Cursó el primer año del Grado Superior de Animación Sociocultural, viviendo de alquiler en una habitación con ayudas que le ofrecían el Padre Óscar y otras entidades. Ahora está cursando segundo de ese ciclo, y se ha  incorporado a la plantilla del Centro de Menores El Bosque.

Cuando le pregunto por la familia, me cuenta que una vez que cumplió 18 años no quería volver  a Marruecos. Él no sabe decirme por qué, pero por su forma de expresarse pienso que sentía miedo. Una de sus últimas educadoras se ofreció a acompañarle. Una vez llegados a Tánger, tardaron más de hora y media en salir del puerto. Creo que la incertidumbre de lo que pudiera encontrarse le superaba. Cuenta que no pudo parar de llorar en todo el trayecto del barco y que, una vez que se atrevió a salir del puerto, estaban dos de sus hermanos mayores esperándole. No sabía cómo reaccionar. Sus hermanos lloraron y él también. Todos se dirigieron a su barrio, Berchifa. Nada más entrar vieron a dos chicos correr y él ya supo de inmediato que eran dos de sus hermanos menores, “clavados” a él. El momento del reencuentro con su madre fue muy emotivo. No paró de llorar y abrazarlo. Hoy ha recuperado a esa familia que un día dejó atrás.

En una visita que realicé a Marruecos en 2010, su madre me contó que no entendía por qué su hijo se había ido. Ella se sentía triste y apenada, aunque saber que su hijo se encontraba cuidado y atendido le reconfortaba.

En la actualidad, nuestro amigo mantiene contacto con su familia. Va de visita con frecuencia, pero sí es verdad que cuando le preguntas, él dice que se siente de aquí, gaditano, que sus costumbres son nuestras costumbres. Es un chico totalmente desarraigado, algo natural ya que lleva en España casi el mismo tiempo que vivió en Marruecos antes de su migración.

Dice sentirse orgulloso en trabajar en SAMU y que, a pesar de que se le ofreció trabajar en otros centros, prefirió El Bosque  porque ésta fue su casa un día no tan lejano.

Felicidades Mohammed. Me siento orgullosa de ti.

“Para trabajar en SAMU tienes que estar hecho de una pasta especial”

Rubén Gordillo (Sevilla, 1979) forma parte de la plantilla de la Unidad de Estancia Diurna San Lucas desde su apertura en 2008. Su formación en Educación Musical le ha permitido poner en marcha  distintos talleres de musicoterapia. Ahora se centra en el modelo Benenzon, abriendo nuevos canales de comunicación con los usuarios.

 

—La UED San Lucas cumplió 10 años en 2018, los mismo que lleva usted trabajando en este centro. ¿Cómo ha sido su evolución?

—Destacaría la profesionalización del centro. Los comienzos fueron duros. Hace diez años apenas existía formación sobre cómo atender a las personas con discapacidad intelectual y trastornos de conducta o psicodeficientes, como se denominaban por aquel entonces, y poco a poco logramos especializarnos en la atención a este colectivo. La experiencia te aporta tranquilidad y seguridad.

—¿Cómo es su día a día?

—Yo soy educador, pero aquí todos hacemos un poco de todo. Desde recoger a los usuarios de sus domicilios cada mañana hasta preparar e impartir los diferentes talleres. También echamos una mano en el comedor, realizamos informes, evaluaciones y, si hace falta limpiar, también lo hacemos. No obstante, tendemos a buscar la especialización en cada uno de los puestos. Eso es algo en lo que el Comité de Innovación, al que también pertenezco, está trabajando.

 —Para trabajar con este perfil de usuarios, ¿uno nace o se hace?

—En mi caso creo que me he hecho, pero para trabajar con este colectivo tienes que estar hecho de una pasta especial porque en SAMU no trabajamos con tornillos o tuercas, sino con personas. Si no te gusta, es muy complicado trabajar aquí.

—¿Cómo surge el taller de musicoterapia?

—Yo soy muy aficionado a la música y maestro de Educación Musical. El primer taller surgió hace siete años. Hice diferentes cursos al respecto y fui aplicando lo que aprendía en el centro. Luego me hice Técnico en el Modelo Benenzon de Musicoterapia y Lenguaje no verbal, uno de los cinco modelos de musicoterapia reconocidos a nivel internacional.

—¿Cómo eran esos primeros talleres?

—Empezamos hace siete años con los usuarios más dependientes. Eran talleres muy directivos, es decir, dábamos a los participantes unas pautas que debían seguir. Hacíamos técnicas de respiración y de relajación, aprendíamos canciones con fines terapéuticos, nos expresábamos a través de los instrumentos. Trabajábamos el ritmo, la relajación, la melodía, la respiración. Había unos objetivos marcados, algo que no ocurre en el modelo Benenzon, el cual empezamos a aplicar hace tres años tras formarme en este campo.

—¿En qué consiste este modelo?

—Es totalmente distinto a lo que veníamos desarrollando. Es un modelo no directivo, abierto y vivo. Se trabaja con el vínculo entre musicoterapeuta y paciente, el vínculo terapéutico, con nuestra identidad sonoro-musical (ISO). Está más relacionado con la rama de la psicología y precisa de supervisión externa. Primero hacemos una ficha de cada usuario a través de entrevistas a sus familiares donde registramos datos como si en su casa hay instrumentos, o las canciones de su infancia. Luego, en sesiones individuales, el terapeuta y el usuario entran en una sala con instrumentos y permanecen en silencio. La labor del musicoterapeuta es acompañar y sostener al usuario. Cuando una persona lleva 20 minutos en silencio, empiezan a surgir cosas. El silencio remueve el inconsciente, los sentimientos y épocas pasadas. El terapeuta debe registrar cada reacción del usuario, prestando especial atención al lenguaje no verbal, posibles asociaciones, transferencia y contratransferencia, instrumentos usados y de qué modo.

—¿Cómo beneficia a los usuarios?

—Cuando a este tipo de personas no se les dice qué tienen que hacer y se les da libertad, ya es beneficioso para ellos. Hemos visto un cambio de actitud en muchos. Por ejemplo, hay un usuario que aparentemente no tiene percepción de la realidad y que permanece sentado y aislado. La familia nos comentó que había notado un mayor contacto visual y que ahora le ofrecías algo y lo cogía. No sabemos a ciencia cierta si esto es una consecuencia de la musicoterapia, pero sí podemos afirmar que estamos abriendo canales de comunicación y contribuyendo a la mejora de la salud y calidad vida de esa persona.

—¿Y a usted que le aporta?

—Mucha motivación, autoconocimiento y crecimiento personal.

—¿Cuál es el futuro de este proyecto?

—Me encantaría poder mantenerlo. Me consta que la directora del centro lo apoya, pero somos los que somos y a veces faltan manos. También me gustaría seguir formándome en este campo, para lo que hace falta dinero, tiempo y posibilidad de viajar, ya que en nuestra provincia apenas hay posibilidades de formación en este campo.

Olimpiadas TES 2019: El ejército todoterreno

Las instalaciones de Escuela SAMU en Gelves (Sevilla) acogieron el 18 de enero las VI Olimpiadas Sanitarias Técnico de Emergencias Sanitarias (TES) de SAMU, un evento que tiene como objetivo impulsar el trabajo en equipo de futuros profesionales en situaciones hiperrealistas y en competencia.

La actividad consistió en cinco pruebas eliminatorias en las que los alumnos y profesionales invitados, divididos en cinco grupos de tres personas, pusieron a prueba todas sus habilidades y conocimientos para afrontar ejercicios multidisciplinares en condiciones todoterreno.

Con la supervisión del equipo de instructores de SAMU, y en función de una evaluación basada en rúbricas, se otorgó una calificación por cada prueba que sumaría un total sobre 100. Después se dispuso esa puntuación en orden de mayor a menor y se seleccionó los tres mejores equipos para pasar a la prueba final. Los participantes del último grupo fueron rifados para pasar a ser los cuartos miembros de los equipos finalistas.

La tanda final consistió en un circuito de pruebas físicas muy exigentes que requirieron una demostración de fortaleza, concentración y conocimientos por parte de los participantes. El primer equipo en llegar a meta, formado por Rubén Muñoz, Jose Antonio Jimenez, Alejandro Oñate y Adrián Dominguez, se convirtió en campeón local y podrá participar en la próxima edición del Gran Prix de las Emergencias en representación de SAMU.

Este evento, que congrega cada año a profesiones sanitarios, bomberos y otros especialistas del sector de las emergencias de toda España, está organizado por la Unidad Rescate Extrahospitalaria Multidisciplinar de Emergencias (UREM) y se centra en el desarrollo de actividades de rescate y evacuación de víctimas. Un equipo de SAMU se alzó con el primer puesto el año pasado.

El objetivo principal de esta las olimpiadas sanitarias de SAMU es impulsar el trabajo en equipo. Además, se persigue fomentar la coordinación y comunicación del equipo; analizar la capacidad de adaptación a distintos compañeros y situaciones; poner a prueba la respuesta mental de cada participante; adaptar los conocimientos teóricos adquiridos en situaciones reales; y valorar la iniciativa personal.